La ley de nuestro Dios es verdadera; podemos confiar en sus mandatos, pues tienen valor permanente; nacen de la verdad y la rectitud. (Salmo 111:7-8)


Una paradoja es lo contrario a la opinión común y aceptada. Es una figura de lenguaje que por medio de una aparente contradicción nos ayuda a ver nuevas dimensiones de la realidad. La Biblia está llena de paradojas, por ejemplo: perder la vida para ganarla, ser el último para ser el primero, y otras muchas que, sin duda, vienen a la mente del lector. 

Hace unos días estaba leyendo a dos investigadores de la universidad de Harvard e indicaban que no es posible ser feliz sin darse a los demás. Ellos afirmaban que la neurociencia nos ha enseñado que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Dicho de manera más coloquial, es como si los cables cerebrales estuvieran colocados de tal manera que estamos enfocados en dar y, es entonces, y solo entonces, cuando somos realmente felices. No puede sino relacionarlo con una de las paradojas bíblicas; aquella en la que Jesús afirma que es más feliz la persona que da que aquella que recibe.

Todo esto lo relaciono con el pasaje que encabeza esta entrada, que la ley del Señor es confiable, podemos sentirnos seguros en ella, podemos descansar en ella. Sin duda, los principios y mandatos de Dios son paradójicos, parecen ir en contra del sentido común, de lo que la lógica imperante en este mundo nos sugiere, sin embargo, son confiables porque el Señor está detrás de ellos y nuestro Dios es un Dios de amor, compasión y misericordia; un Dios justo que siempre obra en base a la verdad y a lo que es mejor para nosotros.

Para todos nosotros el gran reto es confiar en unos mandatos y principios que, a simple vista, parecen atentar contra la lógica y el sentido común... de esta sociedad, por supuesto.









 



La ley de nuestro Dios es verdadera; podemos confiar en sus mandatos, pues tienen valor permanente; nacen de la verdad y la rectitud. (Salmo 111:7-8)


Una paradoja es lo contrario a la opinión común y aceptada. Es una figura de lenguaje que por medio de una aparente contradicción nos ayuda a ver nuevas dimensiones de la realidad. La Biblia está llena de paradojas, por ejemplo: perder la vida para ganarla, ser el último para ser el primero, y otras muchas que, sin duda, vienen a la mente del lector. 

Hace unos días estaba leyendo a dos investigadores de la universidad de Harvard e indicaban que no es posible ser feliz sin darse a los demás. Ellos afirmaban que la neurociencia nos ha enseñado que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Dicho de manera más coloquial, es como si los cables cerebrales estuvieran colocados de tal manera que estamos enfocados en dar y, es entonces, y solo entonces, cuando somos realmente felices. No puede sino relacionarlo con una de las paradojas bíblicas; aquella en la que Jesús afirma que es más feliz la persona que da que aquella que recibe.

Todo esto lo relaciono con el pasaje que encabeza esta entrada, que la ley del Señor es confiable, podemos sentirnos seguros en ella, podemos descansar en ella. Sin duda, los principios y mandatos de Dios son paradójicos, parecen ir en contra del sentido común, de lo que la lógica imperante en este mundo nos sugiere, sin embargo, son confiables porque el Señor está detrás de ellos y nuestro Dios es un Dios de amor, compasión y misericordia; un Dios justo que siempre obra en base a la verdad y a lo que es mejor para nosotros.

Para todos nosotros el gran reto es confiar en unos mandatos y principios que, a simple vista, parecen atentar contra la lógica y el sentido común... de esta sociedad, por supuesto.









 



La ley de nuestro Dios es verdadera; podemos confiar en sus mandatos, pues tienen valor permanente; nacen de la verdad y la rectitud. (Salmo 111:7-8)


Una paradoja es lo contrario a la opinión común y aceptada. Es una figura de lenguaje que por medio de una aparente contradicción nos ayuda a ver nuevas dimensiones de la realidad. La Biblia está llena de paradojas, por ejemplo: perder la vida para ganarla, ser el último para ser el primero, y otras muchas que, sin duda, vienen a la mente del lector. 

Hace unos días estaba leyendo a dos investigadores de la universidad de Harvard e indicaban que no es posible ser feliz sin darse a los demás. Ellos afirmaban que la neurociencia nos ha enseñado que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Dicho de manera más coloquial, es como si los cables cerebrales estuvieran colocados de tal manera que estamos enfocados en dar y, es entonces, y solo entonces, cuando somos realmente felices. No puede sino relacionarlo con una de las paradojas bíblicas; aquella en la que Jesús afirma que es más feliz la persona que da que aquella que recibe.

Todo esto lo relaciono con el pasaje que encabeza esta entrada, que la ley del Señor es confiable, podemos sentirnos seguros en ella, podemos descansar en ella. Sin duda, los principios y mandatos de Dios son paradójicos, parecen ir en contra del sentido común, de lo que la lógica imperante en este mundo nos sugiere, sin embargo, son confiables porque el Señor está detrás de ellos y nuestro Dios es un Dios de amor, compasión y misericordia; un Dios justo que siempre obra en base a la verdad y a lo que es mejor para nosotros.

Para todos nosotros el gran reto es confiar en unos mandatos y principios que, a simple vista, parecen atentar contra la lógica y el sentido común... de esta sociedad, por supuesto.