Toda mi esperanza la tengo puesta en Dios, pues aceptó atender mis ruegos. Mi vida corría peligro, y él me libro de la muerte, me puso sobre la roca, me puso en lugar seguro. Me enseñó un nuevo himno para cantarle alabanzas. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y confiaron en mi Dios. (Salmo 40:1-3)


Aquí, en España, estamos de pleno en la segunda ola de la pandemia. Como habitualmente se dice, llueve sobre mojado. Hubo un momento de euforia en el que estúpidamente pensamos que todo había pasado; ¡Vana ilusión! por usar lenguaje bíblico. La COVID19 nunca se había marchado y se manifestó nuevamente con toda su potencia. La diferencia es que ha encontrado una población desprevenida, cansada mental, física y emocionalmente, con su capacidad de resistencia bajo mínimos. Si a ello añadimos el lamentable y vergonzoso espectáculo diario de la clase política y las nuevas consecuencias sociales, económicas y sanitarios que todo esto traerá ¿Qué debe hacer el ciudadano medio?

Es tiempo de dar esperanza a la gente, no de vanos y ridículos mensajes como "todo irá bien" que son mentiras para los que no quieren afrontar la realidad. Pero solo pueden ofrecer esperanza aquellos que la tienen, que la viven, que la experimentan en medio de la que nos está cayendo y nos caerá encima. Es tiempo para que cada seguidor de Jesús se para y evalúe dónde está su esperanza, de dónde vienen sus fuerzas, dónde puede encontrar la fuente de renovación interna y externa.

Pienso que este es un tiempo para que cada cristiano pueda ser un faro de esperanza en un mundo desesperado. Oro para que a lo largo y ancho de nuestra geografía las personas en nuestros círculos nos vean, no como gente optimista, sino como portadores de esperanza, una esperanza que viene de Dios y es un testimonio para el mundo.


 

Toda mi esperanza la tengo puesta en Dios, pues aceptó atender mis ruegos. Mi vida corría peligro, y él me libro de la muerte, me puso sobre la roca, me puso en lugar seguro. Me enseñó un nuevo himno para cantarle alabanzas. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y confiaron en mi Dios. (Salmo 40:1-3)


Aquí, en España, estamos de pleno en la segunda ola de la pandemia. Como habitualmente se dice, llueve sobre mojado. Hubo un momento de euforia en el que estúpidamente pensamos que todo había pasado; ¡Vana ilusión! por usar lenguaje bíblico. La COVID19 nunca se había marchado y se manifestó nuevamente con toda su potencia. La diferencia es que ha encontrado una población desprevenida, cansada mental, física y emocionalmente, con su capacidad de resistencia bajo mínimos. Si a ello añadimos el lamentable y vergonzoso espectáculo diario de la clase política y las nuevas consecuencias sociales, económicas y sanitarios que todo esto traerá ¿Qué debe hacer el ciudadano medio?

Es tiempo de dar esperanza a la gente, no de vanos y ridículos mensajes como "todo irá bien" que son mentiras para los que no quieren afrontar la realidad. Pero solo pueden ofrecer esperanza aquellos que la tienen, que la viven, que la experimentan en medio de la que nos está cayendo y nos caerá encima. Es tiempo para que cada seguidor de Jesús se para y evalúe dónde está su esperanza, de dónde vienen sus fuerzas, dónde puede encontrar la fuente de renovación interna y externa.

Pienso que este es un tiempo para que cada cristiano pueda ser un faro de esperanza en un mundo desesperado. Oro para que a lo largo y ancho de nuestra geografía las personas en nuestros círculos nos vean, no como gente optimista, sino como portadores de esperanza, una esperanza que viene de Dios y es un testimonio para el mundo.


 

Toda mi esperanza la tengo puesta en Dios, pues aceptó atender mis ruegos. Mi vida corría peligro, y él me libro de la muerte, me puso sobre la roca, me puso en lugar seguro. Me enseñó un nuevo himno para cantarle alabanzas. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y confiaron en mi Dios. (Salmo 40:1-3)


Aquí, en España, estamos de pleno en la segunda ola de la pandemia. Como habitualmente se dice, llueve sobre mojado. Hubo un momento de euforia en el que estúpidamente pensamos que todo había pasado; ¡Vana ilusión! por usar lenguaje bíblico. La COVID19 nunca se había marchado y se manifestó nuevamente con toda su potencia. La diferencia es que ha encontrado una población desprevenida, cansada mental, física y emocionalmente, con su capacidad de resistencia bajo mínimos. Si a ello añadimos el lamentable y vergonzoso espectáculo diario de la clase política y las nuevas consecuencias sociales, económicas y sanitarios que todo esto traerá ¿Qué debe hacer el ciudadano medio?

Es tiempo de dar esperanza a la gente, no de vanos y ridículos mensajes como "todo irá bien" que son mentiras para los que no quieren afrontar la realidad. Pero solo pueden ofrecer esperanza aquellos que la tienen, que la viven, que la experimentan en medio de la que nos está cayendo y nos caerá encima. Es tiempo para que cada seguidor de Jesús se para y evalúe dónde está su esperanza, de dónde vienen sus fuerzas, dónde puede encontrar la fuente de renovación interna y externa.

Pienso que este es un tiempo para que cada cristiano pueda ser un faro de esperanza en un mundo desesperado. Oro para que a lo largo y ancho de nuestra geografía las personas en nuestros círculos nos vean, no como gente optimista, sino como portadores de esperanza, una esperanza que viene de Dios y es un testimonio para el mundo.