Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo. (Salmo 126:5-6)


En una sociedad de inmediatez queremos ver los resultados de lo que hacemos, no hoy, sino ayer. Nos movemos por retorno de nuestra inversión y deseamos que este sea lo más rápido posible. Pero la ley de la siembra y la cosecha nos dice que no puede ser así. El grano debe morir y hay que esperar antes de que de fruto, la impaciencia del sembrador no acelera los procesos naturales. El salmo primero dice que "da su fruto a su tiempo".

He asociado este versículo con la práctica del bien. Hacer el bien, ya lo advertía el apóstol Pablo escribiendo a los gálatas, es cansado. Pocas veces vemos el retorno de nuestras acciones. Nuestro bien parecen pequeñas gotas de agua en un vasto desierto de necesidades de todo tipo. Los recipientes de nuestro bien, con demasiada frecuencia, muestran un desapego y falta de agradecimiento por lo recibido. De hecho varios personajes bíblicos se plantearon si, a la vista de los resultados, vale la pena hacer el bien.

Quiero compartir tres razones para hacerlo. La primera, sin duda la más importante, es que cuando hacemos el bien -sin mirar a quién, de forma indiscriminada- reflejamos el carácter de nuestro Padre y la agradamos con nuestra imitación, del mismo modo que cualquier padre aprecia cuando su hijo le imita. La segunda, porque tenemos la promesa de que en su tiempo segaremos si no desmayamos. Su tiempo puede ser aquí o allá, pero ningún acto de bondad quedará sin que percibamos el impacto que ha tenido. Finalmente, porque hemos de adecuarnos a la ley de la siembra y la cosecha.

¿Cansado de hacer el bien? ¿Cómo pueden ayudarte estas razones?






 



Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo. (Salmo 126:5-6)


En una sociedad de inmediatez queremos ver los resultados de lo que hacemos, no hoy, sino ayer. Nos movemos por retorno de nuestra inversión y deseamos que este sea lo más rápido posible. Pero la ley de la siembra y la cosecha nos dice que no puede ser así. El grano debe morir y hay que esperar antes de que de fruto, la impaciencia del sembrador no acelera los procesos naturales. El salmo primero dice que "da su fruto a su tiempo".

He asociado este versículo con la práctica del bien. Hacer el bien, ya lo advertía el apóstol Pablo escribiendo a los gálatas, es cansado. Pocas veces vemos el retorno de nuestras acciones. Nuestro bien parecen pequeñas gotas de agua en un vasto desierto de necesidades de todo tipo. Los recipientes de nuestro bien, con demasiada frecuencia, muestran un desapego y falta de agradecimiento por lo recibido. De hecho varios personajes bíblicos se plantearon si, a la vista de los resultados, vale la pena hacer el bien.

Quiero compartir tres razones para hacerlo. La primera, sin duda la más importante, es que cuando hacemos el bien -sin mirar a quién, de forma indiscriminada- reflejamos el carácter de nuestro Padre y la agradamos con nuestra imitación, del mismo modo que cualquier padre aprecia cuando su hijo le imita. La segunda, porque tenemos la promesa de que en su tiempo segaremos si no desmayamos. Su tiempo puede ser aquí o allá, pero ningún acto de bondad quedará sin que percibamos el impacto que ha tenido. Finalmente, porque hemos de adecuarnos a la ley de la siembra y la cosecha.

¿Cansado de hacer el bien? ¿Cómo pueden ayudarte estas razones?






 



Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo. (Salmo 126:5-6)


En una sociedad de inmediatez queremos ver los resultados de lo que hacemos, no hoy, sino ayer. Nos movemos por retorno de nuestra inversión y deseamos que este sea lo más rápido posible. Pero la ley de la siembra y la cosecha nos dice que no puede ser así. El grano debe morir y hay que esperar antes de que de fruto, la impaciencia del sembrador no acelera los procesos naturales. El salmo primero dice que "da su fruto a su tiempo".

He asociado este versículo con la práctica del bien. Hacer el bien, ya lo advertía el apóstol Pablo escribiendo a los gálatas, es cansado. Pocas veces vemos el retorno de nuestras acciones. Nuestro bien parecen pequeñas gotas de agua en un vasto desierto de necesidades de todo tipo. Los recipientes de nuestro bien, con demasiada frecuencia, muestran un desapego y falta de agradecimiento por lo recibido. De hecho varios personajes bíblicos se plantearon si, a la vista de los resultados, vale la pena hacer el bien.

Quiero compartir tres razones para hacerlo. La primera, sin duda la más importante, es que cuando hacemos el bien -sin mirar a quién, de forma indiscriminada- reflejamos el carácter de nuestro Padre y la agradamos con nuestra imitación, del mismo modo que cualquier padre aprecia cuando su hijo le imita. La segunda, porque tenemos la promesa de que en su tiempo segaremos si no desmayamos. Su tiempo puede ser aquí o allá, pero ningún acto de bondad quedará sin que percibamos el impacto que ha tenido. Finalmente, porque hemos de adecuarnos a la ley de la siembra y la cosecha.

¿Cansado de hacer el bien? ¿Cómo pueden ayudarte estas razones?






 



Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo. (Salmo 126:5-6)


En una sociedad de inmediatez queremos ver los resultados de lo que hacemos, no hoy, sino ayer. Nos movemos por retorno de nuestra inversión y deseamos que este sea lo más rápido posible. Pero la ley de la siembra y la cosecha nos dice que no puede ser así. El grano debe morir y hay que esperar antes de que de fruto, la impaciencia del sembrador no acelera los procesos naturales. El salmo primero dice que "da su fruto a su tiempo".

He asociado este versículo con la práctica del bien. Hacer el bien, ya lo advertía el apóstol Pablo escribiendo a los gálatas, es cansado. Pocas veces vemos el retorno de nuestras acciones. Nuestro bien parecen pequeñas gotas de agua en un vasto desierto de necesidades de todo tipo. Los recipientes de nuestro bien, con demasiada frecuencia, muestran un desapego y falta de agradecimiento por lo recibido. De hecho varios personajes bíblicos se plantearon si, a la vista de los resultados, vale la pena hacer el bien.

Quiero compartir tres razones para hacerlo. La primera, sin duda la más importante, es que cuando hacemos el bien -sin mirar a quién, de forma indiscriminada- reflejamos el carácter de nuestro Padre y la agradamos con nuestra imitación, del mismo modo que cualquier padre aprecia cuando su hijo le imita. La segunda, porque tenemos la promesa de que en su tiempo segaremos si no desmayamos. Su tiempo puede ser aquí o allá, pero ningún acto de bondad quedará sin que percibamos el impacto que ha tenido. Finalmente, porque hemos de adecuarnos a la ley de la siembra y la cosecha.

¿Cansado de hacer el bien? ¿Cómo pueden ayudarte estas razones?