¿Con quién me compararéis?
¿Con quién me asemejaréis?
—dice el Santo—. (Isaías 40:25)


Uno de los grandes desafíos que tenemos los seguidores de Jesús es desarrollar una imagen correcta de Dios. Al escribir estas líneas viene a mi mente las palabras del Señor en el libro de Éxodo cuando pide a su pueblo que no hagan imágenes. Para nosotros, los cristianos de tradición protestante, esta ha sido una fácil manera de condenar a los cristianos de tradición católica; adoran imágenes, algo estrictamente prohibido por la Biblia.

Sin embargo, fácilmente hemos olvidado que también es posible, y de hecho lo hacemos, tener imágenes mentales de Dios. El problema que estas últimas tienen es que, en mi humilde opinión, son más potentes y más dañinas incluso que las otras, especialmente porque actúan a un nivel totalmente inconsciente.

La imagen que tengas de Dios determinará la forma en que te relaciones con Él y también la forma en que entiendas la espiritualidad, el seguimiento del Maestro y tu interacción con el mundo. Por tanto, es de vital necesidad tener la imagen correcta del Dios de la Biblia. Es posible que tú, lector, pienses que sin ninguna duda la tuya es la imagen que la Palabra del Señor refleja ¿Estás seguro?

Nuestro acercamiento a la Biblia, como a cualquier otra dimensión de la realidad, está cargado de filtros de los cuales ni siquiera tenemos conciencia. Ellos determinan cómo vemos, cómo interpretamos y, en definitiva, cómo formamos nuestra realidad, incluida nuestra forma de ver y entender a Dios. Nadie se acerca a la Biblia sin filtros. Leemos a través de aquello que nuestra tradición -protestante, católica, ortodoxa- nos ha enseñado. Leemos conforme a la comprensión de la fe que tiene nuestra denominación -bautista, presbiteriana, metodista, hermanos libres, asambleas de Dios, etc.-. Y, para aquellos lectores que carecen de tradición denominacional, cada vez más, leemos a través de los ojos de nuestros líderes.

Dicho de otra manera, en muchas ocasiones, no vemos lo que la Biblia dice, sino que vamos a la misma a confirmar aquella que ya previamente creemos. Toda información es pasada por el embudo de nuestro paradigma y nuestro cerebro, demasiado a menudo, ni siquiera tiene la capacidad de ver aquella que sale del esquema predeterminado. ¿Estoy diciendo que es malo tener una tradición con la cual nos acerquemos a la Escritura? Para nada; afirmo que es diferente tener una tradición -legítimo- de leer sólo nuestra tradición -restrictivo-. Dios es mucho más que cualquier tradición, cualquier interpretación, cualquier teología sistemática acerca de Él. Por eso, hemos de ir con tanto cuidado con nuestra imagen de Dios y hemos de estar constantemente abiertos a que la Palabra, el Espíritu y otros cristianos nos la puedan desafiar.


¿Qué imagen tienes de Dios?





¿Con quién me compararéis?
¿Con quién me asemejaréis?
—dice el Santo—. (Isaías 40:25)


Uno de los grandes desafíos que tenemos los seguidores de Jesús es desarrollar una imagen correcta de Dios. Al escribir estas líneas viene a mi mente las palabras del Señor en el libro de Éxodo cuando pide a su pueblo que no hagan imágenes. Para nosotros, los cristianos de tradición protestante, esta ha sido una fácil manera de condenar a los cristianos de tradición católica; adoran imágenes, algo estrictamente prohibido por la Biblia.

Sin embargo, fácilmente hemos olvidado que también es posible, y de hecho lo hacemos, tener imágenes mentales de Dios. El problema que estas últimas tienen es que, en mi humilde opinión, son más potentes y más dañinas incluso que las otras, especialmente porque actúan a un nivel totalmente inconsciente.

