...pero vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. (Mateo 6:32)


El confinamiento provee de mucho tiempo y éste permite que la mente piense y piense. Aún no hemos pasado la pandemia, las autoridades afirman que lo peor todavía está por llegar. Sin embargo, nosotros no podemos impedir que la mente se dispare y estemos pensando en los escenarios que nos encontraremos -o más bien que nos pensamos encontrar- cuando todo acabe. Por tanto, como comentaba el día de ayer, no sólo sufrimos por los retos del presente día, sino que también lo hacemos por aquellos que intuimos vendrán. ¿Nos ayuda en algo? No lo creo, simplemente añade dolor. Ya vimos que Jesús, por medio de la Palabra, nos invitaba a manejar un día a la vez; una higiene mental necesaria para no colapsarnos mental y emocionalmente.

Hoy Jesús nos dice que nuestro Padre ya sabe todo aquello que necesitamos y necesitaremos. Pienso en mí mismo. En el caso de que la pandemia no me afecte ¿Cómo quedarán mis finanzas? ¿Qué sucederá con los ingresos de las personas que nos apoyan y cómo eso me afectará? ¿Cómo eso impactará nuestros compromisos económicos y nuestra capacidad de ayudar a otros? ¿Cómo manejaremos todo esto cuando nos acercamos a la vejez, la época más vulnerable de la vida? Estas son preguntas lógicas, normales, legítimas. Sin embargo, por encima de todo ello está la realidad de que mi Padre lo sabe, no es ni indiferente ni ignorante. Y esto, al menos a mí, me da paz y la fuerza para vivir el día de hoy. Porque cuando el pánico ataca puedo decirle: Mi Padre sabe. Y al Señor puede decirle: Tú sabes.


¿Qué necesitas o necesitarás? Piénsalo, háblalo con el Señor. Dale gracias porque Él sabe.




...pero vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. (Mateo 6:32)


El confinamiento provee de mucho tiempo y éste permite que la mente piense y piense. Aún no hemos pasado la pandemia, las autoridades afirman que lo peor todavía está por llegar. Sin embargo, nosotros no podemos impedir que la mente se dispare y estemos pensando en los escenarios que nos encontraremos -o más bien que nos pensamos encontrar- cuando todo acabe. Por tanto, como comentaba el día de ayer, no sólo sufrimos por los retos del presente día, sino que también lo hacemos por aquellos que intuimos vendrán. ¿Nos ayuda en algo? No lo creo, simplemente añade dolor. Ya vimos que Jesús, por medio de la Palabra, nos invitaba a manejar un día a la vez; una higiene mental necesaria para no colapsarnos mental y emocionalmente.

Hoy Jesús nos dice que nuestro Padre ya sabe todo aquello que necesitamos y necesitaremos. Pienso en mí mismo. En el caso de que la pandemia no me afecte ¿Cómo quedarán mis finanzas? ¿Qué sucederá con los ingresos de las personas que nos apoyan y cómo eso me afectará? ¿Cómo eso impactará nuestros compromisos económicos y nuestra capacidad de ayudar a otros? ¿Cómo manejaremos todo esto cuando nos acercamos a la vejez, la época más vulnerable de la vida? Estas son preguntas lógicas, normales, legítimas. Sin embargo, por encima de todo ello está la realidad de que mi Padre lo sabe, no es ni indiferente ni ignorante. Y esto, al menos a mí, me da paz y la fuerza para vivir el día de hoy. Porque cuando el pánico ataca puedo decirle: Mi Padre sabe. Y al Señor puede decirle: Tú sabes.


¿Qué necesitas o necesitarás? Piénsalo, háblalo con el Señor. Dale gracias porque Él sabe.




...pero vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. (Mateo 6:32)


El confinamiento provee de mucho tiempo y éste permite que la mente piense y piense. Aún no hemos pasado la pandemia, las autoridades afirman que lo peor todavía está por llegar. Sin embargo, nosotros no podemos impedir que la mente se dispare y estemos pensando en los escenarios que nos encontraremos -o más bien que nos pensamos encontrar- cuando todo acabe. Por tanto, como comentaba el día de ayer, no sólo sufrimos por los retos del presente día, sino que también lo hacemos por aquellos que intuimos vendrán. ¿Nos ayuda en algo? No lo creo, simplemente añade dolor. Ya vimos que Jesús, por medio de la Palabra, nos invitaba a manejar un día a la vez; una higiene mental necesaria para no colapsarnos mental y emocionalmente.

Hoy Jesús nos dice que nuestro Padre ya sabe todo aquello que necesitamos y necesitaremos. Pienso en mí mismo. En el caso de que la pandemia no me afecte ¿Cómo quedarán mis finanzas? ¿Qué sucederá con los ingresos de las personas que nos apoyan y cómo eso me afectará? ¿Cómo eso impactará nuestros compromisos económicos y nuestra capacidad de ayudar a otros? ¿Cómo manejaremos todo esto cuando nos acercamos a la vejez, la época más vulnerable de la vida? Estas son preguntas lógicas, normales, legítimas. Sin embargo, por encima de todo ello está la realidad de que mi Padre lo sabe, no es ni indiferente ni ignorante. Y esto, al menos a mí, me da paz y la fuerza para vivir el día de hoy. Porque cuando el pánico ataca puedo decirle: Mi Padre sabe. Y al Señor puede decirle: Tú sabes.


¿Qué necesitas o necesitarás? Piénsalo, háblalo con el Señor. Dale gracias porque Él sabe.