Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón,
pruébame, penetra mis pensamientos;

mira si me conduzco mal
y guíame por el camino eterno. (Salmo 139:23-24)


La ventana de Johahi, aquí representada, es un instrumento creado por dos psicólogos norteamericanos para ayudarnos a comprender cómo procesamos la realidad.

Como podemos ver tiene cuatro cuadrantes que representarían las cuatro dimensiones de la realidad. Hay muchas explicaciones de este instrumento en Internet, por tanto, no voy a dedicar tiempo a comentarlo, una simple búsqueda en Google puede ayudar.

Pero si quisiera centrar mi atención en el cuadrante denominado: "parte ciega", que es definido como aquello que los demás ven de nosotros mismos pero, al mismo tiempo, nosotros carecemos de conciencia de ello. No lo vemos y no lo podemos ver, a menos, que alguien nos lo indique. Pondré un ejemplo. Imaginemos que yo llevo una gran mancha en mi camisa en la espalda, junto con un gran roto en la parte trasera de mi pantalón que deja ver el rojo brillante de mi ropa interior.. Un mancha realmente escandalosa y una ropa interior asombrosa. Yo me voy moviendo con soltura por una sala llena de personas. Estas lo ven, se dan cuenta de la situación, incluso lo comentan entre ellas. Sin embargo, nadie me dice nada al respecto. Quizás por miedo, por decoro, por no avergonzarme, porque se lo están pasando muy bien con mi ridículo y, así, tantas razones como queramos pensar. El punto que es no puedo tener conciencia de esa parte de mi realidad a menos que reciba retroalimentación que me ayuda a percibirla.

Hay muchos puntos ciegos en nuestra vida que Dios ve y de los cuales nosotros no somos ni siquiera conscientes. Y no lo tendremos a menos que permitamos que el Señor nos de retroalimentación, nosotros la busquemos intencionalmente y estemos dispuestos a escucharla, recibirla y cambiar. Todos tenemos esos puntos ciegos, puntos que no cambiarán si la intervención de Dios, y está será posible si seguimos las recomendaciones de este salmo.




 



Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón,
pruébame, penetra mis pensamientos;

mira si me conduzco mal
y guíame por el camino eterno. (Salmo 139:23-24)


La ventana de Johahi, aquí representada, es un instrumento creado por dos psicólogos norteamericanos para ayudarnos a comprender cómo procesamos la realidad.

Como podemos ver tiene cuatro cuadrantes que representarían las cuatro dimensiones de la realidad. Hay muchas explicaciones de este instrumento en Internet, por tanto, no voy a dedicar tiempo a comentarlo, una simple búsqueda en Google puede ayudar.

Pero si quisiera centrar mi atención en el cuadrante denominado: "parte ciega", que es definido como aquello que los demás ven de nosotros mismos pero, al mismo tiempo, nosotros carecemos de conciencia de ello. No lo vemos y no lo podemos ver, a menos, que alguien nos lo indique. Pondré un ejemplo. Imaginemos que yo llevo una gran mancha en mi camisa en la espalda, junto con un gran roto en la parte trasera de mi pantalón que deja ver el rojo brillante de mi ropa interior.. Un mancha realmente escandalosa y una ropa interior asombrosa. Yo me voy moviendo con soltura por una sala llena de personas. Estas lo ven, se dan cuenta de la situación, incluso lo comentan entre ellas. Sin embargo, nadie me dice nada al respecto. Quizás por miedo, por decoro, por no avergonzarme, porque se lo están pasando muy bien con mi ridículo y, así, tantas razones como queramos pensar. El punto que es no puedo tener conciencia de esa parte de mi realidad a menos que reciba retroalimentación que me ayuda a percibirla.

Hay muchos puntos ciegos en nuestra vida que Dios ve y de los cuales nosotros no somos ni siquiera conscientes. Y no lo tendremos a menos que permitamos que el Señor nos de retroalimentación, nosotros la busquemos intencionalmente y estemos dispuestos a escucharla, recibirla y cambiar. Todos tenemos esos puntos ciegos, puntos que no cambiarán si la intervención de Dios, y está será posible si seguimos las recomendaciones de este salmo.




 



Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón,
pruébame, penetra mis pensamientos;

mira si me conduzco mal
y guíame por el camino eterno. (Salmo 139:23-24)


La ventana de Johahi, aquí representada, es un instrumento creado por dos psicólogos norteamericanos para ayudarnos a comprender cómo procesamos la realidad.

Como podemos ver tiene cuatro cuadrantes que representarían las cuatro dimensiones de la realidad. Hay muchas explicaciones de este instrumento en Internet, por tanto, no voy a dedicar tiempo a comentarlo, una simple búsqueda en Google puede ayudar.

Pero si quisiera centrar mi atención en el cuadrante denominado: "parte ciega", que es definido como aquello que los demás ven de nosotros mismos pero, al mismo tiempo, nosotros carecemos de conciencia de ello. No lo vemos y no lo podemos ver, a menos, que alguien nos lo indique. Pondré un ejemplo. Imaginemos que yo llevo una gran mancha en mi camisa en la espalda, junto con un gran roto en la parte trasera de mi pantalón que deja ver el rojo brillante de mi ropa interior.. Un mancha realmente escandalosa y una ropa interior asombrosa. Yo me voy moviendo con soltura por una sala llena de personas. Estas lo ven, se dan cuenta de la situación, incluso lo comentan entre ellas. Sin embargo, nadie me dice nada al respecto. Quizás por miedo, por decoro, por no avergonzarme, porque se lo están pasando muy bien con mi ridículo y, así, tantas razones como queramos pensar. El punto que es no puedo tener conciencia de esa parte de mi realidad a menos que reciba retroalimentación que me ayuda a percibirla.

Hay muchos puntos ciegos en nuestra vida que Dios ve y de los cuales nosotros no somos ni siquiera conscientes. Y no lo tendremos a menos que permitamos que el Señor nos de retroalimentación, nosotros la busquemos intencionalmente y estemos dispuestos a escucharla, recibirla y cambiar. Todos tenemos esos puntos ciegos, puntos que no cambiarán si la intervención de Dios, y está será posible si seguimos las recomendaciones de este salmo.