La imagen que tengas de Dios determinará la forma en que te relaciones con Él y también la forma en que entiendas la espiritualidad, el seguimiento del Maestro y tu interacción con el mundo. Por tanto, es de vital necesidad tener la imagen correcta del Dios de la Biblia. Es posible que tú, lector, pienses que sin ninguna duda la tuya es la imagen que la Palabra del Señor refleja ¿Estás seguro?

Nuestro acercamiento a la Biblia, como a cualquier otra dimensión de la realidad, está cargado de filtros de los cuales ni siquiera tenemos conciencia. Ellos determinan cómo vemos, cómo interpretamos y, en definitiva, cómo formamos nuestra realidad, incluida nuestra forma de ver y entender a Dios. Nadie se acerca a la Biblia sin filtros. Leemos a través de aquello que nuestra tradición -protestante, católica, ortodoxa- nos ha enseñado. Leemos conforme a la comprensión de la fe que tiene nuestra denominación -bautista, presbiteriana, metodista, hermanos libres, asambleas de Dios, etc.-. Y, para aquellos lectores que carecen de tradición denominacional, cada vez más, leemos a través de los ojos de nuestros líderes.

Dicho de otra manera, en muchas ocasiones, no vemos lo que la Biblia dice, sino que vamos a la misma a confirmar aquella que ya previamente creemos. Toda información es pasada por el embudo de nuestro paradigma y nuestro cerebro, demasiado a menudo, ni siquiera tiene la capacidad de ver aquella que sale del esquema predeterminado. ¿Estoy diciendo que es malo tener una tradición con la cual nos acerquemos a la Escritura? Para nada; afirmo que es diferente tener una tradición -legítimo- de leer sólo nuestra tradición -restrictivo-. Dios es mucho más que cualquier tradición, cualquier interpretación, cualquier teología sistemática acerca de Él. Por eso, hemos de ir con tanto cuidado con nuestra imagen de Dios y hemos de estar constantemente abiertos a que la Palabra, el Espíritu y otros cristianos nos la puedan desafiar.


¿Qué imagen tienes de Dios?





¿Con quién me compararéis?
¿Con quién me asemejaréis?
—dice el Santo—. (Isaías 40:25)


Uno de los grandes desafíos que tenemos los seguidores de Jesús es desarrollar una imagen correcta de Dios. Al escribir estas líneas viene a mi mente las palabras del Señor en el libro de Éxodo cuando pide a su pueblo que no hagan imágenes. Para nosotros, los cristianos de tradición protestante, esta ha sido una fácil manera de condenar a los cristianos de tradición católica; adoran imágenes, algo estrictamente prohibido por la Biblia.

Sin embargo, fácilmente hemos olvidado que también es posible, y de hecho lo hacemos, tener imágenes mentales de Dios. El problema que estas últimas tienen es que, en mi humilde opinión, son más potentes y más dañinas incluso que las otras, especialmente porque actúan a un nivel totalmente inconsciente.

La imagen que tengas de Dios determinará la forma en que te relaciones con Él y también la forma en que entiendas la espiritualidad, el seguimiento del Maestro y tu interacción con el mundo. Por tanto, es de vital necesidad tener la imagen correcta del Dios de la Biblia. Es posible que tú, lector, pienses que sin ninguna duda la tuya es la imagen que la Palabra del Señor refleja ¿Estás seguro?

Nuestro acercamiento a la Biblia, como a cualquier otra dimensión de la realidad, está cargado de filtros de los cuales ni siquiera tenemos conciencia. Ellos determinan cómo vemos, cómo interpretamos y, en definitiva, cómo formamos nuestra realidad, incluida nuestra forma de ver y entender a Dios. Nadie se acerca a la Biblia sin filtros. Leemos a través de aquello que nuestra tradición -protestante, católica, ortodoxa- nos ha enseñado. Leemos conforme a la comprensión de la fe que tiene nuestra denominación -bautista, presbiteriana, metodista, hermanos libres, asambleas de Dios, etc.-. Y, para aquellos lectores que carecen de tradición denominacional, cada vez más, leemos a través de los ojos de nuestros líderes.

