Me devuelve mal por bien, todos me han abandonado. (Salmo 35)


He leído que los salmos expresan los diferentes estados del alma humana y, por tanto, pueden ser usados como oraciones que nos ayudan a canalizarlos y verbalizarlos. Al leer este poema de David he pensado en tantas veces en que me he sentido injustamente tratado por aquellos que, al menos según mi perspectiva, habían recibido un buen trato por mi parte (He de reconocer que no he pensado de forma recíproca, es decir, cuántos que me he han hecho bien han sentido que yo no he estado a al altura de sus expectativas y no les he devuelto el mismo trato)

Cuando este sucede, es decir, cuando hemos recibido un trato que consideramos inmerecido, son muchos los estados del alma que se generan y son precisamente los que en este salmo expresa David; injusticia, abandono, perplejidad, angustia, ira, amargura. Entiendo que todos ellos son normales porque son humanos, la cuestión es ¿Qué podemos hacer con ellos para evitar que nos hundan en la miseria y pudran nuestro corazón? Ignorarlos ni podemos ni debemos. Reprimirlos no es saludable, es disfuncional y no hace que desaparezcan, simplemente los sepultan en nuestro interior donde continúan generando podredumbre emocional y espiritual. Sólo queda la estrategia del salmista, verbalizar, hablarlos con el Señor y confiar en el juicio -afortunadamente misericordioso- que ejercerá sobre cada ser humano. Y digo afortunadamente porque, como indicaba anteriormente, soy muy pronto a identificar las ofensas que he recibido y bastante tardo para identificar las que he infringido a otros.


¿Hay situaciones en tu vida que reflejan el sentir del salmista? ¿Cómo puedes gestionarlas usando los principios que enseña el salmo?



Me devuelve mal por bien, todos me han abandonado. (Salmo 35)


He leído que los salmos expresan los diferentes estados del alma humana y, por tanto, pueden ser usados como oraciones que nos ayudan a canalizarlos y verbalizarlos. Al leer este poema de David he pensado en tantas veces en que me he sentido injustamente tratado por aquellos que, al menos según mi perspectiva, habían recibido un buen trato por mi parte (He de reconocer que no he pensado de forma recíproca, es decir, cuántos que me he han hecho bien han sentido que yo no he estado a al altura de sus expectativas y no les he devuelto el mismo trato)

Cuando este sucede, es decir, cuando hemos recibido un trato que consideramos inmerecido, son muchos los estados del alma que se generan y son precisamente los que en este salmo expresa David; injusticia, abandono, perplejidad, angustia, ira, amargura. Entiendo que todos ellos son normales porque son humanos, la cuestión es ¿Qué podemos hacer con ellos para evitar que nos hundan en la miseria y pudran nuestro corazón? Ignorarlos ni podemos ni debemos. Reprimirlos no es saludable, es disfuncional y no hace que desaparezcan, simplemente los sepultan en nuestro interior donde continúan generando podredumbre emocional y espiritual. Sólo queda la estrategia del salmista, verbalizar, hablarlos con el Señor y confiar en el juicio -afortunadamente misericordioso- que ejercerá sobre cada ser humano. Y digo afortunadamente porque, como indicaba anteriormente, soy muy pronto a identificar las ofensas que he recibido y bastante tardo para identificar las que he infringido a otros.


¿Hay situaciones en tu vida que reflejan el sentir del salmista? ¿Cómo puedes gestionarlas usando los principios que enseña el salmo?



Me devuelve mal por bien, todos me han abandonado. (Salmo 35)


He leído que los salmos expresan los diferentes estados del alma humana y, por tanto, pueden ser usados como oraciones que nos ayudan a canalizarlos y verbalizarlos. Al leer este poema de David he pensado en tantas veces en que me he sentido injustamente tratado por aquellos que, al menos según mi perspectiva, habían recibido un buen trato por mi parte (He de reconocer que no he pensado de forma recíproca, es decir, cuántos que me he han hecho bien han sentido que yo no he estado a al altura de sus expectativas y no les he devuelto el mismo trato)

Cuando este sucede, es decir, cuando hemos recibido un trato que consideramos inmerecido, son muchos los estados del alma que se generan y son precisamente los que en este salmo expresa David; injusticia, abandono, perplejidad, angustia, ira, amargura. Entiendo que todos ellos son normales porque son humanos, la cuestión es ¿Qué podemos hacer con ellos para evitar que nos hundan en la miseria y pudran nuestro corazón? Ignorarlos ni podemos ni debemos. Reprimirlos no es saludable, es disfuncional y no hace que desaparezcan, simplemente los sepultan en nuestro interior donde continúan generando podredumbre emocional y espiritual. Sólo queda la estrategia del salmista, verbalizar, hablarlos con el Señor y confiar en el juicio -afortunadamente misericordioso- que ejercerá sobre cada ser humano. Y digo afortunadamente porque, como indicaba anteriormente, soy muy pronto a identificar las ofensas que he recibido y bastante tardo para identificar las que he infringido a otros.


¿Hay situaciones en tu vida que reflejan el sentir del salmista? ¿Cómo puedes gestionarlas usando los principios que enseña el salmo?