Fue corriendo adonde estaba Eli y le dijo: Aquí estoy presto a tu llamada. Eli le contesto: Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte (1 Samuel 3:5)


Samuel no supo identificar la voz de Dios. Su reacción la veo del todo natural, dirigirse al líder.y ponerse a su disposición. El joven nunca había oído con anterioridad la voz del Señor hablándole directamente; de ahí su confusión y desorientación, por eso la respuesta de buscar a Eli, el sumo sacerdote.

¿Por qué nos resulta a nosotros tan difícil identificar la voz del Padre? Hay demasiada contaminación acústica a nuestro alrededor, demasiadas voces que hablan a nuestra mente y corazón. Pongamos algunos ejemplos: tenemos la voz de la cultura; a fuerza de oírla sus valores, prioridades y mentalidad van perneando en nuestras vidas, especialmente, porque la cultura tienen una gran capacidad de amplificación; grita fuerte, es fácil que anule otras voces. También hay la voz de la tradición religiosa. Es muy poderosa y aunque algunos tonos puedan parecerse a la voz del Señor no es, ni mucho menos, lo mismo. La voz de los líderes religiosos, convencidos de que Dios habla por medio de ellos y que confunden lo que piensan con lo que el Señor quiere. La voz de nuestra educación, los tabúes y prejuicios en los que hemos sido educados. La voz de nuestro pecado, que nos convence de que hagamos lo que queremos. En fin, podríamos seguir y seguir.

El punto que quiero enfatizar es que esas voces compiten con la del Señor para capturar nuestra atención. ¿Qué podemos hacer? Mañana lo vemos.

 



Fue corriendo adonde estaba Eli y le dijo: Aquí estoy presto a tu llamada. Eli le contesto: Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte (1 Samuel 3:5)


Samuel no supo identificar la voz de Dios. Su reacción la veo del todo natural, dirigirse al líder.y ponerse a su disposición. El joven nunca había oído con anterioridad la voz del Señor hablándole directamente; de ahí su confusión y desorientación, por eso la respuesta de buscar a Eli, el sumo sacerdote.

¿Por qué nos resulta a nosotros tan difícil identificar la voz del Padre? Hay demasiada contaminación acústica a nuestro alrededor, demasiadas voces que hablan a nuestra mente y corazón. Pongamos algunos ejemplos: tenemos la voz de la cultura; a fuerza de oírla sus valores, prioridades y mentalidad van perneando en nuestras vidas, especialmente, porque la cultura tienen una gran capacidad de amplificación; grita fuerte, es fácil que anule otras voces. También hay la voz de la tradición religiosa. Es muy poderosa y aunque algunos tonos puedan parecerse a la voz del Señor no es, ni mucho menos, lo mismo. La voz de los líderes religiosos, convencidos de que Dios habla por medio de ellos y que confunden lo que piensan con lo que el Señor quiere. La voz de nuestra educación, los tabúes y prejuicios en los que hemos sido educados. La voz de nuestro pecado, que nos convence de que hagamos lo que queremos. En fin, podríamos seguir y seguir.

El punto que quiero enfatizar es que esas voces compiten con la del Señor para capturar nuestra atención. ¿Qué podemos hacer? Mañana lo vemos.

 



Fue corriendo adonde estaba Eli y le dijo: Aquí estoy presto a tu llamada. Eli le contesto: Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte (1 Samuel 3:5)


Samuel no supo identificar la voz de Dios. Su reacción la veo del todo natural, dirigirse al líder.y ponerse a su disposición. El joven nunca había oído con anterioridad la voz del Señor hablándole directamente; de ahí su confusión y desorientación, por eso la respuesta de buscar a Eli, el sumo sacerdote.

¿Por qué nos resulta a nosotros tan difícil identificar la voz del Padre? Hay demasiada contaminación acústica a nuestro alrededor, demasiadas voces que hablan a nuestra mente y corazón. Pongamos algunos ejemplos: tenemos la voz de la cultura; a fuerza de oírla sus valores, prioridades y mentalidad van perneando en nuestras vidas, especialmente, porque la cultura tienen una gran capacidad de amplificación; grita fuerte, es fácil que anule otras voces. También hay la voz de la tradición religiosa. Es muy poderosa y aunque algunos tonos puedan parecerse a la voz del Señor no es, ni mucho menos, lo mismo. La voz de los líderes religiosos, convencidos de que Dios habla por medio de ellos y que confunden lo que piensan con lo que el Señor quiere. La voz de nuestra educación, los tabúes y prejuicios en los que hemos sido educados. La voz de nuestro pecado, que nos convence de que hagamos lo que queremos. En fin, podríamos seguir y seguir.

El punto que quiero enfatizar es que esas voces compiten con la del Señor para capturar nuestra atención. ¿Qué podemos hacer? Mañana lo vemos.

 



Fue corriendo adonde estaba Eli y le dijo: Aquí estoy presto a tu llamada. Eli le contesto: Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte (1 Samuel 3:5)


Samuel no supo identificar la voz de Dios. Su reacción la veo del todo natural, dirigirse al líder.y ponerse a su disposición. El joven nunca había oído con anterioridad la voz del Señor hablándole directamente; de ahí su confusión y desorientación, por eso la respuesta de buscar a Eli, el sumo sacerdote.

¿Por qué nos resulta a nosotros tan difícil identificar la voz del Padre? Hay demasiada contaminación acústica a nuestro alrededor, demasiadas voces que hablan a nuestra mente y corazón. Pongamos algunos ejemplos: tenemos la voz de la cultura; a fuerza de oírla sus valores, prioridades y mentalidad van perneando en nuestras vidas, especialmente, porque la cultura tienen una gran capacidad de amplificación; grita fuerte, es fácil que anule otras voces. También hay la voz de la tradición religiosa. Es muy poderosa y aunque algunos tonos puedan parecerse a la voz del Señor no es, ni mucho menos, lo mismo. La voz de los líderes religiosos, convencidos de que Dios habla por medio de ellos y que confunden lo que piensan con lo que el Señor quiere. La voz de nuestra educación, los tabúes y prejuicios en los que hemos sido educados. La voz de nuestro pecado, que nos convence de que hagamos lo que queremos. En fin, podríamos seguir y seguir.

El punto que quiero enfatizar es que esas voces compiten con la del Señor para capturar nuestra atención. ¿Qué podemos hacer? Mañana lo vemos.