Pocos días después, el hijo menor reunió cuanto tenía y se marchó a un país lejano. (Lucas 15:13)


A parte de ser una obra maestra de narrativa, la parábola está llena de enseñanzas para cualquier ser humano, sea seguidor de Jesús o no.  Esta historia explica el viaje espiritual que todo ser humano lleva a cabo. Representa muy bien la historia espiritual de la humanidad y, consecuentemente, todos sus personajes y todas las descripciones están llenas de significado. 

No es nada difícil identificar en la marcha del hijo menor el deseo de la humanidad de vivir al margen de Dios. La vida sin Él aparece tremendamente atractiva, especialmente cuando nuestra imagen de Dios no es real, está distorsionada por las razones que sean. 

Una segunda etapa de ese viaje espiritual sería vivir todo aquello que la sociedad nos ofrece. Sería ridículo afirmar que vivir al margen de Dios no tiene su grado de satisfacción. Si así no fuera, nadie marcharía de la casa del padre. Además, dependiendo del ambiente en dicha casa, la opción de marchar se presenta como una auténtica liberación.

Una tercera etapa es experimentar que no es oro todo lo que reluce. Con las luces hay las sombras. La sociedad promete la felicidad pero, en demasiadas ocasiones solo nos ofrece sucedáneos temporales que, con frecuencia, producen un vacío más grande que el que aparentan cubrir. Es en esta etapa cuando nos planteamos las preguntas profundas acerca de la identidad, el sentido y el propósito. Pero seamos realistas, la reflexión no siempre se resuelve de forma feliz. Hay personas que nunca volverán a la casa del padre. En muchas ocasiones, como dije antes, porque ésta no se presenta como una opción digna de ser reconsiderada.

Una cuarta etapa es la vuelta a la casa del padre. Como decía antes, no todos volvemos. No todos lo hacemos en el mismo momento en nuestras vidas. Cada persona tiene su viaje y su proceso, tanto interno como externo. Estos procesos no siempre, o prácticamente, en casi todas las ocasiones no es fácil e implica luchas personales.

Una quita etapa, la final de ellas, es la acogida por el padre. La sorpresa del recibimiento, la experiencia del amor, la aceptación y el perdón. Tres cosas que todo ser humano precisa para poder vivir.


¿En qué etapa de tu viaje espiritual te encuentras?



Pocos días después, el hijo menor reunió cuanto tenía y se marchó a un país lejano. (Lucas 15:13)


A parte de ser una obra maestra de narrativa, la parábola está llena de enseñanzas para cualquier ser humano, sea seguidor de Jesús o no.  Esta historia explica el viaje espiritual que todo ser humano lleva a cabo. Representa muy bien la historia espiritual de la humanidad y, consecuentemente, todos sus personajes y todas las descripciones están llenas de significado. 

No es nada difícil identificar en la marcha del hijo menor el deseo de la humanidad de vivir al margen de Dios. La vida sin Él aparece tremendamente atractiva, especialmente cuando nuestra imagen de Dios no es real, está distorsionada por las razones que sean. 

Una segunda etapa de ese viaje espiritual sería vivir todo aquello que la sociedad nos ofrece. Sería ridículo afirmar que vivir al margen de Dios no tiene su grado de satisfacción. Si así no fuera, nadie marcharía de la casa del padre. Además, dependiendo del ambiente en dicha casa, la opción de marchar se presenta como una auténtica liberación.

Una tercera etapa es experimentar que no es oro todo lo que reluce. Con las luces hay las sombras. La sociedad promete la felicidad pero, en demasiadas ocasiones solo nos ofrece sucedáneos temporales que, con frecuencia, producen un vacío más grande que el que aparentan cubrir. Es en esta etapa cuando nos planteamos las preguntas profundas acerca de la identidad, el sentido y el propósito. Pero seamos realistas, la reflexión no siempre se resuelve de forma feliz. Hay personas que nunca volverán a la casa del padre. En muchas ocasiones, como dije antes, porque ésta no se presenta como una opción digna de ser reconsiderada.

Una cuarta etapa es la vuelta a la casa del padre. Como decía antes, no todos volvemos. No todos lo hacemos en el mismo momento en nuestras vidas. Cada persona tiene su viaje y su proceso, tanto interno como externo. Estos procesos no siempre, o prácticamente, en casi todas las ocasiones no es fácil e implica luchas personales.

Una quita etapa, la final de ellas, es la acogida por el padre. La sorpresa del recibimiento, la experiencia del amor, la aceptación y el perdón. Tres cosas que todo ser humano precisa para poder vivir.


¿En qué etapa de tu viaje espiritual te encuentras?



Pocos días después, el hijo menor reunió cuanto tenía y se marchó a un país lejano. (Lucas 15:13)


A parte de ser una obra maestra de narrativa, la parábola está llena de enseñanzas para cualquier ser humano, sea seguidor de Jesús o no.  Esta historia explica el viaje espiritual que todo ser humano lleva a cabo. Representa muy bien la historia espiritual de la humanidad y, consecuentemente, todos sus personajes y todas las descripciones están llenas de significado. 

No es nada difícil identificar en la marcha del hijo menor el deseo de la humanidad de vivir al margen de Dios. La vida sin Él aparece tremendamente atractiva, especialmente cuando nuestra imagen de Dios no es real, está distorsionada por las razones que sean. 

Una segunda etapa de ese viaje espiritual sería vivir todo aquello que la sociedad nos ofrece. Sería ridículo afirmar que vivir al margen de Dios no tiene su grado de satisfacción. Si así no fuera, nadie marcharía de la casa del padre. Además, dependiendo del ambiente en dicha casa, la opción de marchar se presenta como una auténtica liberación.

Una tercera etapa es experimentar que no es oro todo lo que reluce. Con las luces hay las sombras. La sociedad promete la felicidad pero, en demasiadas ocasiones solo nos ofrece sucedáneos temporales que, con frecuencia, producen un vacío más grande que el que aparentan cubrir. Es en esta etapa cuando nos planteamos las preguntas profundas acerca de la identidad, el sentido y el propósito. Pero seamos realistas, la reflexión no siempre se resuelve de forma feliz. Hay personas que nunca volverán a la casa del padre. En muchas ocasiones, como dije antes, porque ésta no se presenta como una opción digna de ser reconsiderada.

Una cuarta etapa es la vuelta a la casa del padre. Como decía antes, no todos volvemos. No todos lo hacemos en el mismo momento en nuestras vidas. Cada persona tiene su viaje y su proceso, tanto interno como externo. Estos procesos no siempre, o prácticamente, en casi todas las ocasiones no es fácil e implica luchas personales.

Una quita etapa, la final de ellas, es la acogida por el padre. La sorpresa del recibimiento, la experiencia del amor, la aceptación y el perdón. Tres cosas que todo ser humano precisa para poder vivir.


¿En qué etapa de tu viaje espiritual te encuentras?