Más vale, pues, que te abstengas de carne, de vino o de cualquier otra cosa, antes que poner a tu hermano en trance de pecar. La fe bien formada que tú tienes, reservada para tus relaciones personales con Dios. ¡Dichoso el que puede tomar una decisión sin angustias de conciencia! (Romanos 14:21-22)


Me gusta el vino. Últimamente, no sé por qué, estoy apreciando más el blanco que el tinto o negro. Disfruto, sin embargo de ambos y doy gracias al Señor por estos pequeños placeres de la vida que me hacen disfrutarla más, especialmente, en compañía de buenos amigos o familia.

Ahora bien, entiendo que mi libertad en Cristo puede, como dice el apóstol, generar problemas de conciencia a los hermanos que, en sus propias palabras, tienen la fe poco formada. Por tanto, no tengo ningún problema en ceder a lo que es legítimo por amor a ese hermano débil, especialmente, cuando estoy en su territorio, en su cultura, ya que muchas de estas cosas tienen que ver con los trasfondos culturales de los que procedemos.

Pondré un ejemplo. En el seminario bautista donde yo estudié en los EE.UU. el consumo de vino, no sólo estaba prohibido en todo el recinto, sino que se consideraba una ofensa grave el hacerlo incluso en la intimidad del hogar. Sin embargo, en los mismos edificios del seminario había anuncios de compra venta de armas de fuego y a nadie le escandalizaba ese hecho ¡Salvo a mí, europeo que considera culturalmente eso una aberración!

Mucho se ha hablado acerca de la dictadura del hermano débil. Es decir, aquel que toma ventaja de lo que dice este pasaje y, consecuentemente, impide que muchas cosas se hagan en la congregación por miedo a no ofenderle. Creo que hablamos de dos niveles diferentes. En las relaciones interpersonales, por amor, puedo ceder y no usar mi libertad en Cristo para beber vino, seguiré el consejo del apóstol.

Sin embargo, eso no puede aplicarse a las dinámicas comunitarias, es decir, no toda la congregación debe someterse a los prejuicios culturales de un hermano débil. Antes al contrario, en amor, éste debe madurar y respetar la libertad en Cristo de otros. Lo vemos en Pablo, que era capaz de hacerse judío con estos y gentil con aquellos. Sin embargo, cuando los judaizasteis quisieron imponer la cultura judía sobre la libertad cristiana los encara, reto y desafío para que no lo hicieran.

Creo pues, que el manejo del hermano débil es diferente cuando hablamos de relaciones interpersnales y cuando lo hacemos de las comunitarias.

 



Más vale, pues, que te abstengas de carne, de vino o de cualquier otra cosa, antes que poner a tu hermano en trance de pecar. La fe bien formada que tú tienes, reservada para tus relaciones personales con Dios. ¡Dichoso el que puede tomar una decisión sin angustias de conciencia! (Romanos 14:21-22)


Me gusta el vino. Últimamente, no sé por qué, estoy apreciando más el blanco que el tinto o negro. Disfruto, sin embargo de ambos y doy gracias al Señor por estos pequeños placeres de la vida que me hacen disfrutarla más, especialmente, en compañía de buenos amigos o familia.

Ahora bien, entiendo que mi libertad en Cristo puede, como dice el apóstol, generar problemas de conciencia a los hermanos que, en sus propias palabras, tienen la fe poco formada. Por tanto, no tengo ningún problema en ceder a lo que es legítimo por amor a ese hermano débil, especialmente, cuando estoy en su territorio, en su cultura, ya que muchas de estas cosas tienen que ver con los trasfondos culturales de los que procedemos.

Pondré un ejemplo. En el seminario bautista donde yo estudié en los EE.UU. el consumo de vino, no sólo estaba prohibido en todo el recinto, sino que se consideraba una ofensa grave el hacerlo incluso en la intimidad del hogar. Sin embargo, en los mismos edificios del seminario había anuncios de compra venta de armas de fuego y a nadie le escandalizaba ese hecho ¡Salvo a mí, europeo que considera culturalmente eso una aberración!

Mucho se ha hablado acerca de la dictadura del hermano débil. Es decir, aquel que toma ventaja de lo que dice este pasaje y, consecuentemente, impide que muchas cosas se hagan en la congregación por miedo a no ofenderle. Creo que hablamos de dos niveles diferentes. En las relaciones interpersonales, por amor, puedo ceder y no usar mi libertad en Cristo para beber vino, seguiré el consejo del apóstol.

Sin embargo, eso no puede aplicarse a las dinámicas comunitarias, es decir, no toda la congregación debe someterse a los prejuicios culturales de un hermano débil. Antes al contrario, en amor, éste debe madurar y respetar la libertad en Cristo de otros. Lo vemos en Pablo, que era capaz de hacerse judío con estos y gentil con aquellos. Sin embargo, cuando los judaizasteis quisieron imponer la cultura judía sobre la libertad cristiana los encara, reto y desafío para que no lo hicieran.

Creo pues, que el manejo del hermano débil es diferente cuando hablamos de relaciones interpersnales y cuando lo hacemos de las comunitarias.

 



Más vale, pues, que te abstengas de carne, de vino o de cualquier otra cosa, antes que poner a tu hermano en trance de pecar. La fe bien formada que tú tienes, reservada para tus relaciones personales con Dios. ¡Dichoso el que puede tomar una decisión sin angustias de conciencia! (Romanos 14:21-22)


Me gusta el vino. Últimamente, no sé por qué, estoy apreciando más el blanco que el tinto o negro. Disfruto, sin embargo de ambos y doy gracias al Señor por estos pequeños placeres de la vida que me hacen disfrutarla más, especialmente, en compañía de buenos amigos o familia.

Ahora bien, entiendo que mi libertad en Cristo puede, como dice el apóstol, generar problemas de conciencia a los hermanos que, en sus propias palabras, tienen la fe poco formada. Por tanto, no tengo ningún problema en ceder a lo que es legítimo por amor a ese hermano débil, especialmente, cuando estoy en su territorio, en su cultura, ya que muchas de estas cosas tienen que ver con los trasfondos culturales de los que procedemos.

Pondré un ejemplo. En el seminario bautista donde yo estudié en los EE.UU. el consumo de vino, no sólo estaba prohibido en todo el recinto, sino que se consideraba una ofensa grave el hacerlo incluso en la intimidad del hogar. Sin embargo, en los mismos edificios del seminario había anuncios de compra venta de armas de fuego y a nadie le escandalizaba ese hecho ¡Salvo a mí, europeo que considera culturalmente eso una aberración!

Mucho se ha hablado acerca de la dictadura del hermano débil. Es decir, aquel que toma ventaja de lo que dice este pasaje y, consecuentemente, impide que muchas cosas se hagan en la congregación por miedo a no ofenderle. Creo que hablamos de dos niveles diferentes. En las relaciones interpersonales, por amor, puedo ceder y no usar mi libertad en Cristo para beber vino, seguiré el consejo del apóstol.

Sin embargo, eso no puede aplicarse a las dinámicas comunitarias, es decir, no toda la congregación debe someterse a los prejuicios culturales de un hermano débil. Antes al contrario, en amor, éste debe madurar y respetar la libertad en Cristo de otros. Lo vemos en Pablo, que era capaz de hacerse judío con estos y gentil con aquellos. Sin embargo, cuando los judaizasteis quisieron imponer la cultura judía sobre la libertad cristiana los encara, reto y desafío para que no lo hicieran.

Creo pues, que el manejo del hermano débil es diferente cuando hablamos de relaciones interpersnales y cuando lo hacemos de las comunitarias.