Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor. (Mateo 9:36)

Mientras que la presencia es física, la proximidad es emocional. Consiste en realmente ver a las personas no con nuestros prejuicios y filtros, sino a través de los ojos de Jesús. Donde los fariseos únicamente veían gente despreciable, moralmente inferiores, condenables, el Señor tenía la capacidad de ver su necesidad, el dolor que les impulsaba, como a nosotros, a conductas destructivas que no llevan a ningún lado. 

Es la capacidad para empatizar con las personas que no tienen una relación personal con Dios. El anónimo autor del libro de los Hebreos, al hablar del sumo sacerdote del Antiguo Pacto, indica lo siguiente: "Puesto que también él es presa de mil debilidades, está en disposición de ser compasivo con los ignorantes y extraviados". Es precisamente nuestra propia vulnerabilidad como seres humanos en proceso de restauración lo que nos permite ser sensibles a la necesidad del hombre sin Dios y a poder empatizar con esa necesidad por encima de las conductas que las personas viven. Entendemos que las mismas, las conductas, son la expresión de un hondo vacío de una necesidad de sentido, propósito, dignidad, valoración, etc. y, por tanto, somos capaces de ver más allá de las mismas al corazón necesitado de Dios. 

El discípulo se esfuerza por desarrollar esa capacidad de ver con los ojos del Padre y sentir con su corazón. Para ello, ha de luchar, como ya he mencionado, con sus prejuicios, sus miedos, sus contradicciones internas, su propio pecado. Solo de este modo a la presencia seguirá la proximidad.

¿Qué ves cuando miras a las personas? ¿Cómo está tu capacidad de empatía?


Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor. (Mateo 9:36)

Mientras que la presencia es física, la proximidad es emocional. Consiste en realmente ver a las personas no con nuestros prejuicios y filtros, sino a través de los ojos de Jesús. Donde los fariseos únicamente veían gente despreciable, moralmente inferiores, condenables, el Señor tenía la capacidad de ver su necesidad, el dolor que les impulsaba, como a nosotros, a conductas destructivas que no llevan a ningún lado. 

Es la capacidad para empatizar con las personas que no tienen una relación personal con Dios. El anónimo autor del libro de los Hebreos, al hablar del sumo sacerdote del Antiguo Pacto, indica lo siguiente: "Puesto que también él es presa de mil debilidades, está en disposición de ser compasivo con los ignorantes y extraviados". Es precisamente nuestra propia vulnerabilidad como seres humanos en proceso de restauración lo que nos permite ser sensibles a la necesidad del hombre sin Dios y a poder empatizar con esa necesidad por encima de las conductas que las personas viven. Entendemos que las mismas, las conductas, son la expresión de un hondo vacío de una necesidad de sentido, propósito, dignidad, valoración, etc. y, por tanto, somos capaces de ver más allá de las mismas al corazón necesitado de Dios. 

El discípulo se esfuerza por desarrollar esa capacidad de ver con los ojos del Padre y sentir con su corazón. Para ello, ha de luchar, como ya he mencionado, con sus prejuicios, sus miedos, sus contradicciones internas, su propio pecado. Solo de este modo a la presencia seguirá la proximidad.

¿Qué ves cuando miras a las personas? ¿Cómo está tu capacidad de empatía?


Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor. (Mateo 9:36)

Mientras que la presencia es física, la proximidad es emocional. Consiste en realmente ver a las personas no con nuestros prejuicios y filtros, sino a través de los ojos de Jesús. Donde los fariseos únicamente veían gente despreciable, moralmente inferiores, condenables, el Señor tenía la capacidad de ver su necesidad, el dolor que les impulsaba, como a nosotros, a conductas destructivas que no llevan a ningún lado. 

Es la capacidad para empatizar con las personas que no tienen una relación personal con Dios. El anónimo autor del libro de los Hebreos, al hablar del sumo sacerdote del Antiguo Pacto, indica lo siguiente: "Puesto que también él es presa de mil debilidades, está en disposición de ser compasivo con los ignorantes y extraviados". Es precisamente nuestra propia vulnerabilidad como seres humanos en proceso de restauración lo que nos permite ser sensibles a la necesidad del hombre sin Dios y a poder empatizar con esa necesidad por encima de las conductas que las personas viven. Entendemos que las mismas, las conductas, son la expresión de un hondo vacío de una necesidad de sentido, propósito, dignidad, valoración, etc. y, por tanto, somos capaces de ver más allá de las mismas al corazón necesitado de Dios. 

El discípulo se esfuerza por desarrollar esa capacidad de ver con los ojos del Padre y sentir con su corazón. Para ello, ha de luchar, como ya he mencionado, con sus prejuicios, sus miedos, sus contradicciones internas, su propio pecado. Solo de este modo a la presencia seguirá la proximidad.

¿Qué ves cuando miras a las personas? ¿Cómo está tu capacidad de empatía?