Moisés replicó: no me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor. (Éxodo 4:1)


La lógica de Moisés es, digamos, aplastante. Pocos de nosotros nos creeríamos a alguien que no conocemos y se presenta ante nosotros en el nombre de Dios. Desde el escepticismo sano hasta el rechazo tajante oscilaría nuestra gama de reacciones. A Dios debió de parecerle lógica la duda de Moisés y, consecuentemente, le armó con un arsenal de signos y señales que respaldarían su mensaje y, eventualmente, debería darle credibilidad.

Permítaseme poner en duda en valor de las señales para convencer a las personas. El mismo pueblo de Israel vio una tras otra, desde las plagas contra los egipcios mientras Gosén era preservado, hasta las intervenciones sobrenaturales de Dios durante todo el proceso del Éxodo. Nada pareció ser suficiente para un pueblo duro de cerviz e incrédulo que, finalmente, fue castigado a no entrar en la tierra prometida. Ni siquiera los signos y señales hechos por Jesús causaron un gran impacto en su tiempo. En Nazaret, donde se había criado, estaba maravillado por la incredulidad de sus paisanos que el impidió poder llevar a cabo ninguna obra milagrosa. Se lamentó de que los pueblos donde había hecho la mayor parte de los milagros no se habían convertido (Mateo 11:20). Sus enemigos incluyo llegaron a atribuir al malignos sus actos sobrenaturales. 

¿A dónde quiero ir a parar? Al punto en que lo que realmente importa en el llamado del Señor es ser fiel al mismo, no los resultados que queramos obtener y podamos prever que no obtendremos.  El éxito en el ministerio, a pesar de que hay una cultura evangélica que lo promueve, no se basa en los números, ni los resultados, sino en la fidelidad con que uno cumple el encargo dado por Dios. No podemos basarlo en los resultados porque estos, no depende de nosotros, sólo el Espíritu Santo puede cambiar los corazones de las personas. Unicamente Él puede generar conciencia de pecado, justicia y juicio.


¿Obediente al llamado de ser un agente de restauración y reconciliación? ¿Excusas sobre los resultados?






Moisés replicó: no me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor. (Éxodo 4:1)


La lógica de Moisés es, digamos, aplastante. Pocos de nosotros nos creeríamos a alguien que no conocemos y se presenta ante nosotros en el nombre de Dios. Desde el escepticismo sano hasta el rechazo tajante oscilaría nuestra gama de reacciones. A Dios debió de parecerle lógica la duda de Moisés y, consecuentemente, le armó con un arsenal de signos y señales que respaldarían su mensaje y, eventualmente, debería darle credibilidad.

Permítaseme poner en duda en valor de las señales para convencer a las personas. El mismo pueblo de Israel vio una tras otra, desde las plagas contra los egipcios mientras Gosén era preservado, hasta las intervenciones sobrenaturales de Dios durante todo el proceso del Éxodo. Nada pareció ser suficiente para un pueblo duro de cerviz e incrédulo que, finalmente, fue castigado a no entrar en la tierra prometida. Ni siquiera los signos y señales hechos por Jesús causaron un gran impacto en su tiempo. En Nazaret, donde se había criado, estaba maravillado por la incredulidad de sus paisanos que el impidió poder llevar a cabo ninguna obra milagrosa. Se lamentó de que los pueblos donde había hecho la mayor parte de los milagros no se habían convertido (Mateo 11:20). Sus enemigos incluyo llegaron a atribuir al malignos sus actos sobrenaturales. 

¿A dónde quiero ir a parar? Al punto en que lo que realmente importa en el llamado del Señor es ser fiel al mismo, no los resultados que queramos obtener y podamos prever que no obtendremos.  El éxito en el ministerio, a pesar de que hay una cultura evangélica que lo promueve, no se basa en los números, ni los resultados, sino en la fidelidad con que uno cumple el encargo dado por Dios. No podemos basarlo en los resultados porque estos, no depende de nosotros, sólo el Espíritu Santo puede cambiar los corazones de las personas. Unicamente Él puede generar conciencia de pecado, justicia y juicio.


¿Obediente al llamado de ser un agente de restauración y reconciliación? ¿Excusas sobre los resultados?






Moisés replicó: no me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor. (Éxodo 4:1)


La lógica de Moisés es, digamos, aplastante. Pocos de nosotros nos creeríamos a alguien que no conocemos y se presenta ante nosotros en el nombre de Dios. Desde el escepticismo sano hasta el rechazo tajante oscilaría nuestra gama de reacciones. A Dios debió de parecerle lógica la duda de Moisés y, consecuentemente, le armó con un arsenal de signos y señales que respaldarían su mensaje y, eventualmente, debería darle credibilidad.

Permítaseme poner en duda en valor de las señales para convencer a las personas. El mismo pueblo de Israel vio una tras otra, desde las plagas contra los egipcios mientras Gosén era preservado, hasta las intervenciones sobrenaturales de Dios durante todo el proceso del Éxodo. Nada pareció ser suficiente para un pueblo duro de cerviz e incrédulo que, finalmente, fue castigado a no entrar en la tierra prometida. Ni siquiera los signos y señales hechos por Jesús causaron un gran impacto en su tiempo. En Nazaret, donde se había criado, estaba maravillado por la incredulidad de sus paisanos que el impidió poder llevar a cabo ninguna obra milagrosa. Se lamentó de que los pueblos donde había hecho la mayor parte de los milagros no se habían convertido (Mateo 11:20). Sus enemigos incluyo llegaron a atribuir al malignos sus actos sobrenaturales. 

¿A dónde quiero ir a parar? Al punto en que lo que realmente importa en el llamado del Señor es ser fiel al mismo, no los resultados que queramos obtener y podamos prever que no obtendremos.  El éxito en el ministerio, a pesar de que hay una cultura evangélica que lo promueve, no se basa en los números, ni los resultados, sino en la fidelidad con que uno cumple el encargo dado por Dios. No podemos basarlo en los resultados porque estos, no depende de nosotros, sólo el Espíritu Santo puede cambiar los corazones de las personas. Unicamente Él puede generar conciencia de pecado, justicia y juicio.


¿Obediente al llamado de ser un agente de restauración y reconciliación? ¿Excusas sobre los resultados?