Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca (Salmo 105:5)


Todo el salmo 105 es una invitación para que Israel recuerde la intervención del Señor en su historia. Hasta el día de hoy es práctica común entre los pueblos levantar memoriales para recordar hitos importantes de su historia, algunos muy positivos, otros tristes, como el memorial de Berlín del holocausto judío que ilustra la fotografía de esta entrada. 

Recordar, al menos como con tanta frecuencia lo sugieren los salmos, tiene un doble propósito. Por un lado, celebrar la intervención del Señor en nuestra historia personal. Reconocer su presencia en acontecimientos en los que esta es evidente. Tratar de discernirla en otros que, en ocasiones, hemos atribuido al azar o la casualidad. Darle gracias por ello. No porque Él lo necesite, nuestra gratitud nada le añade al Señor; sino porque es necesario para nuestro corazón ya que le aporta contentamiento y conciencia de Dios en nuestra experiencia. 

Por otro lado, porque como también indican los salmos, nos puede servir de ayudar para ver qué ha pasado con nuestro seguimiento de Jesús, en qué momento, qué circunstancias, qué personas nos han llevado a una realidad en la que el Maestro y nosotros mismos estamos distanciados, lo hemos perdido de vista, nos hemos desorientado y estamos siguiendo otros camino y otros maestros. 

No abogo por la nostalgia. No abogo por los perdidos buenos tiempos. No abogo por volver al pasado. Abogo por recordar para celebrar o rectificar pero, siempre para seguir adelante, para que día a día Cristo sea más formado en nosotros.

 



Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca (Salmo 105:5)


Todo el salmo 105 es una invitación para que Israel recuerde la intervención del Señor en su historia. Hasta el día de hoy es práctica común entre los pueblos levantar memoriales para recordar hitos importantes de su historia, algunos muy positivos, otros tristes, como el memorial de Berlín del holocausto judío que ilustra la fotografía de esta entrada. 

Recordar, al menos como con tanta frecuencia lo sugieren los salmos, tiene un doble propósito. Por un lado, celebrar la intervención del Señor en nuestra historia personal. Reconocer su presencia en acontecimientos en los que esta es evidente. Tratar de discernirla en otros que, en ocasiones, hemos atribuido al azar o la casualidad. Darle gracias por ello. No porque Él lo necesite, nuestra gratitud nada le añade al Señor; sino porque es necesario para nuestro corazón ya que le aporta contentamiento y conciencia de Dios en nuestra experiencia. 

Por otro lado, porque como también indican los salmos, nos puede servir de ayudar para ver qué ha pasado con nuestro seguimiento de Jesús, en qué momento, qué circunstancias, qué personas nos han llevado a una realidad en la que el Maestro y nosotros mismos estamos distanciados, lo hemos perdido de vista, nos hemos desorientado y estamos siguiendo otros camino y otros maestros. 

No abogo por la nostalgia. No abogo por los perdidos buenos tiempos. No abogo por volver al pasado. Abogo por recordar para celebrar o rectificar pero, siempre para seguir adelante, para que día a día Cristo sea más formado en nosotros.

 



Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca (Salmo 105:5)


Todo el salmo 105 es una invitación para que Israel recuerde la intervención del Señor en su historia. Hasta el día de hoy es práctica común entre los pueblos levantar memoriales para recordar hitos importantes de su historia, algunos muy positivos, otros tristes, como el memorial de Berlín del holocausto judío que ilustra la fotografía de esta entrada. 

Recordar, al menos como con tanta frecuencia lo sugieren los salmos, tiene un doble propósito. Por un lado, celebrar la intervención del Señor en nuestra historia personal. Reconocer su presencia en acontecimientos en los que esta es evidente. Tratar de discernirla en otros que, en ocasiones, hemos atribuido al azar o la casualidad. Darle gracias por ello. No porque Él lo necesite, nuestra gratitud nada le añade al Señor; sino porque es necesario para nuestro corazón ya que le aporta contentamiento y conciencia de Dios en nuestra experiencia. 

Por otro lado, porque como también indican los salmos, nos puede servir de ayudar para ver qué ha pasado con nuestro seguimiento de Jesús, en qué momento, qué circunstancias, qué personas nos han llevado a una realidad en la que el Maestro y nosotros mismos estamos distanciados, lo hemos perdido de vista, nos hemos desorientado y estamos siguiendo otros camino y otros maestros. 

No abogo por la nostalgia. No abogo por los perdidos buenos tiempos. No abogo por volver al pasado. Abogo por recordar para celebrar o rectificar pero, siempre para seguir adelante, para que día a día Cristo sea más formado en nosotros.