Mientras tanto el joven Samuel seguía creciendo, apreciado por Dios y por la gente. (1 Samuel 2:26)


Las palabras que se dicen acerca de Samuel son un contraste con las que describen a los hijos de Elí y su conducta. Estos no eran apreciados ni por Dios ni por las personas de las cuales se aprovechaban y a las que abiertamente despreciaban. Veo pues, que el joven candidato a profeta creció correctamente en las dos dimensiones básicas de la vida, la vertical con el Señor y la horizontal con los seres humanos.

A pesar de toda la brevedad y sencillez del versículo, sus palabras son un claro desafío para todos aquellos que las leemos. Nos confrontan con nuestra realidad y nos preguntan acerca de cómo está nuestra relación con el Señor y con las personas. Podemos medir ambas cosas pensando ¿Amo a Dios por medio de mi obediencia y mi alineación con su voluntad? ¿Amo a mi prójimo a través del servicio a un mundo roto y sus necesidades?

Nunca, nunca es tarde para comenzar, rectificar o crecer en estas dimensiones.

 


Mientras tanto el joven Samuel seguía creciendo, apreciado por Dios y por la gente. (1 Samuel 2:26)


Las palabras que se dicen acerca de Samuel son un contraste con las que describen a los hijos de Elí y su conducta. Estos no eran apreciados ni por Dios ni por las personas de las cuales se aprovechaban y a las que abiertamente despreciaban. Veo pues, que el joven candidato a profeta creció correctamente en las dos dimensiones básicas de la vida, la vertical con el Señor y la horizontal con los seres humanos.

A pesar de toda la brevedad y sencillez del versículo, sus palabras son un claro desafío para todos aquellos que las leemos. Nos confrontan con nuestra realidad y nos preguntan acerca de cómo está nuestra relación con el Señor y con las personas. Podemos medir ambas cosas pensando ¿Amo a Dios por medio de mi obediencia y mi alineación con su voluntad? ¿Amo a mi prójimo a través del servicio a un mundo roto y sus necesidades?

Nunca, nunca es tarde para comenzar, rectificar o crecer en estas dimensiones.

 


Mientras tanto el joven Samuel seguía creciendo, apreciado por Dios y por la gente. (1 Samuel 2:26)


Las palabras que se dicen acerca de Samuel son un contraste con las que describen a los hijos de Elí y su conducta. Estos no eran apreciados ni por Dios ni por las personas de las cuales se aprovechaban y a las que abiertamente despreciaban. Veo pues, que el joven candidato a profeta creció correctamente en las dos dimensiones básicas de la vida, la vertical con el Señor y la horizontal con los seres humanos.

A pesar de toda la brevedad y sencillez del versículo, sus palabras son un claro desafío para todos aquellos que las leemos. Nos confrontan con nuestra realidad y nos preguntan acerca de cómo está nuestra relación con el Señor y con las personas. Podemos medir ambas cosas pensando ¿Amo a Dios por medio de mi obediencia y mi alineación con su voluntad? ¿Amo a mi prójimo a través del servicio a un mundo roto y sus necesidades?

Nunca, nunca es tarde para comenzar, rectificar o crecer en estas dimensiones.