Dios tiene expectativas de cada uno de nosotros. Las mismas tienen relación con los dones encomendados y éstos con nuestra capacidad. Dios espera diferentes cosas de cada uno de nosotros y los demás nunca deben ser un referente de comparación, ni para justificar lo mucho ni lo poco que eventualmente hagamos o dejemos de hacer. Dios, como indicaba en la anterior reflexión, espera de cada uno de nosotros que los talentos y dones otorgados los usemos para la construcción de su Reino y beneficio de la humanidad. 

Eso me hace pensar en lo importante que es tener un buen conocimiento de uno mismo, saber cómo somos y qué contribución podemos hacer. Identificar nuestros talentos naturales y dones espirituales y esforzarnos por entender de qué modo pueden contribuir a esos dos grandes propósitos antes mencionados. El pasaje tiene un tono de clara advertencia. Nos anima a ser diligentes y no olvidar que llegará un momento en que tendremos que explicar en qué medida hemos cumplido las expectativas que el Señor había depositado en nosotros. El punto no es la cantidad de talentos recibidos sino el uso dado a los otorgados. El problema del administrador que recibió tan sólo uno no fue la cantidad sino la negligencia en el uso de lo encomendado. A este respecto, William Barclay en su comentario a esta parábola afirma: "Dios no quiere tanto gente extraordinaria haciendo cosas extraordinarias, como desea gente ordinaria que hace cosas ordinarias extraordinariamente bien". 

Nuestro trabajo de cada día, sea en una fábrica, una oficina, una tienda, un hospital, una entidad financiera, una iglesia, un hogar, una obra en construcción, es nuestro talento puesto al servicio de Dios y la humanidad. Hagámoslo pues extraordinariamente bien.


¿Qué tipo de administrador eres? ¿Cómo refleja tu trabajo cotidiano el principio bíblico de la mayordomía? ¿Qué excelencia refleja lo que haces?









Dios tiene expectativas de cada uno de nosotros. Las mismas tienen relación con los dones encomendados y éstos con nuestra capacidad. Dios espera diferentes cosas de cada uno de nosotros y los demás nunca deben ser un referente de comparación, ni para justificar lo mucho ni lo poco que eventualmente hagamos o dejemos de hacer. Dios, como indicaba en la anterior reflexión, espera de cada uno de nosotros que los talentos y dones otorgados los usemos para la construcción de su Reino y beneficio de la humanidad. 

Eso me hace pensar en lo importante que es tener un buen conocimiento de uno mismo, saber cómo somos y qué contribución podemos hacer. Identificar nuestros talentos naturales y dones espirituales y esforzarnos por entender de qué modo pueden contribuir a esos dos grandes propósitos antes mencionados. El pasaje tiene un tono de clara advertencia. Nos anima a ser diligentes y no olvidar que llegará un momento en que tendremos que explicar en qué medida hemos cumplido las expectativas que el Señor había depositado en nosotros. El punto no es la cantidad de talentos recibidos sino el uso dado a los otorgados. El problema del administrador que recibió tan sólo uno no fue la cantidad sino la negligencia en el uso de lo encomendado. A este respecto, William Barclay en su comentario a esta parábola afirma: "Dios no quiere tanto gente extraordinaria haciendo cosas extraordinarias, como desea gente ordinaria que hace cosas ordinarias extraordinariamente bien". 

Nuestro trabajo de cada día, sea en una fábrica, una oficina, una tienda, un hospital, una entidad financiera, una iglesia, un hogar, una obra en construcción, es nuestro talento puesto al servicio de Dios y la humanidad. Hagámoslo pues extraordinariamente bien.


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Dios tiene expectativas de cada uno de nosotros. Las mismas tienen relación con los dones encomendados y éstos con nuestra capacidad. Dios espera diferentes cosas de cada uno de nosotros y los demás nunca deben ser un referente de comparación, ni para justificar lo mucho ni lo poco que eventualmente hagamos o dejemos de hacer. Dios, como indicaba en la anterior reflexión, espera de cada uno de nosotros que los talentos y dones otorgados los usemos para la construcción de su Reino y beneficio de la humanidad. 

Eso me hace pensar en lo importante que es tener un buen conocimiento de uno mismo, saber cómo somos y qué contribución podemos hacer. Identificar nuestros talentos naturales y dones espirituales y esforzarnos por entender de qué modo pueden contribuir a esos dos grandes propósitos antes mencionados. El pasaje tiene un tono de clara advertencia. Nos anima a ser diligentes y no olvidar que llegará un momento en que tendremos que explicar en qué medida hemos cumplido las expectativas que el Señor había depositado en nosotros. El punto no es la cantidad de talentos recibidos sino el uso dado a los otorgados. El problema del administrador que recibió tan sólo uno no fue la cantidad sino la negligencia en el uso de lo encomendado. A este respecto, William Barclay en su comentario a esta parábola afirma: "Dios no quiere tanto gente extraordinaria haciendo cosas extraordinarias, como desea gente ordinaria que hace cosas ordinarias extraordinariamente bien". 

Nuestro trabajo de cada día, sea en una fábrica, una oficina, una tienda, un hospital, una entidad financiera, una iglesia, un hogar, una obra en construcción, es nuestro talento puesto al servicio de Dios y la humanidad. Hagámoslo pues extraordinariamente bien.


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