Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? (Marcos 12:15)


Estas palabras de Jesús están dirigidas a los fariseos y a miembros del partido político de Herodes. Habían venido ante Él con la ya famosa pregunta de si era correcto darle tributo al emperador romano. Buscaban atrapar a Jesús con esa disyuntiva tan bien construida. Si decía que no se enfrentaba al poder imperial. Si decía que si lo hacía al pueblo que odiaba a los romanos. Aquellas personas, tal y como el Maestro les dijo, eran hipócritas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. La palabra deriva de la antigua Grecia y específicamente del teatro y las máscaras que llevaban los actores para disimular ante el público sus auténticos sentimientos.

Ninguno de nosotros estamos exentos de caer en la hipocresía tanto en nuestras relaciones con Dios como con otros seres humanos. Nuestro egoísmo e interés nos pueden llevar a actuar y pretender ser lo que realmente no somos. La hipocresía es un movimiento estratégico que busca conseguir algo, carece por tanto de realidad y genuincidad. Dado el carácter engañoso del corazón humano (así lo afirmaban los profetas y así lo afirmaba Jesús), sólo un honesto examen de conciencia guiado por el Espíritu Santo nos puede ayudar a discernir nuestras propias y auténticas motivaciones. Somos especialistas en engañarnos a nosotros mismos, sólo el Espíritu nos confronta con la verdad; eso sí claro, si le permitimos hacerlo.


¿Hipócrita? ¿Tienes incorporado en tu vida el examen de conciencia a la luz del Espíritu?


Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? (Marcos 12:15)


Estas palabras de Jesús están dirigidas a los fariseos y a miembros del partido político de Herodes. Habían venido ante Él con la ya famosa pregunta de si era correcto darle tributo al emperador romano. Buscaban atrapar a Jesús con esa disyuntiva tan bien construida. Si decía que no se enfrentaba al poder imperial. Si decía que si lo hacía al pueblo que odiaba a los romanos. Aquellas personas, tal y como el Maestro les dijo, eran hipócritas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. La palabra deriva de la antigua Grecia y específicamente del teatro y las máscaras que llevaban los actores para disimular ante el público sus auténticos sentimientos.

Ninguno de nosotros estamos exentos de caer en la hipocresía tanto en nuestras relaciones con Dios como con otros seres humanos. Nuestro egoísmo e interés nos pueden llevar a actuar y pretender ser lo que realmente no somos. La hipocresía es un movimiento estratégico que busca conseguir algo, carece por tanto de realidad y genuincidad. Dado el carácter engañoso del corazón humano (así lo afirmaban los profetas y así lo afirmaba Jesús), sólo un honesto examen de conciencia guiado por el Espíritu Santo nos puede ayudar a discernir nuestras propias y auténticas motivaciones. Somos especialistas en engañarnos a nosotros mismos, sólo el Espíritu nos confronta con la verdad; eso sí claro, si le permitimos hacerlo.


¿Hipócrita? ¿Tienes incorporado en tu vida el examen de conciencia a la luz del Espíritu?


Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? (Marcos 12:15)


Estas palabras de Jesús están dirigidas a los fariseos y a miembros del partido político de Herodes. Habían venido ante Él con la ya famosa pregunta de si era correcto darle tributo al emperador romano. Buscaban atrapar a Jesús con esa disyuntiva tan bien construida. Si decía que no se enfrentaba al poder imperial. Si decía que si lo hacía al pueblo que odiaba a los romanos. Aquellas personas, tal y como el Maestro les dijo, eran hipócritas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. La palabra deriva de la antigua Grecia y específicamente del teatro y las máscaras que llevaban los actores para disimular ante el público sus auténticos sentimientos.

Ninguno de nosotros estamos exentos de caer en la hipocresía tanto en nuestras relaciones con Dios como con otros seres humanos. Nuestro egoísmo e interés nos pueden llevar a actuar y pretender ser lo que realmente no somos. La hipocresía es un movimiento estratégico que busca conseguir algo, carece por tanto de realidad y genuincidad. Dado el carácter engañoso del corazón humano (así lo afirmaban los profetas y así lo afirmaba Jesús), sólo un honesto examen de conciencia guiado por el Espíritu Santo nos puede ayudar a discernir nuestras propias y auténticas motivaciones. Somos especialistas en engañarnos a nosotros mismos, sólo el Espíritu nos confronta con la verdad; eso sí claro, si le permitimos hacerlo.


¿Hipócrita? ¿Tienes incorporado en tu vida el examen de conciencia a la luz del Espíritu?