Señor, todavía siento escalofríos cuando pienso en Tomás de Torquemada, el primer inquisidor general de España. Un hombre atormentado en su interior, descendiente de judíos y que tomó sobre sus hombros -sin que nadie se lo hubiera pedido- la ingente tarea de defender la fe contra judíos y protestantes. A sangre y fuego arrasó el país causando dolor, sufrimiento, destierro y muerte tras muerte. Irónicamente en tu nombre Dios de amor expandió el odio. En defensa de tu hijo Jesús, que se dejó matar por nuestros pecados, asesinó a todos aquellos que no pensaban la fe tal y como su retorcida mente la comprendía. Reclamando tu autoridad, Tú que eres el Dios que siempre invita y nunca obliga forzó conciencias y corazones. En tu nombre y el de tu Iglesia hizo todo aquello que rechazas. ¿Qué parte del misericordia quiero y no sacrificios no entendió Torquemada?

Pero lamentable Señor el espíritu de Torquemada sigue vivo, presente y lleno de fuerza en las redes sociales. Los comentarios, los artículos incendiarios, las descalificaciones a todos aquellos que no piensan como los nuevos Torquemada están a la orden del día. Te doy gracias Padre porque hoy en día no nos pueden quemar físicamente, sin embargo, estoy convencido que lo harían si pudieran; les quedan, eso sí, las redes y el fuego y el azufre lo usan con maestría.

Te pido Señor que nos libres de ellos. Oro que no permitas que maten nuestro gozo y nuestra libertad en Cristo. Pero también oro por ellos, siento que debe haber mucho dolor y amargura en sus corazones que les impiden gozarse con la variedad de ese cuerpo tan maravilloso que Tú has creado, tu Iglesia. Mucha inseguridad interna que les impide ver tu gracia multiforme y les exige una visión única, la suya. Mucha incapacidad para lidiar con la abundante gama de grises que nos ofrece tu Palabra y, por tanto, una visión en blanco y negro del mundo. Oro, sinceramente, para que experimenten tu amor, un amor que, necesariamente nos lleva a amar al prójimo, al diferente. Oro que ese amor eche fuera su temor. Oro para que les ayudes a ver que nadie, ni ellos los perseguidores, ni nosotros lo perseguidos, tenemos derecho al monopolio de tu nombre. Oro en definitiva para que sean de bendición, edificación, ayuda para todos. Pido que vivan y experimenten que lo que Tú deseas es misericordia, no sacrificios.

¿Hay esperanza para ellos Señor? Sólo Tú lo sabes. Por mi parte, cuida mi corazón, examínalo de forma constante para no ser necio en mi propia opinión y no olvidar el amor al diferente, al que difiere, al que te ve a Ti de forma complementaria a cómo yo te veo. Finalmente, gracias Padre porque entre el perseguidor y el perseguido solo hay una diferencia, uno ha experimentado tu gracia, el otro.... quién sabe.

 



Señor, todavía siento escalofríos cuando pienso en Tomás de Torquemada, el primer inquisidor general de España. Un hombre atormentado en su interior, descendiente de judíos y que tomó sobre sus hombros -sin que nadie se lo hubiera pedido- la ingente tarea de defender la fe contra judíos y protestantes. A sangre y fuego arrasó el país causando dolor, sufrimiento, destierro y muerte tras muerte. Irónicamente en tu nombre Dios de amor expandió el odio. En defensa de tu hijo Jesús, que se dejó matar por nuestros pecados, asesinó a todos aquellos que no pensaban la fe tal y como su retorcida mente la comprendía. Reclamando tu autoridad, Tú que eres el Dios que siempre invita y nunca obliga forzó conciencias y corazones. En tu nombre y el de tu Iglesia hizo todo aquello que rechazas. ¿Qué parte del misericordia quiero y no sacrificios no entendió Torquemada?

Pero lamentable Señor el espíritu de Torquemada sigue vivo, presente y lleno de fuerza en las redes sociales. Los comentarios, los artículos incendiarios, las descalificaciones a todos aquellos que no piensan como los nuevos Torquemada están a la orden del día. Te doy gracias Padre porque hoy en día no nos pueden quemar físicamente, sin embargo, estoy convencido que lo harían si pudieran; les quedan, eso sí, las redes y el fuego y el azufre lo usan con maestría.

