David volvió a consultar al Señor, y el Señor le respondió. (1 Samuel 23:4)


En este capítulo hay tres temas importantes: consultar a Dios, andar sin rumbo y, finalmente, la provisión del Señor. Veremos uno cada día.

David sigue siendo perseguido por Saúl que busca desesperadamente acabar con su vida. El rey ungido tiene, además, a su cargo más de cuatrocientos hombres que se han unido a él. Personas que son su responsabilidad, que están a su cuidado, que lo han tomado como líder. Esto implica tomar decisiones y asegurarse que esas no son equivocadas. A lo largo del capítulo son tres las ocasiones en las que David busca la dirección del Señor antes de actuar.

David, a diferencia de nosotros, no tenía la Palabra de Dios disponible a su alcance. Tampoco Jesús vivía en él por medio de su Espíritu como lo hace en nosotros. No creo que nosotros estemos en desventaja con respecto a Él a pesar de que soñamos en que el Señor nos hablara con la claridad que parece que David experimentaba.

Dios lo hace por medio de una curiosa interacción entre su Palabra y su Espíritu que vive en nosotros. El Espíritu del Señor actúa por medio de la Palabra, refuerza el poder de esta, la relaciona con nuestra realidad y nuestras necesidades de una forma clara y nítida. Si a esto le añadimos la oración nos encontramos ante una poderosa conjunción de fuerzas espirituales que generan una gran sinergia en la vida del creyente.

No deja de ser curioso que muchas de las personas que se quejan de la lejanía o el silencio del Señor son -naturalmente estoy generalizando, como diría la Escritura, el que tenga oídos para oír oiga- aquellas que ni leen, ni oran más allá de un SOS, ni buscan ser llenos del Espíritu Santo como estilo de vida.


¿Cuál es tu situación? ¿Qué cambios, por pequeños que sean podrías implementar?

 



David volvió a consultar al Señor, y el Señor le respondió. (1 Samuel 23:4)


En este capítulo hay tres temas importantes: consultar a Dios, andar sin rumbo y, finalmente, la provisión del Señor. Veremos uno cada día.

David sigue siendo perseguido por Saúl que busca desesperadamente acabar con su vida. El rey ungido tiene, además, a su cargo más de cuatrocientos hombres que se han unido a él. Personas que son su responsabilidad, que están a su cuidado, que lo han tomado como líder. Esto implica tomar decisiones y asegurarse que esas no son equivocadas. A lo largo del capítulo son tres las ocasiones en las que David busca la dirección del Señor antes de actuar.

David, a diferencia de nosotros, no tenía la Palabra de Dios disponible a su alcance. Tampoco Jesús vivía en él por medio de su Espíritu como lo hace en nosotros. No creo que nosotros estemos en desventaja con respecto a Él a pesar de que soñamos en que el Señor nos hablara con la claridad que parece que David experimentaba.

Dios lo hace por medio de una curiosa interacción entre su Palabra y su Espíritu que vive en nosotros. El Espíritu del Señor actúa por medio de la Palabra, refuerza el poder de esta, la relaciona con nuestra realidad y nuestras necesidades de una forma clara y nítida. Si a esto le añadimos la oración nos encontramos ante una poderosa conjunción de fuerzas espirituales que generan una gran sinergia en la vida del creyente.

No deja de ser curioso que muchas de las personas que se quejan de la lejanía o el silencio del Señor son -naturalmente estoy generalizando, como diría la Escritura, el que tenga oídos para oír oiga- aquellas que ni leen, ni oran más allá de un SOS, ni buscan ser llenos del Espíritu Santo como estilo de vida.


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David volvió a consultar al Señor, y el Señor le respondió. (1 Samuel 23:4)


En este capítulo hay tres temas importantes: consultar a Dios, andar sin rumbo y, finalmente, la provisión del Señor. Veremos uno cada día.

David sigue siendo perseguido por Saúl que busca desesperadamente acabar con su vida. El rey ungido tiene, además, a su cargo más de cuatrocientos hombres que se han unido a él. Personas que son su responsabilidad, que están a su cuidado, que lo han tomado como líder. Esto implica tomar decisiones y asegurarse que esas no son equivocadas. A lo largo del capítulo son tres las ocasiones en las que David busca la dirección del Señor antes de actuar.

David, a diferencia de nosotros, no tenía la Palabra de Dios disponible a su alcance. Tampoco Jesús vivía en él por medio de su Espíritu como lo hace en nosotros. No creo que nosotros estemos en desventaja con respecto a Él a pesar de que soñamos en que el Señor nos hablara con la claridad que parece que David experimentaba.

Dios lo hace por medio de una curiosa interacción entre su Palabra y su Espíritu que vive en nosotros. El Espíritu del Señor actúa por medio de la Palabra, refuerza el poder de esta, la relaciona con nuestra realidad y nuestras necesidades de una forma clara y nítida. Si a esto le añadimos la oración nos encontramos ante una poderosa conjunción de fuerzas espirituales que generan una gran sinergia en la vida del creyente.

No deja de ser curioso que muchas de las personas que se quejan de la lejanía o el silencio del Señor son -naturalmente estoy generalizando, como diría la Escritura, el que tenga oídos para oír oiga- aquellas que ni leen, ni oran más allá de un SOS, ni buscan ser llenos del Espíritu Santo como estilo de vida.


¿Cuál es tu situación? ¿Qué cambios, por pequeños que sean podrías implementar?