¿Hasta cuándo Señor? ¿Vas a olvidarme para siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo estaré intranquilo?... Yo en tu bondad confío. Mi corazón se regocija en tu salvación Cantaré al Señor que me ha favorecido. (Salmo 13: 1 y 6)


En ocasiones no es fácil compaginar la realidad con la fe o confianza en Dios. Esta dificultad nos lleva al desequilibrio al poner el énfasis en una en detrimento de la otra. Nos podemos centrar en una realidad abrumadora, en escenarios oscuros y, consecuentemente, perder de vista a Dios y sumirnos en el desánimo. Es justo lo que le pasa a David en la primera parte del salmo. Pero también existe la fe ingenua que todo lo soluciona a golpe de versículo bíblico sin pararse a pensar en las dificultades que hay a su alrededor.

Pienso que el salmista nos enseña una y otra vez en sus composiciones que no se trata de una cosa u otra sino de ambas. La fe madura no ignora la realidad, la conoce, la reconoce y luego la gestiona con Dios. No entierra la cabeza como hace un avestruz pensando que así el peligro desaparecerá. No es la actitud de "ojos que no ven, corazón que no sufre". La fe madura expresa con brutal honestidad lo que ve, lo que siente, lo que experimenta; pero no se queda ahí. La fe madura se eleva por encima de esa realidad que no niega y reconoce el carácter de Dios y su control sobre la historia. La fe madura sufre, pero en medio de ese sufrimiento encuentra al Señor y experimenta su presencia aunque la realidad no cambie.

¿Cómo es tu fe?


 



¿Hasta cuándo Señor? ¿Vas a olvidarme para siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo estaré intranquilo?... Yo en tu bondad confío. Mi corazón se regocija en tu salvación Cantaré al Señor que me ha favorecido. (Salmo 13: 1 y 6)


En ocasiones no es fácil compaginar la realidad con la fe o confianza en Dios. Esta dificultad nos lleva al desequilibrio al poner el énfasis en una en detrimento de la otra. Nos podemos centrar en una realidad abrumadora, en escenarios oscuros y, consecuentemente, perder de vista a Dios y sumirnos en el desánimo. Es justo lo que le pasa a David en la primera parte del salmo. Pero también existe la fe ingenua que todo lo soluciona a golpe de versículo bíblico sin pararse a pensar en las dificultades que hay a su alrededor.

Pienso que el salmista nos enseña una y otra vez en sus composiciones que no se trata de una cosa u otra sino de ambas. La fe madura no ignora la realidad, la conoce, la reconoce y luego la gestiona con Dios. No entierra la cabeza como hace un avestruz pensando que así el peligro desaparecerá. No es la actitud de "ojos que no ven, corazón que no sufre". La fe madura expresa con brutal honestidad lo que ve, lo que siente, lo que experimenta; pero no se queda ahí. La fe madura se eleva por encima de esa realidad que no niega y reconoce el carácter de Dios y su control sobre la historia. La fe madura sufre, pero en medio de ese sufrimiento encuentra al Señor y experimenta su presencia aunque la realidad no cambie.

¿Cómo es tu fe?


 



¿Hasta cuándo Señor? ¿Vas a olvidarme para siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo estaré intranquilo?... Yo en tu bondad confío. Mi corazón se regocija en tu salvación Cantaré al Señor que me ha favorecido. (Salmo 13: 1 y 6)


En ocasiones no es fácil compaginar la realidad con la fe o confianza en Dios. Esta dificultad nos lleva al desequilibrio al poner el énfasis en una en detrimento de la otra. Nos podemos centrar en una realidad abrumadora, en escenarios oscuros y, consecuentemente, perder de vista a Dios y sumirnos en el desánimo. Es justo lo que le pasa a David en la primera parte del salmo. Pero también existe la fe ingenua que todo lo soluciona a golpe de versículo bíblico sin pararse a pensar en las dificultades que hay a su alrededor.

Pienso que el salmista nos enseña una y otra vez en sus composiciones que no se trata de una cosa u otra sino de ambas. La fe madura no ignora la realidad, la conoce, la reconoce y luego la gestiona con Dios. No entierra la cabeza como hace un avestruz pensando que así el peligro desaparecerá. No es la actitud de "ojos que no ven, corazón que no sufre". La fe madura expresa con brutal honestidad lo que ve, lo que siente, lo que experimenta; pero no se queda ahí. La fe madura se eleva por encima de esa realidad que no niega y reconoce el carácter de Dios y su control sobre la historia. La fe madura sufre, pero en medio de ese sufrimiento encuentra al Señor y experimenta su presencia aunque la realidad no cambie.

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