¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliendo mis promesas en presencia de tu pueblo? (Salmo 116:12-14)


Pues de ningún modo. No hay manera de pagar lo que no tiene precio. El amor del Señor hacia nosotros es total y absolutamente incondicional, y lo que es de ese carácter ni espera ni exige devolución alguna. El amor del Señor no es un trueque, no es el hacer algo por nosotros a fin de que nosotros hagamos algo por Él; si así fuera, no sería amor ágape.

¿Qué hacemos entonces ante semejante amor? ¿Cómo respondemos a la gracia del Padre? ¿Qué podemos hacer por aquel que nada necesita y al que no podemos pagar? Pues, simple y llanamente amarle de vuelta. El agradecimiento es el primer paso de respuesta ante el abrumador amor del Padre que nos acepta de regreso en casa y nos eleva, nuevamente, a la condición de hijos y herederos suyos. El cumplimiento de nuestras promesas es el segundo movimiento, no para ganar nada, sino en respuesta a lo ya ganado y que, como dice Pablo, el apóstol, no nos puede ser arrebatado.

¿Cuál es tu respuesta a la gracia del Padre?






 



¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliendo mis promesas en presencia de tu pueblo? (Salmo 116:12-14)


Pues de ningún modo. No hay manera de pagar lo que no tiene precio. El amor del Señor hacia nosotros es total y absolutamente incondicional, y lo que es de ese carácter ni espera ni exige devolución alguna. El amor del Señor no es un trueque, no es el hacer algo por nosotros a fin de que nosotros hagamos algo por Él; si así fuera, no sería amor ágape.

¿Qué hacemos entonces ante semejante amor? ¿Cómo respondemos a la gracia del Padre? ¿Qué podemos hacer por aquel que nada necesita y al que no podemos pagar? Pues, simple y llanamente amarle de vuelta. El agradecimiento es el primer paso de respuesta ante el abrumador amor del Padre que nos acepta de regreso en casa y nos eleva, nuevamente, a la condición de hijos y herederos suyos. El cumplimiento de nuestras promesas es el segundo movimiento, no para ganar nada, sino en respuesta a lo ya ganado y que, como dice Pablo, el apóstol, no nos puede ser arrebatado.

¿Cuál es tu respuesta a la gracia del Padre?






 



¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliendo mis promesas en presencia de tu pueblo? (Salmo 116:12-14)


Pues de ningún modo. No hay manera de pagar lo que no tiene precio. El amor del Señor hacia nosotros es total y absolutamente incondicional, y lo que es de ese carácter ni espera ni exige devolución alguna. El amor del Señor no es un trueque, no es el hacer algo por nosotros a fin de que nosotros hagamos algo por Él; si así fuera, no sería amor ágape.

¿Qué hacemos entonces ante semejante amor? ¿Cómo respondemos a la gracia del Padre? ¿Qué podemos hacer por aquel que nada necesita y al que no podemos pagar? Pues, simple y llanamente amarle de vuelta. El agradecimiento es el primer paso de respuesta ante el abrumador amor del Padre que nos acepta de regreso en casa y nos eleva, nuevamente, a la condición de hijos y herederos suyos. El cumplimiento de nuestras promesas es el segundo movimiento, no para ganar nada, sino en respuesta a lo ya ganado y que, como dice Pablo, el apóstol, no nos puede ser arrebatado.

¿Cuál es tu respuesta a la gracia del Padre?