Dicho de otra manera, en muchas ocasiones, no vemos lo que la Biblia dice, sino que vamos a la misma a confirmar aquella que ya previamente creemos. Toda información es pasada por el embudo de nuestro paradigma y nuestro cerebro, demasiado a menudo, ni siquiera tiene la capacidad de ver aquella que sale del esquema predeterminado. ¿Estoy diciendo que es malo tener una tradición con la cual nos acerquemos a la Escritura? Para nada; afirmo que es diferente tener una tradición -legítimo- de leer sólo nuestra tradición -restrictivo-. Dios es mucho más que cualquier tradición, cualquier interpretación, cualquier teología sistemática acerca de Él. Por eso, hemos de ir con tanto cuidado con nuestra imagen de Dios y hemos de estar constantemente abiertos a que la Palabra, el Espíritu y otros cristianos nos la puedan desafiar.


¿Qué imagen tienes de Dios?





¿Con quién me compararéis?
¿Con quién me asemejaréis?
—dice el Santo—. (Isaías 40:25)


Uno de los grandes desafíos que tenemos los seguidores de Jesús es desarrollar una imagen correcta de Dios. Al escribir estas líneas viene a mi mente las palabras del Señor en el libro de Éxodo cuando pide a su pueblo que no hagan imágenes. Para nosotros, los cristianos de tradición protestante, esta ha sido una fácil manera de condenar a los cristianos de tradición católica; adoran imágenes, algo estrictamente prohibido por la Biblia.

Sin embargo, fácilmente hemos olvidado que también es posible, y de hecho lo hacemos, tener imágenes mentales de Dios. El problema que estas últimas tienen es que, en mi humilde opinión, son más potentes y más dañinas incluso que las otras, especialmente porque actúan a un nivel totalmente inconsciente.

La imagen que tengas de Dios determinará la forma en que te relaciones con Él y también la forma en que entiendas la espiritualidad, el seguimiento del Maestro y tu interacción con el mundo. Por tanto, es de vital necesidad tener la imagen correcta del Dios de la Biblia. Es posible que tú, lector, pienses que sin ninguna duda la tuya es la imagen que la Palabra del Señor refleja ¿Estás seguro?

Nuestro acercamiento a la Biblia, como a cualquier otra dimensión de la realidad, está cargado de filtros de los cuales ni siquiera tenemos conciencia. Ellos determinan cómo vemos, cómo interpretamos y, en definitiva, cómo formamos nuestra realidad, incluida nuestra forma de ver y entender a Dios. Nadie se acerca a la Biblia sin filtros. Leemos a través de aquello que nuestra tradición -protestante, católica, ortodoxa- nos ha enseñado. Leemos conforme a la comprensión de la fe que tiene nuestra denominación -bautista, presbiteriana, metodista, hermanos libres, asambleas de Dios, etc.-. Y, para aquellos lectores que carecen de tradición denominacional, cada vez más, leemos a través de los ojos de nuestros líderes.

Dicho de otra manera, en muchas ocasiones, no vemos lo que la Biblia dice, sino que vamos a la misma a confirmar aquella que ya previamente creemos. Toda información es pasada por el embudo de nuestro paradigma y nuestro cerebro, demasiado a menudo, ni siquiera tiene la capacidad de ver aquella que sale del esquema predeterminado. ¿Estoy diciendo que es malo tener una tradición con la cual nos acerquemos a la Escritura? Para nada; afirmo que es diferente tener una tradición -legítimo- de leer sólo nuestra tradición -restrictivo-. Dios es mucho más que cualquier tradición, cualquier interpretación, cualquier teología sistemática acerca de Él. Por eso, hemos de ir con tanto cuidado con nuestra imagen de Dios y hemos de estar constantemente abiertos a que la Palabra, el Espíritu y otros cristianos nos la puedan desafiar.


¿Qué imagen tienes de Dios?