Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo. Jesús de Nazaret.


Hace unos años esta imagen, Jesús lavando los pies de Osama Bin Laden, causó escándalo en los Estados Unidos, especialmente entre muchos de los seguidores del Maestro. ¿Qué hacía Él con el enemigo más buscado de su amado país? Bien, Jesús sólo trataba de ser fiel a sí mismo, a su enseñanza, a su comprensión del ser humano. Es por eso que no tuvo problemas en establecer puentes con un apestoso oficial romano invasor e imperialista y afirmar que ni siquiera en Israel había visto tanta fe. No dudó en acercarse a una infrahumana samaritana y explicarle clara y llanamente que era el Mesías. A una sucia mujer gentil que insistía en que sanara a su hija no dudó en reconocerle una fe que no había visto entre los suyos. Los griegos que lo buscaban fueron aceptados ante su presencia y, aunque se morían de ganas por hacerlo, Jesús no permitió que los discípulos ordenaran que cayera fuego del cielo y consumiera a los odiados samaritanos.

Jesús nos pone a sus seguidores ante un difícil dilema. Un dilema es algo que no podemos resolver pero tampoco podemos evitar. Un dilema nos genera una tensión creativa entre dos fuerzas que optan por nuestra lealtad y a ninguna de las cuales queremos renunciar, sin dejar de ser nosotros mismos. Jesús, si lo reconocemos como Señor, nos pide que amemos al prójimo. Nosotros, a menudo, ni siquiera lo toleramos. Él lo hizo, saltó las barreras sociales, políticas, culturales, económicas, religiosas, nacionales, de género, en un esfuerzo por restaurar aquello que el pecado ha generado, las rupturas entre los seres humanos. Ni se alineó con el zelote, ni con el romano. Ni con el fariseo, ni con el saduceo. Porque como el apóstol indica Él vino para crear una nueva humanidad que va más allá de todas esas barreras y en la cual no habrá ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ni rico ni pobre, etcétera, etcétera. 

Nos guste o no el que piensa y ve el mundo de manera diferente a nosotros, no es el "otro", es mi prójimo y cuanto mayor sea la disensión que tengo con Él mayor es la llamada a amarlo, a orar por él, a reconocer en él la imagen de Dios, a percibirlo no como mi visión sesgada, parcial y llena de prejuicios (estemos en el bando que estemos) sino con los ojos de Jesús. Convertirlo en el "otro" me priva del esfuerzo de reconocer que tal vez tenga algo de razón. Me evita el esfuerzo de reconocer que tal vez yo mismo no tengo tanta razón como creo. Simplifica el problema y no me veo en la necesidad de oír la voz de Jesús que afirma: tienes toda la razón pero es tu prójimo, y espero de ti amor y oración. 

Señor tomo la decisión de responder al llamado sacerdotal de ser un constructor de puentes. Me niego a alinearme y que me alineen. Me niego a criticar a unos y otros y tomo el sencillo compromiso de orar por la paz y tratar de ser un pacificador, que así deberían ser llamados y reconocidos los hijos de Dios. Yo no pido a nadie que renuncie a lo que cree. Todo aquel que defiende una postura lo hace, entiendo, porque considera que es legítima y digna. Yo creo que debemos pasarlo por el filtro de Jesús y escuchar qué tiene que decir al respecto en vez de colocarlo de nuestro lado ¡El no está ni en tu lado ni en el mío! no manipulemos su nombre en beneficio de nuestras causas. Él esta en medio, es el puente que quiere unir una humanidad rota, haríamos bien en imitarlo.


Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo. Jesús de Nazaret.


Hace unos años esta imagen, Jesús lavando los pies de Osama Bin Laden, causó escándalo en los Estados Unidos, especialmente entre muchos de los seguidores del Maestro. ¿Qué hacía Él con el enemigo más buscado de su amado país? Bien, Jesús sólo trataba de ser fiel a sí mismo, a su enseñanza, a su comprensión del ser humano. Es por eso que no tuvo problemas en establecer puentes con un apestoso oficial romano invasor e imperialista y afirmar que ni siquiera en Israel había visto tanta fe. No dudó en acercarse a una infrahumana samaritana y explicarle clara y llanamente que era el Mesías. A una sucia mujer gentil que insistía en que sanara a su hija no dudó en reconocerle una fe que no había visto entre los suyos. Los griegos que lo buscaban fueron aceptados ante su presencia y, aunque se morían de ganas por hacerlo, Jesús no permitió que los discípulos ordenaran que cayera fuego del cielo y consumiera a los odiados samaritanos.

Jesús nos pone a sus seguidores ante un difícil dilema. Un dilema es algo que no podemos resolver pero tampoco podemos evitar. Un dilema nos genera una tensión creativa entre dos fuerzas que optan por nuestra lealtad y a ninguna de las cuales queremos renunciar, sin dejar de ser nosotros mismos. Jesús, si lo reconocemos como Señor, nos pide que amemos al prójimo. Nosotros, a menudo, ni siquiera lo toleramos. Él lo hizo, saltó las barreras sociales, políticas, culturales, económicas, religiosas, nacionales, de género, en un esfuerzo por restaurar aquello que el pecado ha generado, las rupturas entre los seres humanos. Ni se alineó con el zelote, ni con el romano. Ni con el fariseo, ni con el saduceo. Porque como el apóstol indica Él vino para crear una nueva humanidad que va más allá de todas esas barreras y en la cual no habrá ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ni rico ni pobre, etcétera, etcétera. 

