La segunda cosa que llama la atención es la tentación (De nuevo, mira Génesis 3:1-6) . La serpiente se acerca a Eva cuestionando las motivaciones de Dios al pedir que no comieran del fruto del árbol prohibido. En mi opinión, al decretar semejante prohibición el Señor estaba concediéndole al ser humano la libertad de escoger algo, que como ya expresé, es necesario para poder tener esa relación significativa que Dios buscaba. Al mismo tiempo, el decreto del Señor tiene como propósito determinar de forma clara las responsabilidades que se derivarían de un acto de desobediencia. Ya hemos hablado que libertad y responsabilidad son binomios inseparables. Además, explicando las consecuencias que traería consigo el quebrantamiento del mandato de Dios, Él estaba protegiendo al ser humano de repercusiones indeseadas -la muerte- derivadas de su conducta.

Pero la serpiente cuestiona todas estas motivaciones. Coloca la duda en la mente de Eva acerca de la bondad que Dios haya podido tener a la hora de hacer semejante prohibición y, a la vez, miente de forma descarada acerca de las consecuencias del acto de desobediencia. Afirma que no solamente no morirán, sino que serán como Dios, conocedores del bien y del mal. 

La gran tentación del ser humano es ser igual a Dios. Eso implica sustraerse de su autoridad y su jurisdicción, convertirse él mismo en el centro de su propio universo desplazando al Señor de esa posición central. El ser humano recibe la tentación de ser autónomo, independiente, su propio dios y rey. Este ser igual a Dios se plasma en el conocimiento del bien y del mal por ellos mismos. Pero miremos bien el contexto. Ambos sabían lo que era el bien y era el mal ya que el Señor lo había decretado y explicado. Sin embargo, no lo habían experimentado en su propia realidad.

Ser iguales a Dios significa que ellos mismos determinarán qué es el bien y qué es el mal. Ya no será el Señor quien lo determine. Ya no habrá una autoridad externa que tome esas decisiones. Ahora bien, cuando no existe esa autoridad externa ¿Cómo puede el ser humano determinar el bien y el mal? Parece fácil, el bien es aquello que me favorece, gratifica o interesa. El mal es lo contrario. ¿Cómo puede ser bueno algo que va contra mis intereses, deseos, impulsos o beneficios? ¿Cómo puede ser malo lo contrario? El libro de Jueces en 21:25 lo define con total claridad, Porque era un tiempo en que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le venía en gana. Cuando no hay autoridad externa cada uno determina su propio bien. Eso se llama relativismo. 

¿Cuál es en la práctica tu criterio para decidir qué es correcto e incorrecto?




 





La segunda cosa que llama la atención es la tentación (De nuevo, mira Génesis 3:1-6) . La serpiente se acerca a Eva cuestionando las motivaciones de Dios al pedir que no comieran del fruto del árbol prohibido. En mi opinión, al decretar semejante prohibición el Señor estaba concediéndole al ser humano la libertad de escoger algo, que como ya expresé, es necesario para poder tener esa relación significativa que Dios buscaba. Al mismo tiempo, el decreto del Señor tiene como propósito determinar de forma clara las responsabilidades que se derivarían de un acto de desobediencia. Ya hemos hablado que libertad y responsabilidad son binomios inseparables. Además, explicando las consecuencias que traería consigo el quebrantamiento del mandato de Dios, Él estaba protegiendo al ser humano de repercusiones indeseadas -la muerte- derivadas de su conducta.

Pero la serpiente cuestiona todas estas motivaciones. Coloca la duda en la mente de Eva acerca de la bondad que Dios haya podido tener a la hora de hacer semejante prohibición y, a la vez, miente de forma descarada acerca de las consecuencias del acto de desobediencia. Afirma que no solamente no morirán, sino que serán como Dios, conocedores del bien y del mal. 

