He reflexionado sobre mi conducta, me comporto según tus mandamientos. (Salmo 119:59)


Hay que cumplir los mandamientos del Señor. Él está atento y controlando a cada persona que se identifica como cristiana para ver el grado de obediencia, y presto para castigar a aquellos que por acción u omisión se los salten. Siempre hay ojo observador, consecuentemente, hemos de ir con cuidado. Es una relación basada en el miedo y la desconfianza.

Por burdo que pueda parecer el párrafo anterior refleja la relación que muchas personas tienen establecida con el Señor. Una relación basada en el miedo, la inseguridad y la desconfianza. Dios continúa siendo percibido como el juez implacable, no como el Padre amoroso. Ya lo decía bien el apóstol Juan, el amor echa fuera el miedo; el que tiene miedo no ha entendido para nada el amor.

Yo creo, y así lo he experimentado una y otra vez, que sus mandamientos traen vida. Que Dios es un Dios de amor, gracia y compasión y que cada uno de sus preceptos refleja su carácter y tienen como motivación, no amargarnos la vida, antes al contrario bendecirnos y restaurar en nosotros Su imagen, eliminando por medio de sus mandatos las consecuencias desastrosas del pecado en nuestras vidas.

Hoy pienso en Dios como un restaurador de arte. Esos especialistas que vuelven a la vida preciosas obras que el tiempo u otros factores han dañado haciéndoles perder su belleza y capacidad. Sin duda, en ocasiones, de forma dolorosa, pero siempre con una intención de amor.

¿Qué aspectos de tu vida necesitas poner en las manos del gran restaurador?

 



He reflexionado sobre mi conducta, me comporto según tus mandamientos. (Salmo 119:59)


Hay que cumplir los mandamientos del Señor. Él está atento y controlando a cada persona que se identifica como cristiana para ver el grado de obediencia, y presto para castigar a aquellos que por acción u omisión se los salten. Siempre hay ojo observador, consecuentemente, hemos de ir con cuidado. Es una relación basada en el miedo y la desconfianza.

Por burdo que pueda parecer el párrafo anterior refleja la relación que muchas personas tienen establecida con el Señor. Una relación basada en el miedo, la inseguridad y la desconfianza. Dios continúa siendo percibido como el juez implacable, no como el Padre amoroso. Ya lo decía bien el apóstol Juan, el amor echa fuera el miedo; el que tiene miedo no ha entendido para nada el amor.

Yo creo, y así lo he experimentado una y otra vez, que sus mandamientos traen vida. Que Dios es un Dios de amor, gracia y compasión y que cada uno de sus preceptos refleja su carácter y tienen como motivación, no amargarnos la vida, antes al contrario bendecirnos y restaurar en nosotros Su imagen, eliminando por medio de sus mandatos las consecuencias desastrosas del pecado en nuestras vidas.

Hoy pienso en Dios como un restaurador de arte. Esos especialistas que vuelven a la vida preciosas obras que el tiempo u otros factores han dañado haciéndoles perder su belleza y capacidad. Sin duda, en ocasiones, de forma dolorosa, pero siempre con una intención de amor.

¿Qué aspectos de tu vida necesitas poner en las manos del gran restaurador?

 



He reflexionado sobre mi conducta, me comporto según tus mandamientos. (Salmo 119:59)


Hay que cumplir los mandamientos del Señor. Él está atento y controlando a cada persona que se identifica como cristiana para ver el grado de obediencia, y presto para castigar a aquellos que por acción u omisión se los salten. Siempre hay ojo observador, consecuentemente, hemos de ir con cuidado. Es una relación basada en el miedo y la desconfianza.

Por burdo que pueda parecer el párrafo anterior refleja la relación que muchas personas tienen establecida con el Señor. Una relación basada en el miedo, la inseguridad y la desconfianza. Dios continúa siendo percibido como el juez implacable, no como el Padre amoroso. Ya lo decía bien el apóstol Juan, el amor echa fuera el miedo; el que tiene miedo no ha entendido para nada el amor.

Yo creo, y así lo he experimentado una y otra vez, que sus mandamientos traen vida. Que Dios es un Dios de amor, gracia y compasión y que cada uno de sus preceptos refleja su carácter y tienen como motivación, no amargarnos la vida, antes al contrario bendecirnos y restaurar en nosotros Su imagen, eliminando por medio de sus mandatos las consecuencias desastrosas del pecado en nuestras vidas.

Hoy pienso en Dios como un restaurador de arte. Esos especialistas que vuelven a la vida preciosas obras que el tiempo u otros factores han dañado haciéndoles perder su belleza y capacidad. Sin duda, en ocasiones, de forma dolorosa, pero siempre con una intención de amor.

¿Qué aspectos de tu vida necesitas poner en las manos del gran restaurador?