Aunque ya lo dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es denigrado entre las naciones. (Romanos 2:24)

Pablo, al escribir estas líneas tiene en mente al pueblo de Israel. Este, lejos de ser un testimonio del Señor para las naciones, se convirtió en un obstáculo para que estas se pudieran acercar a Él. Sin embargo, no es difícil ver un paralelismo con nuestra propia realidad como iglesia y como individuos. A nivel colectivo deberíamos hacer una profunda autocrítica y plantearnos hasta qué punto la hostilidad en el peor de los casos, o indiferencia en el mejor de ellos, de las personas hacia la fe cristiana es consecuencia de nuestra incoherencia y pobre testimonio del amor, gracia y misericordia del Padre. Como iglesia ¿alejamos o acercamos a las personas al Señor?

A nivel individual necesitamos plantearnos si nuestro estilo de vida acerca o aleja a las personas que hay en nuestros círculos al evangelio y su mensaje de salvación. Necesitamos ser críticos con nosotros mismos y preguntarnos si realmente somos ese evangelio vivo que nuestros entornos pueden leer. Pensar si somos intencionales en hacer todo lo posible para que las personas se acerquen al Salvador.

¿Qué resultados obtendrías de esta autocrítica?

 



Aunque ya lo dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es denigrado entre las naciones. (Romanos 2:24)

Pablo, al escribir estas líneas tiene en mente al pueblo de Israel. Este, lejos de ser un testimonio del Señor para las naciones, se convirtió en un obstáculo para que estas se pudieran acercar a Él. Sin embargo, no es difícil ver un paralelismo con nuestra propia realidad como iglesia y como individuos. A nivel colectivo deberíamos hacer una profunda autocrítica y plantearnos hasta qué punto la hostilidad en el peor de los casos, o indiferencia en el mejor de ellos, de las personas hacia la fe cristiana es consecuencia de nuestra incoherencia y pobre testimonio del amor, gracia y misericordia del Padre. Como iglesia ¿alejamos o acercamos a las personas al Señor?

A nivel individual necesitamos plantearnos si nuestro estilo de vida acerca o aleja a las personas que hay en nuestros círculos al evangelio y su mensaje de salvación. Necesitamos ser críticos con nosotros mismos y preguntarnos si realmente somos ese evangelio vivo que nuestros entornos pueden leer. Pensar si somos intencionales en hacer todo lo posible para que las personas se acerquen al Salvador.

¿Qué resultados obtendrías de esta autocrítica?

 



Aunque ya lo dice la Escritura: Por vuestra culpa el nombre de Dios es denigrado entre las naciones. (Romanos 2:24)

Pablo, al escribir estas líneas tiene en mente al pueblo de Israel. Este, lejos de ser un testimonio del Señor para las naciones, se convirtió en un obstáculo para que estas se pudieran acercar a Él. Sin embargo, no es difícil ver un paralelismo con nuestra propia realidad como iglesia y como individuos. A nivel colectivo deberíamos hacer una profunda autocrítica y plantearnos hasta qué punto la hostilidad en el peor de los casos, o indiferencia en el mejor de ellos, de las personas hacia la fe cristiana es consecuencia de nuestra incoherencia y pobre testimonio del amor, gracia y misericordia del Padre. Como iglesia ¿alejamos o acercamos a las personas al Señor?

A nivel individual necesitamos plantearnos si nuestro estilo de vida acerca o aleja a las personas que hay en nuestros círculos al evangelio y su mensaje de salvación. Necesitamos ser críticos con nosotros mismos y preguntarnos si realmente somos ese evangelio vivo que nuestros entornos pueden leer. Pensar si somos intencionales en hacer todo lo posible para que las personas se acerquen al Salvador.

¿Qué resultados obtendrías de esta autocrítica?