Tu Palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. (Salmo 119:105)


Ponte en contexto. Nos encontramos varios siglos antes del nacimiento de Jesús. No existen como ahora las linternas alógenas o led que emiten una luz que nos permite ver, aunque sea negra noche sin luna, muchos metros a nuestro alrededor. Una fuente de luz de nuestros días nos provee la posibilidad de orientarnos con más precisión y tener más precaución con relación a posibles accidentes en nuestro camino.

Una lámpara se sujetaba con una mano y con el brazo extendido. La capacidad de iluminar, especialmente en situaciones de gran oscuridad, no iba más allá de unos cuantos pasos. Proveía suficiente luz para poder caminar con seguridad una muy corta distancia, tan solo un par de metros. Lo interesante debía ser ir descubriendo el camino conforme se iba avanzando. Uno no podía estar quieto y esperar tener más claridad, debía comenzar a andar y ver como el camino, la senda, o una posibilidad de seguir adelante se iba abriendo a sus pies. 

La aplicación para mí es muy simple: debemos desarrollar el hábito de pasar tiempo de manera constante, regular con la Palabra de Dios. No basta la buena experiencia del día de ayer, se ha renovar día tras día, puesto que cada mañana es nueva y trae consigo nuevas realidades, desafíos y necesidades que debemos aprender a caminar en ellos y, por eso, se nos hace tan necesaria la Palabra. Me llevo de este pasaje la promesa de Dios de que la Escritura nos revelará como vivir y mi responsabilidad de dirigirme a ella en busca de esa orientación.


¿Hasta qué punto es la Palabra la lámpara que ilumina tu estilo de vida?

 



Tu Palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. (Salmo 119:105)


Ponte en contexto. Nos encontramos varios siglos antes del nacimiento de Jesús. No existen como ahora las linternas alógenas o led que emiten una luz que nos permite ver, aunque sea negra noche sin luna, muchos metros a nuestro alrededor. Una fuente de luz de nuestros días nos provee la posibilidad de orientarnos con más precisión y tener más precaución con relación a posibles accidentes en nuestro camino.

Una lámpara se sujetaba con una mano y con el brazo extendido. La capacidad de iluminar, especialmente en situaciones de gran oscuridad, no iba más allá de unos cuantos pasos. Proveía suficiente luz para poder caminar con seguridad una muy corta distancia, tan solo un par de metros. Lo interesante debía ser ir descubriendo el camino conforme se iba avanzando. Uno no podía estar quieto y esperar tener más claridad, debía comenzar a andar y ver como el camino, la senda, o una posibilidad de seguir adelante se iba abriendo a sus pies. 

La aplicación para mí es muy simple: debemos desarrollar el hábito de pasar tiempo de manera constante, regular con la Palabra de Dios. No basta la buena experiencia del día de ayer, se ha renovar día tras día, puesto que cada mañana es nueva y trae consigo nuevas realidades, desafíos y necesidades que debemos aprender a caminar en ellos y, por eso, se nos hace tan necesaria la Palabra. Me llevo de este pasaje la promesa de Dios de que la Escritura nos revelará como vivir y mi responsabilidad de dirigirme a ella en busca de esa orientación.


¿Hasta qué punto es la Palabra la lámpara que ilumina tu estilo de vida?

 



Tu Palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. (Salmo 119:105)


Ponte en contexto. Nos encontramos varios siglos antes del nacimiento de Jesús. No existen como ahora las linternas alógenas o led que emiten una luz que nos permite ver, aunque sea negra noche sin luna, muchos metros a nuestro alrededor. Una fuente de luz de nuestros días nos provee la posibilidad de orientarnos con más precisión y tener más precaución con relación a posibles accidentes en nuestro camino.

Una lámpara se sujetaba con una mano y con el brazo extendido. La capacidad de iluminar, especialmente en situaciones de gran oscuridad, no iba más allá de unos cuantos pasos. Proveía suficiente luz para poder caminar con seguridad una muy corta distancia, tan solo un par de metros. Lo interesante debía ser ir descubriendo el camino conforme se iba avanzando. Uno no podía estar quieto y esperar tener más claridad, debía comenzar a andar y ver como el camino, la senda, o una posibilidad de seguir adelante se iba abriendo a sus pies. 

La aplicación para mí es muy simple: debemos desarrollar el hábito de pasar tiempo de manera constante, regular con la Palabra de Dios. No basta la buena experiencia del día de ayer, se ha renovar día tras día, puesto que cada mañana es nueva y trae consigo nuevas realidades, desafíos y necesidades que debemos aprender a caminar en ellos y, por eso, se nos hace tan necesaria la Palabra. Me llevo de este pasaje la promesa de Dios de que la Escritura nos revelará como vivir y mi responsabilidad de dirigirme a ella en busca de esa orientación.


¿Hasta qué punto es la Palabra la lámpara que ilumina tu estilo de vida?