Nos guste o no el que piensa y ve el mundo de manera diferente a nosotros, no es el "otro", es mi prójimo y cuanto mayor sea la disensión que tengo con Él mayor es la llamada a amarlo, a orar por él, a reconocer en él la imagen de Dios, a percibirlo no como mi visión sesgada, parcial y llena de prejuicios (estemos en el bando que estemos) sino con los ojos de Jesús. Convertirlo en el "otro" me priva del esfuerzo de reconocer que tal vez tenga algo de razón. Me evita el esfuerzo de reconocer que tal vez yo mismo no tengo tanta razón como creo. Simplifica el problema y no me veo en la necesidad de oír la voz de Jesús que afirma: tienes toda la razón pero es tu prójimo, y espero de ti amor y oración. 

Señor tomo la decisión de responder al llamado sacerdotal de ser un constructor de puentes. Me niego a alinearme y que me alineen. Me niego a criticar a unos y otros y tomo el sencillo compromiso de orar por la paz y tratar de ser un pacificador, que así deberían ser llamados y reconocidos los hijos de Dios. Yo no pido a nadie que renuncie a lo que cree. Todo aquel que defiende una postura lo hace, entiendo, porque considera que es legítima y digna. Yo creo que debemos pasarlo por el filtro de Jesús y escuchar qué tiene que decir al respecto en vez de colocarlo de nuestro lado ¡El no está ni en tu lado ni en el mío! no manipulemos su nombre en beneficio de nuestras causas. Él esta en medio, es el puente que quiere unir una humanidad rota, haríamos bien en imitarlo.


Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo. Jesús de Nazaret.


Hace unos años esta imagen, Jesús lavando los pies de Osama Bin Laden, causó escándalo en los Estados Unidos, especialmente entre muchos de los seguidores del Maestro. ¿Qué hacía Él con el enemigo más buscado de su amado país? Bien, Jesús sólo trataba de ser fiel a sí mismo, a su enseñanza, a su comprensión del ser humano. Es por eso que no tuvo problemas en establecer puentes con un apestoso oficial romano invasor e imperialista y afirmar que ni siquiera en Israel había visto tanta fe. No dudó en acercarse a una infrahumana samaritana y explicarle clara y llanamente que era el Mesías. A una sucia mujer gentil que insistía en que sanara a su hija no dudó en reconocerle una fe que no había visto entre los suyos. Los griegos que lo buscaban fueron aceptados ante su presencia y, aunque se morían de ganas por hacerlo, Jesús no permitió que los discípulos ordenaran que cayera fuego del cielo y consumiera a los odiados samaritanos.

Jesús nos pone a sus seguidores ante un difícil dilema. Un dilema es algo que no podemos resolver pero tampoco podemos evitar. Un dilema nos genera una tensión creativa entre dos fuerzas que optan por nuestra lealtad y a ninguna de las cuales queremos renunciar, sin dejar de ser nosotros mismos. Jesús, si lo reconocemos como Señor, nos pide que amemos al prójimo. Nosotros, a menudo, ni siquiera lo toleramos. Él lo hizo, saltó las barreras sociales, políticas, culturales, económicas, religiosas, nacionales, de género, en un esfuerzo por restaurar aquello que el pecado ha generado, las rupturas entre los seres humanos. Ni se alineó con el zelote, ni con el romano. Ni con el fariseo, ni con el saduceo. Porque como el apóstol indica Él vino para crear una nueva humanidad que va más allá de todas esas barreras y en la cual no habrá ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ni rico ni pobre, etcétera, etcétera. 

Nos guste o no el que piensa y ve el mundo de manera diferente a nosotros, no es el "otro", es mi prójimo y cuanto mayor sea la disensión que tengo con Él mayor es la llamada a amarlo, a orar por él, a reconocer en él la imagen de Dios, a percibirlo no como mi visión sesgada, parcial y llena de prejuicios (estemos en el bando que estemos) sino con los ojos de Jesús. Convertirlo en el "otro" me priva del esfuerzo de reconocer que tal vez tenga algo de razón. Me evita el esfuerzo de reconocer que tal vez yo mismo no tengo tanta razón como creo. Simplifica el problema y no me veo en la necesidad de oír la voz de Jesús que afirma: tienes toda la razón pero es tu prójimo, y espero de ti amor y oración. 

Señor tomo la decisión de responder al llamado sacerdotal de ser un constructor de puentes. Me niego a alinearme y que me alineen. Me niego a criticar a unos y otros y tomo el sencillo compromiso de orar por la paz y tratar de ser un pacificador, que así deberían ser llamados y reconocidos los hijos de Dios. Yo no pido a nadie que renuncie a lo que cree. Todo aquel que defiende una postura lo hace, entiendo, porque considera que es legítima y digna. Yo creo que debemos pasarlo por el filtro de Jesús y escuchar qué tiene que decir al respecto en vez de colocarlo de nuestro lado ¡El no está ni en tu lado ni en el mío! no manipulemos su nombre en beneficio de nuestras causas. Él esta en medio, es el puente que quiere unir una humanidad rota, haríamos bien en imitarlo.