La voz de nuestro Dios, Dios de la gloria. (Salmo 29:3)

Una de las premisas de la Biblia es que Dios habla; Él siempre habla. Al mismo tiempo, otra de las premisas de la Palabra es que las personas tenemos problemas de audición espiritual. 

Algunos no sabemos reconocer la voz de Dios en nuestras vidas. Normal, nadie nos ha enseñado a hacerlo. He oído pocas predicaciones o seminarios que nos den las herramientas y nos den las pautas para poder escuchar la voz del Señor.

Otros hemos delegado -erróneamente- la responsabilidad y el privilegio de escuchar esa voz en las manos de los líderes, pastores y otros dirigentes. Pareciese, por alguna desconocida razón, que ellos tienen más sensibilidad acústica. Sin embargo, nada en la Biblia sostiene dicha creencia.

Hay quienes no pueden distinguir la voz en medio de tanta contaminación acústica como hay en sus vidas. Tantas y tantas voces hablando, la cultura, la familia, el espejo social, la iglesia, el propio pecado. ¡En fin! no siempre es fácil discernir con tanto ruido alrededor. No es posible hacerlo sin ir acallando esas voces que gritan tanto mientras que el Señor habla con el simple susurro.

Todavía hay otros que, simplemente, se identifiquen o no como cristianos, no quieren escuchar la voz de Dios. No están interesados. Tienen sus propias ideas ya formadas acerca de la vida, las relaciones, ellos mismos, cómo manejar su proyecto vital, etc., etc. Consecuentemente, no necesitan o pretender no necesitar la retroalimentación que la voz pueda darles. 

Finalmente, hay aquellos que de forma intencional, proactiva, consciente buscan escuchar la voz con la finalidad de obedecerla. Esto último, el deseo de obedecer, es una de las cosas que nos permite identificarla entre tanto ruido y contaminación acústica. Es la actitud de: "habla que tu siervo escucha".


¿Cuál de ellos eres tú?

 



La voz de nuestro Dios, Dios de la gloria. (Salmo 29:3)

Una de las premisas de la Biblia es que Dios habla; Él siempre habla. Al mismo tiempo, otra de las premisas de la Palabra es que las personas tenemos problemas de audición espiritual. 

Algunos no sabemos reconocer la voz de Dios en nuestras vidas. Normal, nadie nos ha enseñado a hacerlo. He oído pocas predicaciones o seminarios que nos den las herramientas y nos den las pautas para poder escuchar la voz del Señor.

Otros hemos delegado -erróneamente- la responsabilidad y el privilegio de escuchar esa voz en las manos de los líderes, pastores y otros dirigentes. Pareciese, por alguna desconocida razón, que ellos tienen más sensibilidad acústica. Sin embargo, nada en la Biblia sostiene dicha creencia.

Hay quienes no pueden distinguir la voz en medio de tanta contaminación acústica como hay en sus vidas. Tantas y tantas voces hablando, la cultura, la familia, el espejo social, la iglesia, el propio pecado. ¡En fin! no siempre es fácil discernir con tanto ruido alrededor. No es posible hacerlo sin ir acallando esas voces que gritan tanto mientras que el Señor habla con el simple susurro.

Todavía hay otros que, simplemente, se identifiquen o no como cristianos, no quieren escuchar la voz de Dios. No están interesados. Tienen sus propias ideas ya formadas acerca de la vida, las relaciones, ellos mismos, cómo manejar su proyecto vital, etc., etc. Consecuentemente, no necesitan o pretender no necesitar la retroalimentación que la voz pueda darles. 

Finalmente, hay aquellos que de forma intencional, proactiva, consciente buscan escuchar la voz con la finalidad de obedecerla. Esto último, el deseo de obedecer, es una de las cosas que nos permite identificarla entre tanto ruido y contaminación acústica. Es la actitud de: "habla que tu siervo escucha".


¿Cuál de ellos eres tú?

 



La voz de nuestro Dios, Dios de la gloria. (Salmo 29:3)

Una de las premisas de la Biblia es que Dios habla; Él siempre habla. Al mismo tiempo, otra de las premisas de la Palabra es que las personas tenemos problemas de audición espiritual. 

Algunos no sabemos reconocer la voz de Dios en nuestras vidas. Normal, nadie nos ha enseñado a hacerlo. He oído pocas predicaciones o seminarios que nos den las herramientas y nos den las pautas para poder escuchar la voz del Señor.

Otros hemos delegado -erróneamente- la responsabilidad y el privilegio de escuchar esa voz en las manos de los líderes, pastores y otros dirigentes. Pareciese, por alguna desconocida razón, que ellos tienen más sensibilidad acústica. Sin embargo, nada en la Biblia sostiene dicha creencia.

Hay quienes no pueden distinguir la voz en medio de tanta contaminación acústica como hay en sus vidas. Tantas y tantas voces hablando, la cultura, la familia, el espejo social, la iglesia, el propio pecado. ¡En fin! no siempre es fácil discernir con tanto ruido alrededor. No es posible hacerlo sin ir acallando esas voces que gritan tanto mientras que el Señor habla con el simple susurro.

Todavía hay otros que, simplemente, se identifiquen o no como cristianos, no quieren escuchar la voz de Dios. No están interesados. Tienen sus propias ideas ya formadas acerca de la vida, las relaciones, ellos mismos, cómo manejar su proyecto vital, etc., etc. Consecuentemente, no necesitan o pretender no necesitar la retroalimentación que la voz pueda darles. 

Finalmente, hay aquellos que de forma intencional, proactiva, consciente buscan escuchar la voz con la finalidad de obedecerla. Esto último, el deseo de obedecer, es una de las cosas que nos permite identificarla entre tanto ruido y contaminación acústica. Es la actitud de: "habla que tu siervo escucha".


¿Cuál de ellos eres tú?