Luego oro diciendo: Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, Señor que me dijiste: Regresa a tu tierra natal, donde están tus parientes, que yo te haré prosperar. Yo no merezco el amor y la fidelidad que has tenido con este siervo tuyo. (Génesis 32:10)

Hay grandes principios del cristianismo que aparecen muy temprano en las Sagradas Escrituras. Vimos como la fe justificó, declaró justo, declaró amigo de Dios a Abraham. En esta oración del patriarca Jacob podemos reconocer clara y medianamente la gracia del Señor, ese favor totalmente inmerecido que nos otorga sin que exista ninguna razón en nosotros que lo explique; más bien a pesar de todas las razones en contra de poder recibir el favor de Dios. Vale la pena recordar que la fe y la gracia, base de nuestra relación con el Padre, son anteriores a la Ley.

Ahora el nuevo año 2020 está todavía recién estrenado, en garantía. Es un buen ejercicio mirar hacia atrás y comprobar, como lo hizo Jacob, la bondad, el amor y la fidelidad del Señor hacia nosotros. Incluso si ha sido un año duro, lleno de dificultades, en el que es posible que hayamos experimentado dolor, sufrimiento, pérdidas, debemos hacer el esfuerzo de ver la presencia y mano del Padre en medio de ellas. La fidelidad en el año que pasó es nuestra garantía y esperanza para el año que comienza.


Mira hacia atrás, haz un esfuerzo por comprobar la fidelidad de Dios.



...tuvisteis noticia de la gracia de Dios y la experimentasteis de verdad. (Colosenses 1:6)


Una cosa es entender la gracia de Dios como concepto teológico y otra bien diferente es experimentarla en la vida personal. No podemos dar aquello que no hemos recibido y no hemos experimentado. Hay muchos seguidores de Jesús que creen y entienden que son salvos por medio de la gracia, sin embargo, lamentablemente, no la experimentan en su vida cotidiana. Su Dios continúa siendo el de la justicia, viven tratando día tras día de agradarlo y complacerlo, de ganar su amor y aceptación, y para ello, hay que dar la talla día tras día. Si no la dan, cosa que es imposible, Dios les retira su aprobación. Ademas hay toda una legión de predicadores y maestros que enfatizan esa idea. El resultado final es que somos salvados por gracia pero vivimos por obras. Nada pudimos hacer para ganar la salvación de Dios pero hay que hacerlo todo para mantener su amor y aceptación. Ambas cosas, por tanto, no son incondicionales, dependen de nuestro comportamiento y desempeño. Tanto haces, tanto vales. 

El amor, afirma el apóstol Juan, echa fuera el miedo. El que tiene miedo, es que no ha entendido el amor. Dos personas obedecen. Las conductas son las mismas. Desde fuera no se pueden distinguir. Las motivaciones -que no podemos observar- son totalmente diferentes. Uno se siente amado y aceptado incondicionalmente, totalmente seguro en su posición en Cristo. El otro necesita día tras día ganar el amor y la aprobación de Dios que está condicionada a su conducta y desempeño. Uno ha entendido y experimenta la gracia. El otro ha entendido la gracia pero no la puede experimentar.

Los colosenses, como afirmaba Pablo, la habían experimentado de verdad ¿Y tú?


...tuvisteis noticia de la gracia de Dios y la experimentasteis de verdad. (Colosenses 1:6)


Una cosa es entender la gracia de Dios como concepto teológico y otra bien diferente es experimentarla en la vida personal. No podemos dar aquello que no hemos recibido y no hemos experimentado. Hay muchos seguidores de Jesús que creen y entienden que son salvos por medio de la gracia, sin embargo, lamentablemente, no la experimentan en su vida cotidiana. Su Dios continúa siendo el de la justicia, viven tratando día tras día de agradarlo y complacerlo, de ganar su amor y aceptación, y para ello, hay que dar la talla día tras día. Si no la dan, cosa que es imposible, Dios les retira su aprobación. Ademas hay toda una legión de predicadores y maestros que enfatizan esa idea. El resultado final es que somos salvados por gracia pero vivimos por obras. Nada pudimos hacer para ganar la salvación de Dios pero hay que hacerlo todo para mantener su amor y aceptación. Ambas cosas, por tanto, no son incondicionales, dependen de nuestro comportamiento y desempeño. Tanto haces, tanto vales. 

El amor, afirma el apóstol Juan, echa fuera el miedo. El que tiene miedo, es que no ha entendido el amor. Dos personas obedecen. Las conductas son las mismas. Desde fuera no se pueden distinguir. Las motivaciones -que no podemos observar- son totalmente diferentes. Uno se siente amado y aceptado incondicionalmente, totalmente seguro en su posición en Cristo. El otro necesita día tras día ganar el amor y la aprobación de Dios que está condicionada a su conducta y desempeño. Uno ha entendido y experimenta la gracia. El otro ha entendido la gracia pero no la puede experimentar.

Los colosenses, como afirmaba Pablo, la habían experimentado de verdad ¿Y tú?