De hecho, cargo con nuestros males, soportó nuestros dolores, y pensábamos que era castigado, herido por Dios y humillado. Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos cuidados. (Isaías 53:4.5)

Alan Hirsch, a quien ya he mencionado anteriormente, en su modelo misional describe la pasión como la responsabilidad que tiene el discípulo de responder a las necesidades de un mundo roto. Hacerlo en imitación de Jesús, el Maestro, quien como nos dice el libro de Hechos, anduvo haciendo bien a todos y Dios estaba con Él. Cuando estamos presentes de forma intencional esto nos ll eva a la proximidad, es decir, a la identificación con las necesidades de nuestro prójimo, a la empatía. Esta última nos llama a colaborar con el Señor para suplir, en la medida de nuestras posibilidades las necesidades espirituales, emocionales, materiales, sociales, etc. de aquellos con quienes estamos interactuando.

Nuestro Dios por medio de la Encarnación nos mostró que no era indiferente a la realidad de un mundo roto por el pecado. Del mismo modo nos invita y espera de nosotros que nos unamos a Él en el ministerio de la restauración y la reconciliación. Vamos a bajarlo a la práctica. Dios te ha colocado en determinados entornos o ámbitos (presencia), miras a tu alrededor de forma intencional y ves a las personas con los ojos del Maestro (proximidad), te preguntas y le preguntas a Dios ¿De qué modo, de tu parte, puedo bendecir a estas personas, qué necesidades puedo aliviar, de qué modo puedo hacerles bien como tú hiciste cuando visite entre nosotros? (pasión).

Nuevamente quiero enfatizar que cada mañana no nos levantamos para únicamente ir a nuestras ocupaciones, el discípulo se levanta para ir a la misión y llevar el Reino del Señor a ese mundo necesitado.

¿Qué necesidades hay en tu entorno, qué puedes y debes hacer al respecto?

 


De hecho, cargo con nuestros males, soportó nuestros dolores, y pensábamos que era castigado, herido por Dios y humillado. Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos cuidados. (Isaías 53:4.5)

Alan Hirsch, a quien ya he mencionado anteriormente, en su modelo misional describe la pasión como la responsabilidad que tiene el discípulo de responder a las necesidades de un mundo roto. Hacerlo en imitación de Jesús, el Maestro, quien como nos dice el libro de Hechos, anduvo haciendo bien a todos y Dios estaba con Él. Cuando estamos presentes de forma intencional esto nos ll eva a la proximidad, es decir, a la identificación con las necesidades de nuestro prójimo, a la empatía. Esta última nos llama a colaborar con el Señor para suplir, en la medida de nuestras posibilidades las necesidades espirituales, emocionales, materiales, sociales, etc. de aquellos con quienes estamos interactuando.

Nuestro Dios por medio de la Encarnación nos mostró que no era indiferente a la realidad de un mundo roto por el pecado. Del mismo modo nos invita y espera de nosotros que nos unamos a Él en el ministerio de la restauración y la reconciliación. Vamos a bajarlo a la práctica. Dios te ha colocado en determinados entornos o ámbitos (presencia), miras a tu alrededor de forma intencional y ves a las personas con los ojos del Maestro (proximidad), te preguntas y le preguntas a Dios ¿De qué modo, de tu parte, puedo bendecir a estas personas, qué necesidades puedo aliviar, de qué modo puedo hacerles bien como tú hiciste cuando visite entre nosotros? (pasión).

Nuevamente quiero enfatizar que cada mañana no nos levantamos para únicamente ir a nuestras ocupaciones, el discípulo se levanta para ir a la misión y llevar el Reino del Señor a ese mundo necesitado.

¿Qué necesidades hay en tu entorno, qué puedes y debes hacer al respecto?

 


De hecho, cargo con nuestros males, soportó nuestros dolores, y pensábamos que era castigado, herido por Dios y humillado. Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos cuidados. (Isaías 53:4.5)

Alan Hirsch, a quien ya he mencionado anteriormente, en su modelo misional describe la pasión como la responsabilidad que tiene el discípulo de responder a las necesidades de un mundo roto. Hacerlo en imitación de Jesús, el Maestro, quien como nos dice el libro de Hechos, anduvo haciendo bien a todos y Dios estaba con Él. Cuando estamos presentes de forma intencional esto nos ll eva a la proximidad, es decir, a la identificación con las necesidades de nuestro prójimo, a la empatía. Esta última nos llama a colaborar con el Señor para suplir, en la medida de nuestras posibilidades las necesidades espirituales, emocionales, materiales, sociales, etc. de aquellos con quienes estamos interactuando.

Nuestro Dios por medio de la Encarnación nos mostró que no era indiferente a la realidad de un mundo roto por el pecado. Del mismo modo nos invita y espera de nosotros que nos unamos a Él en el ministerio de la restauración y la reconciliación. Vamos a bajarlo a la práctica. Dios te ha colocado en determinados entornos o ámbitos (presencia), miras a tu alrededor de forma intencional y ves a las personas con los ojos del Maestro (proximidad), te preguntas y le preguntas a Dios ¿De qué modo, de tu parte, puedo bendecir a estas personas, qué necesidades puedo aliviar, de qué modo puedo hacerles bien como tú hiciste cuando visite entre nosotros? (pasión).

Nuevamente quiero enfatizar que cada mañana no nos levantamos para únicamente ir a nuestras ocupaciones, el discípulo se levanta para ir a la misión y llevar el Reino del Señor a ese mundo necesitado.

¿Qué necesidades hay en tu entorno, qué puedes y debes hacer al respecto?