Por eso, desde el día en que nos enteramos de todo esto, no cesamos de rogar por vosotros. Pedimos a Dios que os llene del conocimiento de su voluntad.... (Colosenses 1:9)


Pablo ha reconocido en los versículos previos algunas de las características definitorias de la iglesia que se reunía en Colosas. Las mismas constituyen una buena medida para evaluarnos a nivel personal y comunitario. A continuación, el apóstol inicia una serie de peticiones para los seguidores de Jesús de aquella ciudad; peticiones que, sin duda, nosotros podemos hacer totalmente nuestras; peticiones que nos pueden servir de base para orar por las personas que son significativas para nosotros y por nuestra comunidad.

No es la primera vez que he escrito sobre el tema de la voluntad de Dios. Creo que conocerla no es difícil ni complicado, es fundamentalmente una cuestión de intencionalidad en buscarla y, sobre todo en obedecerla. La voluntad del Señor está claramente expresada en las Escrituras, conforme las conocemos más y más y bajo la guía del Espíritu Santo del Señor, quien vive en cada creyente, podemos entender con claridad meridiana qué es lo que el Padre espera de nosotros y cómo podemos relacionar sus deseos y expectativas con nuestras vidas cotidianas. 

No soy ingenuo, no estoy diciendo que sea fácil, pero puedo afirmar por años y años de experiencia en mi caminar con el Señor que hay dos cosas que definitivamente ayudan a conocer la voluntad del Señor. La primera, la búsqueda sistemática de la misma en las Escrituras. Definitivamente, quien nada busca, nada halla. Queremos que el Padre nos revela su voluntad por ciencia infusa, de forma mágica, por medio de una Epifanía, pero no estamos dispuestas a ser serios en conocer la Biblia. La segunda, la búsqueda debe tener como objeto la obediencia a su voluntad. Dios no responde a nuestra curiosidad, responde a nuestra disposición a la obediencia. Él revelará su voluntad a aquellos que estén en la disposición de obedecerla.

¿Cómo está este tema en tu vida?






Por eso, desde el día en que nos enteramos de todo esto, no cesamos de rogar por vosotros. Pedimos a Dios que os llene del conocimiento de su voluntad.... (Colosenses 1:9)


Pablo ha reconocido en los versículos previos algunas de las características definitorias de la iglesia que se reunía en Colosas. Las mismas constituyen una buena medida para evaluarnos a nivel personal y comunitario. A continuación, el apóstol inicia una serie de peticiones para los seguidores de Jesús de aquella ciudad; peticiones que, sin duda, nosotros podemos hacer totalmente nuestras; peticiones que nos pueden servir de base para orar por las personas que son significativas para nosotros y por nuestra comunidad.

No es la primera vez que he escrito sobre el tema de la voluntad de Dios. Creo que conocerla no es difícil ni complicado, es fundamentalmente una cuestión de intencionalidad en buscarla y, sobre todo en obedecerla. La voluntad del Señor está claramente expresada en las Escrituras, conforme las conocemos más y más y bajo la guía del Espíritu Santo del Señor, quien vive en cada creyente, podemos entender con claridad meridiana qué es lo que el Padre espera de nosotros y cómo podemos relacionar sus deseos y expectativas con nuestras vidas cotidianas. 

No soy ingenuo, no estoy diciendo que sea fácil, pero puedo afirmar por años y años de experiencia en mi caminar con el Señor que hay dos cosas que definitivamente ayudan a conocer la voluntad del Señor. La primera, la búsqueda sistemática de la misma en las Escrituras. Definitivamente, quien nada busca, nada halla. Queremos que el Padre nos revela su voluntad por ciencia infusa, de forma mágica, por medio de una Epifanía, pero no estamos dispuestas a ser serios en conocer la Biblia. La segunda, la búsqueda debe tener como objeto la obediencia a su voluntad. Dios no responde a nuestra curiosidad, responde a nuestra disposición a la obediencia. Él revelará su voluntad a aquellos que estén en la disposición de obedecerla.

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Por eso, desde el día en que nos enteramos de todo esto, no cesamos de rogar por vosotros. Pedimos a Dios que os llene del conocimiento de su voluntad.... (Colosenses 1:9)


Pablo ha reconocido en los versículos previos algunas de las características definitorias de la iglesia que se reunía en Colosas. Las mismas constituyen una buena medida para evaluarnos a nivel personal y comunitario. A continuación, el apóstol inicia una serie de peticiones para los seguidores de Jesús de aquella ciudad; peticiones que, sin duda, nosotros podemos hacer totalmente nuestras; peticiones que nos pueden servir de base para orar por las personas que son significativas para nosotros y por nuestra comunidad.

No es la primera vez que he escrito sobre el tema de la voluntad de Dios. Creo que conocerla no es difícil ni complicado, es fundamentalmente una cuestión de intencionalidad en buscarla y, sobre todo en obedecerla. La voluntad del Señor está claramente expresada en las Escrituras, conforme las conocemos más y más y bajo la guía del Espíritu Santo del Señor, quien vive en cada creyente, podemos entender con claridad meridiana qué es lo que el Padre espera de nosotros y cómo podemos relacionar sus deseos y expectativas con nuestras vidas cotidianas. 

No soy ingenuo, no estoy diciendo que sea fácil, pero puedo afirmar por años y años de experiencia en mi caminar con el Señor que hay dos cosas que definitivamente ayudan a conocer la voluntad del Señor. La primera, la búsqueda sistemática de la misma en las Escrituras. Definitivamente, quien nada busca, nada halla. Queremos que el Padre nos revela su voluntad por ciencia infusa, de forma mágica, por medio de una Epifanía, pero no estamos dispuestas a ser serios en conocer la Biblia. La segunda, la búsqueda debe tener como objeto la obediencia a su voluntad. Dios no responde a nuestra curiosidad, responde a nuestra disposición a la obediencia. Él revelará su voluntad a aquellos que estén en la disposición de obedecerla.

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