He visto además bajo el sol que los veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en todo interviene el tiempo y el azar. (Eclesiastés 9:11)


Siempre me han causado admiración aquellos que ven la vida en blanco y negro y para los que no existen ningún tipo de matices grises. Su acercamiento a la realidad es radical y extremo y no admite ningún tipo de términos medios. Desde su interpretación los buenos siempre son bendecidos y los malos nunca pueden ser felices. Lo cierto es que la vida es mucho más complicada y paradójica de lo que esos bien pensados quieren aceptar y reconocer. De eso, precisamente, va el texto de Eclesiastés aquí reproducido, de aquellas paradojas que no encajan con lo que el sentido común nos dice que debería ser la manera natural de desarrollarse. 

El salmista nos dice que estuvo a punto de perder la fe al ver lo bien que le iba a los injustos y lo mal que lo pasaban los justos. Llegó a plantearse si realmente valía la pena mantener la fe. El apóstol Pablo indicó que cualquiera que desee vivir de forma piadosa debe estar listo para sufrir persecución. También Pedro nos indica que parte del llamado del cristiano es al sufrimiento por el mero hecho de practicar el bien y ser seguidor del Maestro. Precisamente indica que Jesús es el modelo de ese tipo de sufrimiento injusto.

En definitiva, seguir a Jesús es una opción por ser una persona nueva, un imitador del Maestro, alguien que refleja su carácter y forma de ser a través de la vida cotidiana, un agente de restauración y reconciliación para un mundo roto. En ocasiones eso significará experimentar la injusticia, el rechazo, la marginación e incluso la persecución tal y como la experimentó Jesús. Él prometió estar con nosotros en medio de todo eso, nunca el librarnos de ello. 


¿Cómo manejas las paradojas en tu vida?



He visto además bajo el sol que los veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en todo interviene el tiempo y el azar. (Eclesiastés 9:11)


Siempre me han causado admiración aquellos que ven la vida en blanco y negro y para los que no existen ningún tipo de matices grises. Su acercamiento a la realidad es radical y extremo y no admite ningún tipo de términos medios. Desde su interpretación los buenos siempre son bendecidos y los malos nunca pueden ser felices. Lo cierto es que la vida es mucho más complicada y paradójica de lo que esos bien pensados quieren aceptar y reconocer. De eso, precisamente, va el texto de Eclesiastés aquí reproducido, de aquellas paradojas que no encajan con lo que el sentido común nos dice que debería ser la manera natural de desarrollarse. 

El salmista nos dice que estuvo a punto de perder la fe al ver lo bien que le iba a los injustos y lo mal que lo pasaban los justos. Llegó a plantearse si realmente valía la pena mantener la fe. El apóstol Pablo indicó que cualquiera que desee vivir de forma piadosa debe estar listo para sufrir persecución. También Pedro nos indica que parte del llamado del cristiano es al sufrimiento por el mero hecho de practicar el bien y ser seguidor del Maestro. Precisamente indica que Jesús es el modelo de ese tipo de sufrimiento injusto.

En definitiva, seguir a Jesús es una opción por ser una persona nueva, un imitador del Maestro, alguien que refleja su carácter y forma de ser a través de la vida cotidiana, un agente de restauración y reconciliación para un mundo roto. En ocasiones eso significará experimentar la injusticia, el rechazo, la marginación e incluso la persecución tal y como la experimentó Jesús. Él prometió estar con nosotros en medio de todo eso, nunca el librarnos de ello. 


¿Cómo manejas las paradojas en tu vida?



He visto además bajo el sol que los veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en todo interviene el tiempo y el azar. (Eclesiastés 9:11)


Siempre me han causado admiración aquellos que ven la vida en blanco y negro y para los que no existen ningún tipo de matices grises. Su acercamiento a la realidad es radical y extremo y no admite ningún tipo de términos medios. Desde su interpretación los buenos siempre son bendecidos y los malos nunca pueden ser felices. Lo cierto es que la vida es mucho más complicada y paradójica de lo que esos bien pensados quieren aceptar y reconocer. De eso, precisamente, va el texto de Eclesiastés aquí reproducido, de aquellas paradojas que no encajan con lo que el sentido común nos dice que debería ser la manera natural de desarrollarse. 

El salmista nos dice que estuvo a punto de perder la fe al ver lo bien que le iba a los injustos y lo mal que lo pasaban los justos. Llegó a plantearse si realmente valía la pena mantener la fe. El apóstol Pablo indicó que cualquiera que desee vivir de forma piadosa debe estar listo para sufrir persecución. También Pedro nos indica que parte del llamado del cristiano es al sufrimiento por el mero hecho de practicar el bien y ser seguidor del Maestro. Precisamente indica que Jesús es el modelo de ese tipo de sufrimiento injusto.

En definitiva, seguir a Jesús es una opción por ser una persona nueva, un imitador del Maestro, alguien que refleja su carácter y forma de ser a través de la vida cotidiana, un agente de restauración y reconciliación para un mundo roto. En ocasiones eso significará experimentar la injusticia, el rechazo, la marginación e incluso la persecución tal y como la experimentó Jesús. Él prometió estar con nosotros en medio de todo eso, nunca el librarnos de ello. 


¿Cómo manejas las paradojas en tu vida?