Dios mío ¿Qué somos nosotros para que nos tomes en cuenta? ¿Qué somos los humanos para que nos prestes atención? Somos como las ilusiones; desaparecemos como las sombras. (Salmos 144:4-4)


Seres finitos, como es nuestro caso, necesitamos puntos infinitos de referencia. Sin ellos vamos más perdidos que un pulpo en un centro comercial, fuera de lugar totalmente. Pero como los precisamos, los buscamos de la mejor manera que sabemos y que está a nuestro alcance. 

Tratamos de afianzar nuestra débil identidad por medio del control, es decir teniendo estatus, poder, posición, logrando cosas a través de las cuales nos definimos.

Lo hacemos por medio de la protección y la distancia, comparándonos con los demás en una búsqueda de sentirnos mejores, más listos, más espirituales, más capaces, despreciando -eso sí, de manera sutil- a los que no son como nosotros.

Lo hacemos por medio de la complacencia, buscamos el amor, la aprobación, la inclusión por parte de los demás. Si nos aman, nos acogen, nos aceptan nos validan como personas.

Son buenos intentos, pero intentos fallidos. Todo pasa por reconectarnos nuevamente con Dios, nuestro punto infinito de referencia. Aceptar y gozar que nuestra identidad tiene valor porque Él, por sorprendente que parezca, nos ama, acepta, valora y provee dignidad.

¿Qué te impide reconectar tu dignidad con Dios? ¿En qué o quién la buscas si no es en Él?






 



Dios mío ¿Qué somos nosotros para que nos tomes en cuenta? ¿Qué somos los humanos para que nos prestes atención? Somos como las ilusiones; desaparecemos como las sombras. (Salmos 144:4-4)


Seres finitos, como es nuestro caso, necesitamos puntos infinitos de referencia. Sin ellos vamos más perdidos que un pulpo en un centro comercial, fuera de lugar totalmente. Pero como los precisamos, los buscamos de la mejor manera que sabemos y que está a nuestro alcance. 

Tratamos de afianzar nuestra débil identidad por medio del control, es decir teniendo estatus, poder, posición, logrando cosas a través de las cuales nos definimos.

Lo hacemos por medio de la protección y la distancia, comparándonos con los demás en una búsqueda de sentirnos mejores, más listos, más espirituales, más capaces, despreciando -eso sí, de manera sutil- a los que no son como nosotros.

Lo hacemos por medio de la complacencia, buscamos el amor, la aprobación, la inclusión por parte de los demás. Si nos aman, nos acogen, nos aceptan nos validan como personas.

Son buenos intentos, pero intentos fallidos. Todo pasa por reconectarnos nuevamente con Dios, nuestro punto infinito de referencia. Aceptar y gozar que nuestra identidad tiene valor porque Él, por sorprendente que parezca, nos ama, acepta, valora y provee dignidad.

¿Qué te impide reconectar tu dignidad con Dios? ¿En qué o quién la buscas si no es en Él?






 



Dios mío ¿Qué somos nosotros para que nos tomes en cuenta? ¿Qué somos los humanos para que nos prestes atención? Somos como las ilusiones; desaparecemos como las sombras. (Salmos 144:4-4)


Seres finitos, como es nuestro caso, necesitamos puntos infinitos de referencia. Sin ellos vamos más perdidos que un pulpo en un centro comercial, fuera de lugar totalmente. Pero como los precisamos, los buscamos de la mejor manera que sabemos y que está a nuestro alcance. 

Tratamos de afianzar nuestra débil identidad por medio del control, es decir teniendo estatus, poder, posición, logrando cosas a través de las cuales nos definimos.

Lo hacemos por medio de la protección y la distancia, comparándonos con los demás en una búsqueda de sentirnos mejores, más listos, más espirituales, más capaces, despreciando -eso sí, de manera sutil- a los que no son como nosotros.

Lo hacemos por medio de la complacencia, buscamos el amor, la aprobación, la inclusión por parte de los demás. Si nos aman, nos acogen, nos aceptan nos validan como personas.

Son buenos intentos, pero intentos fallidos. Todo pasa por reconectarnos nuevamente con Dios, nuestro punto infinito de referencia. Aceptar y gozar que nuestra identidad tiene valor porque Él, por sorprendente que parezca, nos ama, acepta, valora y provee dignidad.

¿Qué te impide reconectar tu dignidad con Dios? ¿En qué o quién la buscas si no es en Él?