Veían tus ojos como me formaba, en tu libro estaba todo escrito; estaban ya trazados mis días cuando aún no existía ni uno de ellos. (Salmo 139:16)


La Biblia dice una y otra vez que nuestro destino es que Cristo sea formado en nosotros, que cada uno de nosotros desarrollemos en nuestras vidas la forma de pensar, de vivir, el carácter de Jesús. Es es denominado como el hermano mayor de todos nosotros, el prototipo, el primero de una nueva generación de seres humanos, de la familia y pueblo de Dios. Algún día, afirma el apóstol Juan, seremos semejantes a Él, iguales, a Él. Pero todavía no.

Lo bueno de todo lo anteriormente dicho es que Dios no piensa en clones, siempre tiene en mente originales, piezas únicas y singulares, irrepetibles. Eso es lo que deduzco del salmo 139, no hay dos personas como Félix Ortiz (afortunadamente piensan muchos). Soy como soy porque el Padre me ha hecho de esta manera. Atención, pero también soy un ser humano afectado por el pecado. Dicho de otro modo, todo lo de bueno que hay en mí es la imagen del Señor plasmada sobre un original único. Todo lo malo que hay en mí es resultado del pecado expresado sobre ese original único que Dios creó. En resumen, lo bueno y lo malo en mí son singulares porque así lo soy yo. 

Por eso, junto con la misión, el gran trabajo del seguidor de Jesús es poder llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, y eso lo interpreto permitiendo que el hijo de Dios me moldee, trabaje en mí, no para ser un clon, sino aquel proyecto único y singular que tenía en mente cuando me creo y que el pecado hizo inviable.


 



Veían tus ojos como me formaba, en tu libro estaba todo escrito; estaban ya trazados mis días cuando aún no existía ni uno de ellos. (Salmo 139:16)


La Biblia dice una y otra vez que nuestro destino es que Cristo sea formado en nosotros, que cada uno de nosotros desarrollemos en nuestras vidas la forma de pensar, de vivir, el carácter de Jesús. Es es denominado como el hermano mayor de todos nosotros, el prototipo, el primero de una nueva generación de seres humanos, de la familia y pueblo de Dios. Algún día, afirma el apóstol Juan, seremos semejantes a Él, iguales, a Él. Pero todavía no.

Lo bueno de todo lo anteriormente dicho es que Dios no piensa en clones, siempre tiene en mente originales, piezas únicas y singulares, irrepetibles. Eso es lo que deduzco del salmo 139, no hay dos personas como Félix Ortiz (afortunadamente piensan muchos). Soy como soy porque el Padre me ha hecho de esta manera. Atención, pero también soy un ser humano afectado por el pecado. Dicho de otro modo, todo lo de bueno que hay en mí es la imagen del Señor plasmada sobre un original único. Todo lo malo que hay en mí es resultado del pecado expresado sobre ese original único que Dios creó. En resumen, lo bueno y lo malo en mí son singulares porque así lo soy yo. 

Por eso, junto con la misión, el gran trabajo del seguidor de Jesús es poder llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, y eso lo interpreto permitiendo que el hijo de Dios me moldee, trabaje en mí, no para ser un clon, sino aquel proyecto único y singular que tenía en mente cuando me creo y que el pecado hizo inviable.


 



Veían tus ojos como me formaba, en tu libro estaba todo escrito; estaban ya trazados mis días cuando aún no existía ni uno de ellos. (Salmo 139:16)


La Biblia dice una y otra vez que nuestro destino es que Cristo sea formado en nosotros, que cada uno de nosotros desarrollemos en nuestras vidas la forma de pensar, de vivir, el carácter de Jesús. Es es denominado como el hermano mayor de todos nosotros, el prototipo, el primero de una nueva generación de seres humanos, de la familia y pueblo de Dios. Algún día, afirma el apóstol Juan, seremos semejantes a Él, iguales, a Él. Pero todavía no.

Lo bueno de todo lo anteriormente dicho es que Dios no piensa en clones, siempre tiene en mente originales, piezas únicas y singulares, irrepetibles. Eso es lo que deduzco del salmo 139, no hay dos personas como Félix Ortiz (afortunadamente piensan muchos). Soy como soy porque el Padre me ha hecho de esta manera. Atención, pero también soy un ser humano afectado por el pecado. Dicho de otro modo, todo lo de bueno que hay en mí es la imagen del Señor plasmada sobre un original único. Todo lo malo que hay en mí es resultado del pecado expresado sobre ese original único que Dios creó. En resumen, lo bueno y lo malo en mí son singulares porque así lo soy yo. 

Por eso, junto con la misión, el gran trabajo del seguidor de Jesús es poder llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, y eso lo interpreto permitiendo que el hijo de Dios me moldee, trabaje en mí, no para ser un clon, sino aquel proyecto único y singular que tenía en mente cuando me creo y que el pecado hizo inviable.