Como el ciervo suspira por corrientes de agua así, Dios mío, suspiro yo por ti. Estoy sediento De Dios, del Dios vivo, ¿cuándo llegaré a ver el rostro de Dios? (Salmo 42:1-2)

Personalmente pocas veces he sentido eso con respecto a Dios. También he de reconocer que me ha generado no pocos problemas y crisis al contrastar mi experiencia del Señor con la aquí descrita y la que he podido observar en otros seguidores de Jesús. Me costó entender que no todos somos iguales; de hecho, si algo caracteriza la creación de Dios es la variedad y la diversidad, mucho más si cabe en la humanidad.

Y del mismo modo que hay diversidad de seres humanos hay diversas experiencias de Dios y de la relación con Él. En mi caso, por ejemplo, soy una persona que vivo y amo el mundo de las ideas. Veo belleza en las estructuras de pensamiento, en las construcciones ideológicas que dan sentido y nos ayudan a entender un mundo y una realidad humana tan compleja. Lo que me atrae de Dios es la belleza de la visión cristiana del mundo y del ser humano. Como la narrativa bíblica describe con tanta precisión la realidad que vivo y experimento. Eso me lleva al Señor, eso pone de manifiesto mi necesidad de Él y de relacionarme con Él. Crea en mí sed de estar con Dios.

El punto que quiero enfatizar es que cada uno debe encontrar su forma de relacionarse con Dios, y esta, para que sea de edificación y bendición para nuestras vidas ha de ser consistente con la forma en que el Creador nos ha formado. Hemos de hallar nuestra forma, nuestra singularidad, y no tratar de encasillarnos en el modelo que otros tienen o que nos han dicho que es el adecuado o correcto. Expresa lo que eres, no trates de forzarte en estructuras que, como la armadura de Saúl, no encajan en tu vida. No dejes que otros te digan cómo has de relacionarte.


¿Has encontrado tu forma de relacionarte con Dios?

 


Como el ciervo suspira por corrientes de agua así, Dios mío, suspiro yo por ti. Estoy sediento De Dios, del Dios vivo, ¿cuándo llegaré a ver el rostro de Dios? (Salmo 42:1-2)

Personalmente pocas veces he sentido eso con respecto a Dios. También he de reconocer que me ha generado no pocos problemas y crisis al contrastar mi experiencia del Señor con la aquí descrita y la que he podido observar en otros seguidores de Jesús. Me costó entender que no todos somos iguales; de hecho, si algo caracteriza la creación de Dios es la variedad y la diversidad, mucho más si cabe en la humanidad.

Y del mismo modo que hay diversidad de seres humanos hay diversas experiencias de Dios y de la relación con Él. En mi caso, por ejemplo, soy una persona que vivo y amo el mundo de las ideas. Veo belleza en las estructuras de pensamiento, en las construcciones ideológicas que dan sentido y nos ayudan a entender un mundo y una realidad humana tan compleja. Lo que me atrae de Dios es la belleza de la visión cristiana del mundo y del ser humano. Como la narrativa bíblica describe con tanta precisión la realidad que vivo y experimento. Eso me lleva al Señor, eso pone de manifiesto mi necesidad de Él y de relacionarme con Él. Crea en mí sed de estar con Dios.

El punto que quiero enfatizar es que cada uno debe encontrar su forma de relacionarse con Dios, y esta, para que sea de edificación y bendición para nuestras vidas ha de ser consistente con la forma en que el Creador nos ha formado. Hemos de hallar nuestra forma, nuestra singularidad, y no tratar de encasillarnos en el modelo que otros tienen o que nos han dicho que es el adecuado o correcto. Expresa lo que eres, no trates de forzarte en estructuras que, como la armadura de Saúl, no encajan en tu vida. No dejes que otros te digan cómo has de relacionarte.


¿Has encontrado tu forma de relacionarte con Dios?

 


Como el ciervo suspira por corrientes de agua así, Dios mío, suspiro yo por ti. Estoy sediento De Dios, del Dios vivo, ¿cuándo llegaré a ver el rostro de Dios? (Salmo 42:1-2)

Personalmente pocas veces he sentido eso con respecto a Dios. También he de reconocer que me ha generado no pocos problemas y crisis al contrastar mi experiencia del Señor con la aquí descrita y la que he podido observar en otros seguidores de Jesús. Me costó entender que no todos somos iguales; de hecho, si algo caracteriza la creación de Dios es la variedad y la diversidad, mucho más si cabe en la humanidad.

Y del mismo modo que hay diversidad de seres humanos hay diversas experiencias de Dios y de la relación con Él. En mi caso, por ejemplo, soy una persona que vivo y amo el mundo de las ideas. Veo belleza en las estructuras de pensamiento, en las construcciones ideológicas que dan sentido y nos ayudan a entender un mundo y una realidad humana tan compleja. Lo que me atrae de Dios es la belleza de la visión cristiana del mundo y del ser humano. Como la narrativa bíblica describe con tanta precisión la realidad que vivo y experimento. Eso me lleva al Señor, eso pone de manifiesto mi necesidad de Él y de relacionarme con Él. Crea en mí sed de estar con Dios.

El punto que quiero enfatizar es que cada uno debe encontrar su forma de relacionarse con Dios, y esta, para que sea de edificación y bendición para nuestras vidas ha de ser consistente con la forma en que el Creador nos ha formado. Hemos de hallar nuestra forma, nuestra singularidad, y no tratar de encasillarnos en el modelo que otros tienen o que nos han dicho que es el adecuado o correcto. Expresa lo que eres, no trates de forzarte en estructuras que, como la armadura de Saúl, no encajan en tu vida. No dejes que otros te digan cómo has de relacionarte.


¿Has encontrado tu forma de relacionarte con Dios?