Y Dios añadió: Esta es la alianza que establezco para siempre con vosotros... he puesto mi arco en las nubes como un signo de mi alianza con la tierra. (Génesis 9:12)


Siento pena cuando veo como los seguidores de Jesús hemos renunciado a un símbolo tan potente como el arco iris y lo hemos dejado en manos del colectivo LGTB. Creo que en cada iglesia, en la puerta, en un tamaño bien visible debería de estar el arco iris por lo que simboliza: El compromiso de Dios de bendecir la tierra. Nuestro Padre es un benefactor; un Dios que constantemente hace el bien de modo indiscriminado sobre los justos y los injustos, sobre lo buenos y los malos. Nuestro Dios es definido en la Escritura como amor ágape, y ese amor es el acto consciente e incondicional de buscar el bien de la persona amada. El arco iris nos recuerda el carácter de Dios, su deseo de bendecir y eso, necesariamente nos ha de llevar a la esperanza. 

El pueblo del Señor está llamado a vivir en esperanza y a dar esperanza a una humanidad que carece de la misma y trata de sustituirla por el optimismo -a menudo infundado- y el espíritu positivo. Nuestra esperanza está basada en el carácter de nuestro Dios y su compromiso, no sólo con nosotros sus hijos, sino con toda la humanidad. Pero, si nosotros no experimentamos esa esperanza, cómo podremos dársela a otros. 


Esperanza, optimismo, pensamiento positivo, desesperanza, pesimismo, ansiedad... ¿Qué emociones dominan tu corazón?










Y Dios añadió: Esta es la alianza que establezco para siempre con vosotros... he puesto mi arco en las nubes como un signo de mi alianza con la tierra. (Génesis 9:12)


Siento pena cuando veo como los seguidores de Jesús hemos renunciado a un símbolo tan potente como el arco iris y lo hemos dejado en manos del colectivo LGTB. Creo que en cada iglesia, en la puerta, en un tamaño bien visible debería de estar el arco iris por lo que simboliza: El compromiso de Dios de bendecir la tierra. Nuestro Padre es un benefactor; un Dios que constantemente hace el bien de modo indiscriminado sobre los justos y los injustos, sobre lo buenos y los malos. Nuestro Dios es definido en la Escritura como amor ágape, y ese amor es el acto consciente e incondicional de buscar el bien de la persona amada. El arco iris nos recuerda el carácter de Dios, su deseo de bendecir y eso, necesariamente nos ha de llevar a la esperanza. 

El pueblo del Señor está llamado a vivir en esperanza y a dar esperanza a una humanidad que carece de la misma y trata de sustituirla por el optimismo -a menudo infundado- y el espíritu positivo. Nuestra esperanza está basada en el carácter de nuestro Dios y su compromiso, no sólo con nosotros sus hijos, sino con toda la humanidad. Pero, si nosotros no experimentamos esa esperanza, cómo podremos dársela a otros. 


Esperanza, optimismo, pensamiento positivo, desesperanza, pesimismo, ansiedad... ¿Qué emociones dominan tu corazón?










Y Dios añadió: Esta es la alianza que establezco para siempre con vosotros... he puesto mi arco en las nubes como un signo de mi alianza con la tierra. (Génesis 9:12)


Siento pena cuando veo como los seguidores de Jesús hemos renunciado a un símbolo tan potente como el arco iris y lo hemos dejado en manos del colectivo LGTB. Creo que en cada iglesia, en la puerta, en un tamaño bien visible debería de estar el arco iris por lo que simboliza: El compromiso de Dios de bendecir la tierra. Nuestro Padre es un benefactor; un Dios que constantemente hace el bien de modo indiscriminado sobre los justos y los injustos, sobre lo buenos y los malos. Nuestro Dios es definido en la Escritura como amor ágape, y ese amor es el acto consciente e incondicional de buscar el bien de la persona amada. El arco iris nos recuerda el carácter de Dios, su deseo de bendecir y eso, necesariamente nos ha de llevar a la esperanza. 

El pueblo del Señor está llamado a vivir en esperanza y a dar esperanza a una humanidad que carece de la misma y trata de sustituirla por el optimismo -a menudo infundado- y el espíritu positivo. Nuestra esperanza está basada en el carácter de nuestro Dios y su compromiso, no sólo con nosotros sus hijos, sino con toda la humanidad. Pero, si nosotros no experimentamos esa esperanza, cómo podremos dársela a otros. 


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