No dejes de suplicar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos defienda de los filisteos. (1 Samuel 7:8)


Israel se reúne en asamblea y los filisteos, como no podía ser de otra manera, se enteran y deciden dar un escarmiento. La opinión no podía ser más favorable, los tenían a todos reunidos y sin ejército (recordemos que en aquel momento todavía no existían un ejército regular. Cuando había una necesidad los hombres en edad militar eran convocados y acudían armados de lo que podían, a menudo, herramientas de labranza). La noticia espanta a los reunidos que se dirigen al profeta pidiéndole que interceda por ellos. El resto, si lees el capítulo, muestra cómo Dios intervino.

Ante la necesidad del pueblo Samuel hizo lo que podía hacer: orar. Él no podía enfrentarse militarmente a los enemigos de Israel, no tenía ni la experiencia ni la capacidad, era totalmente imposible. Sin embargo, había algo que sí podía hacer, orar por su gente, y lo hizo.

Hay un principio que podemos aprender de Samuel, la intercesión. No son pocas las ocasiones en las que nos sentimos totalmente incapaces de ayudar a alguien que está pasando por momentos de dificulta. Sentimos que no hay nada que podamos hacer; no podemos curar su enfermedad, no podemos proveerles de trabajo, tampoco reducir sus problemas emocionales, etc., etc. Entonces, ese realismo nos lleva a dejar de hacer aquello que sí que podemos llevar a cabo, sea acompañar, tener palabras de amor u orar. El hecho de que no oremos por aquellas en necesidad muestra que confiamos poco en la intervención sobrenatural del Señor. Muestra que creemos, que Él está limitado a lo que nuestra imaginación puede vislumbrar.
 



No dejes de suplicar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos defienda de los filisteos. (1 Samuel 7:8)


Israel se reúne en asamblea y los filisteos, como no podía ser de otra manera, se enteran y deciden dar un escarmiento. La opinión no podía ser más favorable, los tenían a todos reunidos y sin ejército (recordemos que en aquel momento todavía no existían un ejército regular. Cuando había una necesidad los hombres en edad militar eran convocados y acudían armados de lo que podían, a menudo, herramientas de labranza). La noticia espanta a los reunidos que se dirigen al profeta pidiéndole que interceda por ellos. El resto, si lees el capítulo, muestra cómo Dios intervino.

Ante la necesidad del pueblo Samuel hizo lo que podía hacer: orar. Él no podía enfrentarse militarmente a los enemigos de Israel, no tenía ni la experiencia ni la capacidad, era totalmente imposible. Sin embargo, había algo que sí podía hacer, orar por su gente, y lo hizo.

Hay un principio que podemos aprender de Samuel, la intercesión. No son pocas las ocasiones en las que nos sentimos totalmente incapaces de ayudar a alguien que está pasando por momentos de dificulta. Sentimos que no hay nada que podamos hacer; no podemos curar su enfermedad, no podemos proveerles de trabajo, tampoco reducir sus problemas emocionales, etc., etc. Entonces, ese realismo nos lleva a dejar de hacer aquello que sí que podemos llevar a cabo, sea acompañar, tener palabras de amor u orar. El hecho de que no oremos por aquellas en necesidad muestra que confiamos poco en la intervención sobrenatural del Señor. Muestra que creemos, que Él está limitado a lo que nuestra imaginación puede vislumbrar.
 



No dejes de suplicar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos defienda de los filisteos. (1 Samuel 7:8)


Israel se reúne en asamblea y los filisteos, como no podía ser de otra manera, se enteran y deciden dar un escarmiento. La opinión no podía ser más favorable, los tenían a todos reunidos y sin ejército (recordemos que en aquel momento todavía no existían un ejército regular. Cuando había una necesidad los hombres en edad militar eran convocados y acudían armados de lo que podían, a menudo, herramientas de labranza). La noticia espanta a los reunidos que se dirigen al profeta pidiéndole que interceda por ellos. El resto, si lees el capítulo, muestra cómo Dios intervino.

Ante la necesidad del pueblo Samuel hizo lo que podía hacer: orar. Él no podía enfrentarse militarmente a los enemigos de Israel, no tenía ni la experiencia ni la capacidad, era totalmente imposible. Sin embargo, había algo que sí podía hacer, orar por su gente, y lo hizo.

Hay un principio que podemos aprender de Samuel, la intercesión. No son pocas las ocasiones en las que nos sentimos totalmente incapaces de ayudar a alguien que está pasando por momentos de dificulta. Sentimos que no hay nada que podamos hacer; no podemos curar su enfermedad, no podemos proveerles de trabajo, tampoco reducir sus problemas emocionales, etc., etc. Entonces, ese realismo nos lleva a dejar de hacer aquello que sí que podemos llevar a cabo, sea acompañar, tener palabras de amor u orar. El hecho de que no oremos por aquellas en necesidad muestra que confiamos poco en la intervención sobrenatural del Señor. Muestra que creemos, que Él está limitado a lo que nuestra imaginación puede vislumbrar.