Te pido Señor que nos libres de ellos. Oro que no permitas que maten nuestro gozo y nuestra libertad en Cristo. Pero también oro por ellos, siento que debe haber mucho dolor y amargura en sus corazones que les impiden gozarse con la variedad de ese cuerpo tan maravilloso que Tú has creado, tu Iglesia. Mucha inseguridad interna que les impide ver tu gracia multiforme y les exige una visión única, la suya. Mucha incapacidad para lidiar con la abundante gama de grises que nos ofrece tu Palabra y, por tanto, una visión en blanco y negro del mundo. Oro, sinceramente, para que experimenten tu amor, un amor que, necesariamente nos lleva a amar al prójimo, al diferente. Oro que ese amor eche fuera su temor. Oro para que les ayudes a ver que nadie, ni ellos los perseguidores, ni nosotros lo perseguidos, tenemos derecho al monopolio de tu nombre. Oro en definitiva para que sean de bendición, edificación, ayuda para todos. Pido que vivan y experimenten que lo que Tú deseas es misericordia, no sacrificios.

¿Hay esperanza para ellos Señor? Sólo Tú lo sabes. Por mi parte, cuida mi corazón, examínalo de forma constante para no ser necio en mi propia opinión y no olvidar el amor al diferente, al que difiere, al que te ve a Ti de forma complementaria a cómo yo te veo. Finalmente, gracias Padre porque entre el perseguidor y el perseguido solo hay una diferencia, uno ha experimentado tu gracia, el otro.... quién sabe.

 



Señor, todavía siento escalofríos cuando pienso en Tomás de Torquemada, el primer inquisidor general de España. Un hombre atormentado en su interior, descendiente de judíos y que tomó sobre sus hombros -sin que nadie se lo hubiera pedido- la ingente tarea de defender la fe contra judíos y protestantes. A sangre y fuego arrasó el país causando dolor, sufrimiento, destierro y muerte tras muerte. Irónicamente en tu nombre Dios de amor expandió el odio. En defensa de tu hijo Jesús, que se dejó matar por nuestros pecados, asesinó a todos aquellos que no pensaban la fe tal y como su retorcida mente la comprendía. Reclamando tu autoridad, Tú que eres el Dios que siempre invita y nunca obliga forzó conciencias y corazones. En tu nombre y el de tu Iglesia hizo todo aquello que rechazas. ¿Qué parte del misericordia quiero y no sacrificios no entendió Torquemada?

Pero lamentable Señor el espíritu de Torquemada sigue vivo, presente y lleno de fuerza en las redes sociales. Los comentarios, los artículos incendiarios, las descalificaciones a todos aquellos que no piensan como los nuevos Torquemada están a la orden del día. Te doy gracias Padre porque hoy en día no nos pueden quemar físicamente, sin embargo, estoy convencido que lo harían si pudieran; les quedan, eso sí, las redes y el fuego y el azufre lo usan con maestría.

Te pido Señor que nos libres de ellos. Oro que no permitas que maten nuestro gozo y nuestra libertad en Cristo. Pero también oro por ellos, siento que debe haber mucho dolor y amargura en sus corazones que les impiden gozarse con la variedad de ese cuerpo tan maravilloso que Tú has creado, tu Iglesia. Mucha inseguridad interna que les impide ver tu gracia multiforme y les exige una visión única, la suya. Mucha incapacidad para lidiar con la abundante gama de grises que nos ofrece tu Palabra y, por tanto, una visión en blanco y negro del mundo. Oro, sinceramente, para que experimenten tu amor, un amor que, necesariamente nos lleva a amar al prójimo, al diferente. Oro que ese amor eche fuera su temor. Oro para que les ayudes a ver que nadie, ni ellos los perseguidores, ni nosotros lo perseguidos, tenemos derecho al monopolio de tu nombre. Oro en definitiva para que sean de bendición, edificación, ayuda para todos. Pido que vivan y experimenten que lo que Tú deseas es misericordia, no sacrificios.

¿Hay esperanza para ellos Señor? Sólo Tú lo sabes. Por mi parte, cuida mi corazón, examínalo de forma constante para no ser necio en mi propia opinión y no olvidar el amor al diferente, al que difiere, al que te ve a Ti de forma complementaria a cómo yo te veo. Finalmente, gracias Padre porque entre el perseguidor y el perseguido solo hay una diferencia, uno ha experimentado tu gracia, el otro.... quién sabe.