No ofreceréis animal alguno al Señor que sea ciego, o cojo, o mutilado, o con úlceras, sarna o tiña; no lo pondréis sobre su altar como holocausto. (Levítico 22:22)


Primero, una nota histórica. Este cuadro recibe el nombre de: "Agnus Dei", el cordero de Dios y es obra del gran pintor español Zurbarán. Cuando meditaba sobre el pasaje que encabeza esta entrada rápidamente vino la obra del pintor a mi mente.

Este versículo se encuentra en el contexto de las ofrendas que son aceptables y las que no lo son al Señor. En resumidas cuentas viene a decir que a Él hay que darle cosas de calidad y que los animales defectuosos, que no podrían ser vendidos ni hacer comercio con ellos, no pueden ni deben ser ofrecidos como ofrenda. Vamos, que a Dios hay que darle calidad.

Si toda mi vida es un sacrificio vivo (Véase Romanos 12:1-2) eso me plantea la calidad de lo que le estoy ofreciendo. El mismo Pablo afirma que en todo -todo significa eso, todo, no únicamente lo que se hace en el local donde nos reunimos los domingos- pongamos el mimo y el corazón porque es hecho para el Señor y no para las personas. ¿Tiene la calidad suficiente mi trabajo secular para ser presentado ante Dios? ¿Son mis relaciones familiares aceptables ante el Señor? ¿Es, en definitiva, mi vida una ofrenda de calidad para Dios o, por el contrario, le estoy ofreciendo los restos, las sobras, lo que queda después de que, por decirlo de alguna manera, he vivido mi vida?

¿Qué te dice el Espíritu Santo en tu interior?



 



No ofreceréis animal alguno al Señor que sea ciego, o cojo, o mutilado, o con úlceras, sarna o tiña; no lo pondréis sobre su altar como holocausto. (Levítico 22:22)


Primero, una nota histórica. Este cuadro recibe el nombre de: "Agnus Dei", el cordero de Dios y es obra del gran pintor español Zurbarán. Cuando meditaba sobre el pasaje que encabeza esta entrada rápidamente vino la obra del pintor a mi mente.

Este versículo se encuentra en el contexto de las ofrendas que son aceptables y las que no lo son al Señor. En resumidas cuentas viene a decir que a Él hay que darle cosas de calidad y que los animales defectuosos, que no podrían ser vendidos ni hacer comercio con ellos, no pueden ni deben ser ofrecidos como ofrenda. Vamos, que a Dios hay que darle calidad.

Si toda mi vida es un sacrificio vivo (Véase Romanos 12:1-2) eso me plantea la calidad de lo que le estoy ofreciendo. El mismo Pablo afirma que en todo -todo significa eso, todo, no únicamente lo que se hace en el local donde nos reunimos los domingos- pongamos el mimo y el corazón porque es hecho para el Señor y no para las personas. ¿Tiene la calidad suficiente mi trabajo secular para ser presentado ante Dios? ¿Son mis relaciones familiares aceptables ante el Señor? ¿Es, en definitiva, mi vida una ofrenda de calidad para Dios o, por el contrario, le estoy ofreciendo los restos, las sobras, lo que queda después de que, por decirlo de alguna manera, he vivido mi vida?

¿Qué te dice el Espíritu Santo en tu interior?



 



No ofreceréis animal alguno al Señor que sea ciego, o cojo, o mutilado, o con úlceras, sarna o tiña; no lo pondréis sobre su altar como holocausto. (Levítico 22:22)


Primero, una nota histórica. Este cuadro recibe el nombre de: "Agnus Dei", el cordero de Dios y es obra del gran pintor español Zurbarán. Cuando meditaba sobre el pasaje que encabeza esta entrada rápidamente vino la obra del pintor a mi mente.

Este versículo se encuentra en el contexto de las ofrendas que son aceptables y las que no lo son al Señor. En resumidas cuentas viene a decir que a Él hay que darle cosas de calidad y que los animales defectuosos, que no podrían ser vendidos ni hacer comercio con ellos, no pueden ni deben ser ofrecidos como ofrenda. Vamos, que a Dios hay que darle calidad.

Si toda mi vida es un sacrificio vivo (Véase Romanos 12:1-2) eso me plantea la calidad de lo que le estoy ofreciendo. El mismo Pablo afirma que en todo -todo significa eso, todo, no únicamente lo que se hace en el local donde nos reunimos los domingos- pongamos el mimo y el corazón porque es hecho para el Señor y no para las personas. ¿Tiene la calidad suficiente mi trabajo secular para ser presentado ante Dios? ¿Son mis relaciones familiares aceptables ante el Señor? ¿Es, en definitiva, mi vida una ofrenda de calidad para Dios o, por el contrario, le estoy ofreciendo los restos, las sobras, lo que queda después de que, por decirlo de alguna manera, he vivido mi vida?

¿Qué te dice el Espíritu Santo en tu interior?