La gran tentación del ser humano es ser igual a Dios. Eso implica sustraerse de su autoridad y su jurisdicción, convertirse él mismo en el centro de su propio universo desplazando al Señor de esa posición central. El ser humano recibe la tentación de ser autónomo, independiente, su propio dios y rey. Este ser igual a Dios se plasma en el conocimiento del bien y del mal por ellos mismos. Pero miremos bien el contexto. Ambos sabían lo que era el bien y era el mal ya que el Señor lo había decretado y explicado. Sin embargo, no lo habían experimentado en su propia realidad.

Ser iguales a Dios significa que ellos mismos determinarán qué es el bien y qué es el mal. Ya no será el Señor quien lo determine. Ya no habrá una autoridad externa que tome esas decisiones. Ahora bien, cuando no existe esa autoridad externa ¿Cómo puede el ser humano determinar el bien y el mal? Parece fácil, el bien es aquello que me favorece, gratifica o interesa. El mal es lo contrario. ¿Cómo puede ser bueno algo que va contra mis intereses, deseos, impulsos o beneficios? ¿Cómo puede ser malo lo contrario? El libro de Jueces en 21:25 lo define con total claridad, Porque era un tiempo en que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le venía en gana. Cuando no hay autoridad externa cada uno determina su propio bien. Eso se llama relativismo. 

¿Cuál es en la práctica tu criterio para decidir qué es correcto e incorrecto?




 





La segunda cosa que llama la atención es la tentación (De nuevo, mira Génesis 3:1-6) . La serpiente se acerca a Eva cuestionando las motivaciones de Dios al pedir que no comieran del fruto del árbol prohibido. En mi opinión, al decretar semejante prohibición el Señor estaba concediéndole al ser humano la libertad de escoger algo, que como ya expresé, es necesario para poder tener esa relación significativa que Dios buscaba. Al mismo tiempo, el decreto del Señor tiene como propósito determinar de forma clara las responsabilidades que se derivarían de un acto de desobediencia. Ya hemos hablado que libertad y responsabilidad son binomios inseparables. Además, explicando las consecuencias que traería consigo el quebrantamiento del mandato de Dios, Él estaba protegiendo al ser humano de repercusiones indeseadas -la muerte- derivadas de su conducta.

Pero la serpiente cuestiona todas estas motivaciones. Coloca la duda en la mente de Eva acerca de la bondad que Dios haya podido tener a la hora de hacer semejante prohibición y, a la vez, miente de forma descarada acerca de las consecuencias del acto de desobediencia. Afirma que no solamente no morirán, sino que serán como Dios, conocedores del bien y del mal. 

La gran tentación del ser humano es ser igual a Dios. Eso implica sustraerse de su autoridad y su jurisdicción, convertirse él mismo en el centro de su propio universo desplazando al Señor de esa posición central. El ser humano recibe la tentación de ser autónomo, independiente, su propio dios y rey. Este ser igual a Dios se plasma en el conocimiento del bien y del mal por ellos mismos. Pero miremos bien el contexto. Ambos sabían lo que era el bien y era el mal ya que el Señor lo había decretado y explicado. Sin embargo, no lo habían experimentado en su propia realidad.

Ser iguales a Dios significa que ellos mismos determinarán qué es el bien y qué es el mal. Ya no será el Señor quien lo determine. Ya no habrá una autoridad externa que tome esas decisiones. Ahora bien, cuando no existe esa autoridad externa ¿Cómo puede el ser humano determinar el bien y el mal? Parece fácil, el bien es aquello que me favorece, gratifica o interesa. El mal es lo contrario. ¿Cómo puede ser bueno algo que va contra mis intereses, deseos, impulsos o beneficios? ¿Cómo puede ser malo lo contrario? El libro de Jueces en 21:25 lo define con total claridad, Porque era un tiempo en que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le venía en gana. Cuando no hay autoridad externa cada uno determina su propio bien. Eso se llama relativismo. 

¿Cuál es en la práctica tu criterio para decidir qué es correcto e incorrecto?