Desde ese momento, Pilato intentaba por todos los medios poner a Jesús en libertad. Pero los judíos le gritaban: si lo pones en libertad no eres amigo del emperador. El que pretende ser rey se enfrenta al emperador. (Juan 19:12)


Sabemos por la historia que Pilato era una persona sin ningún tipo de escrúpulos. Era conocido por su violencia y represión, sin embargo, era tan evidente para él que Jesús era inocente que quiso, por todos los medios posibles, ponerlo en libertad. Pero tuvo que soportar una presión muy fuerte por parte del pueblo encabezado por los sacerdotes. Sus convicciones, su constancia de que Jesús era inocente se vieron confrontadas y presionadas por el interés de la clase dirigente judía de que el Maestro fuera ejecutado. Estos supieron jugar muy bien sus cartas. La situación política de Pilato ante el emperador de Roma era inestable. Ya en una ocasión le habían llamado la atención por su política equivocada con los judíos. Un segundo fallo podría ser imperdonable y costarle el cargo. Consecuentemente el procurador romano cedió ante la presión y ejecutó a un inocente.

Sin duda nos hemos visto, nos vemos en estos precisos momentos, o nos veremos en el futuro ante presiones similares a las del gobernador. Similares en tanto y cuanto que nuestras convicciones serán puestas a pruebas por factores externos o internos. En ese tipo de situaciones uno tiene claridad absoluta acerca de lo que sería adecuado, justo y conveniente hacer; pero no siempre actuamos así. Las presiones pueden ser muy fuertes, lo que esté en juego muy importante y podemos ser vulnerables y traicionar nuestros principios, valores y convicciones. Pablo, con su habitual pragmatismo, ya afirmó; quien crea estar en una posición de fuerza, ande con cuidado que no caiga. De hecho, ante la presión es cuando se pone de evidencia la fuerza de nuestras convicciones. Cuando todo va bien, todo va bien, cuando hay presión...


¿Cómo respondes ante la presión?






Desde ese momento, Pilato intentaba por todos los medios poner a Jesús en libertad. Pero los judíos le gritaban: si lo pones en libertad no eres amigo del emperador. El que pretende ser rey se enfrenta al emperador. (Juan 19:12)


Sabemos por la historia que Pilato era una persona sin ningún tipo de escrúpulos. Era conocido por su violencia y represión, sin embargo, era tan evidente para él que Jesús era inocente que quiso, por todos los medios posibles, ponerlo en libertad. Pero tuvo que soportar una presión muy fuerte por parte del pueblo encabezado por los sacerdotes. Sus convicciones, su constancia de que Jesús era inocente se vieron confrontadas y presionadas por el interés de la clase dirigente judía de que el Maestro fuera ejecutado. Estos supieron jugar muy bien sus cartas. La situación política de Pilato ante el emperador de Roma era inestable. Ya en una ocasión le habían llamado la atención por su política equivocada con los judíos. Un segundo fallo podría ser imperdonable y costarle el cargo. Consecuentemente el procurador romano cedió ante la presión y ejecutó a un inocente.

Sin duda nos hemos visto, nos vemos en estos precisos momentos, o nos veremos en el futuro ante presiones similares a las del gobernador. Similares en tanto y cuanto que nuestras convicciones serán puestas a pruebas por factores externos o internos. En ese tipo de situaciones uno tiene claridad absoluta acerca de lo que sería adecuado, justo y conveniente hacer; pero no siempre actuamos así. Las presiones pueden ser muy fuertes, lo que esté en juego muy importante y podemos ser vulnerables y traicionar nuestros principios, valores y convicciones. Pablo, con su habitual pragmatismo, ya afirmó; quien crea estar en una posición de fuerza, ande con cuidado que no caiga. De hecho, ante la presión es cuando se pone de evidencia la fuerza de nuestras convicciones. Cuando todo va bien, todo va bien, cuando hay presión...


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Desde ese momento, Pilato intentaba por todos los medios poner a Jesús en libertad. Pero los judíos le gritaban: si lo pones en libertad no eres amigo del emperador. El que pretende ser rey se enfrenta al emperador. (Juan 19:12)


Sabemos por la historia que Pilato era una persona sin ningún tipo de escrúpulos. Era conocido por su violencia y represión, sin embargo, era tan evidente para él que Jesús era inocente que quiso, por todos los medios posibles, ponerlo en libertad. Pero tuvo que soportar una presión muy fuerte por parte del pueblo encabezado por los sacerdotes. Sus convicciones, su constancia de que Jesús era inocente se vieron confrontadas y presionadas por el interés de la clase dirigente judía de que el Maestro fuera ejecutado. Estos supieron jugar muy bien sus cartas. La situación política de Pilato ante el emperador de Roma era inestable. Ya en una ocasión le habían llamado la atención por su política equivocada con los judíos. Un segundo fallo podría ser imperdonable y costarle el cargo. Consecuentemente el procurador romano cedió ante la presión y ejecutó a un inocente.

Sin duda nos hemos visto, nos vemos en estos precisos momentos, o nos veremos en el futuro ante presiones similares a las del gobernador. Similares en tanto y cuanto que nuestras convicciones serán puestas a pruebas por factores externos o internos. En ese tipo de situaciones uno tiene claridad absoluta acerca de lo que sería adecuado, justo y conveniente hacer; pero no siempre actuamos así. Las presiones pueden ser muy fuertes, lo que esté en juego muy importante y podemos ser vulnerables y traicionar nuestros principios, valores y convicciones. Pablo, con su habitual pragmatismo, ya afirmó; quien crea estar en una posición de fuerza, ande con cuidado que no caiga. De hecho, ante la presión es cuando se pone de evidencia la fuerza de nuestras convicciones. Cuando todo va bien, todo va bien, cuando hay presión...


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