Defiende mi causa, sálvame, dame vida según tu promesa. (Salmo 119:154)


El salmista pide ser vindicado por Dios. Vindicar significar defender a alguien de una calumnia, injuria o una injusticia. Al leerlo he pensado en situaciones de la vida en que nos esforzamos por limpiar nuestro nombre, por demostrar que no somos culpables, por responder a lo que consideramos un trato injusto por parte de otros. David deja su vindicación en manos del Señor. Jesús dejó su vindicación en las manos del Padre, Pablo hizo otro tanto cuando su ministerio fue cuestionado. Pedro, el apóstol, dedica una de sus cartas a desarrollar el tema de ser tratados injustamente y ver en ello una posibilidad de la imitación de Jesús, quien también lo fue y con creces.

Es un modelo a seguir. Cuando seamos cuestionados -evidentemente por hacer el bien o seguir aquello que consideramos es la voluntad del Señor- no vale la pena vindicarnos, Dios lo hará. Y si no lo hace de poco servirá nuestro deseo de luchar, es muy difícil hacer cambiar de opinión a los que injurian, calumnian o tratan injustamente. El tiempo nos ubica a cada uno en nuestro lugar, y si el tiempo no lo hace Dios lo hará.

¿Cómo respondes cuando te sientes maltratado en el contexto de la comunidad de los creyentes? ¿Hasta qué punto tu actitud responde a una imitación de Cristo?

 



Defiende mi causa, sálvame, dame vida según tu promesa. (Salmo 119:154)


El salmista pide ser vindicado por Dios. Vindicar significar defender a alguien de una calumnia, injuria o una injusticia. Al leerlo he pensado en situaciones de la vida en que nos esforzamos por limpiar nuestro nombre, por demostrar que no somos culpables, por responder a lo que consideramos un trato injusto por parte de otros. David deja su vindicación en manos del Señor. Jesús dejó su vindicación en las manos del Padre, Pablo hizo otro tanto cuando su ministerio fue cuestionado. Pedro, el apóstol, dedica una de sus cartas a desarrollar el tema de ser tratados injustamente y ver en ello una posibilidad de la imitación de Jesús, quien también lo fue y con creces.

Es un modelo a seguir. Cuando seamos cuestionados -evidentemente por hacer el bien o seguir aquello que consideramos es la voluntad del Señor- no vale la pena vindicarnos, Dios lo hará. Y si no lo hace de poco servirá nuestro deseo de luchar, es muy difícil hacer cambiar de opinión a los que injurian, calumnian o tratan injustamente. El tiempo nos ubica a cada uno en nuestro lugar, y si el tiempo no lo hace Dios lo hará.

¿Cómo respondes cuando te sientes maltratado en el contexto de la comunidad de los creyentes? ¿Hasta qué punto tu actitud responde a una imitación de Cristo?

 



Defiende mi causa, sálvame, dame vida según tu promesa. (Salmo 119:154)


El salmista pide ser vindicado por Dios. Vindicar significar defender a alguien de una calumnia, injuria o una injusticia. Al leerlo he pensado en situaciones de la vida en que nos esforzamos por limpiar nuestro nombre, por demostrar que no somos culpables, por responder a lo que consideramos un trato injusto por parte de otros. David deja su vindicación en manos del Señor. Jesús dejó su vindicación en las manos del Padre, Pablo hizo otro tanto cuando su ministerio fue cuestionado. Pedro, el apóstol, dedica una de sus cartas a desarrollar el tema de ser tratados injustamente y ver en ello una posibilidad de la imitación de Jesús, quien también lo fue y con creces.

Es un modelo a seguir. Cuando seamos cuestionados -evidentemente por hacer el bien o seguir aquello que consideramos es la voluntad del Señor- no vale la pena vindicarnos, Dios lo hará. Y si no lo hace de poco servirá nuestro deseo de luchar, es muy difícil hacer cambiar de opinión a los que injurian, calumnian o tratan injustamente. El tiempo nos ubica a cada uno en nuestro lugar, y si el tiempo no lo hace Dios lo hará.

¿Cómo respondes cuando te sientes maltratado en el contexto de la comunidad de los creyentes? ¿Hasta qué punto tu actitud responde a una imitación de Cristo?