Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.  Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (Mateo 15;18-19)

Jesús no está en contra de las leyes rituales, especialmente aquellas relacionadas con la higiene. En su sabiduría Dios las promulgó a fin de proteger la vida de los seres humanos. El Maestro está haciendo un contraste entre observar una higiene corporal -que es algo importante y necesario- y desatender la limpieza del corazón -que es, a medio y largo plazo mucho más dañina para nuestras vidas-. Podemos llevar mascarilla, lavarnos una y otra vez las manos y, sin embargo, tener el corazón lleno de suciedad, una suciedad que se va extiendo más y más en nuestro interior llenándolo todo y contaminando nuestros pensamientos, actitudes, motivaciones y, como resultado final, nuestras conductas.
La crisis del COVID 19 nos ha enseñado la importancia de la prevención; lo necesario que es cuidar adecuadamente nuestro cuerpo para no enfermar. Los pequeños hábitos que nos protegen y que debemos incorporarlos, ya para siempre a nuestras vidas. Quiera Dios que esta crisis también nos enseñe a tener una adecuada higiene de nuestro corazón, porque, al fin y al cabo, como dice la Escritura, de él nace la vida.

¿Cómo está la higiene de tu corazón?




Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.  Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (Mateo 15;18-19)

Jesús no está en contra de las leyes rituales, especialmente aquellas relacionadas con la higiene. En su sabiduría Dios las promulgó a fin de proteger la vida de los seres humanos. El Maestro está haciendo un contraste entre observar una higiene corporal -que es algo importante y necesario- y desatender la limpieza del corazón -que es, a medio y largo plazo mucho más dañina para nuestras vidas-. Podemos llevar mascarilla, lavarnos una y otra vez las manos y, sin embargo, tener el corazón lleno de suciedad, una suciedad que se va extiendo más y más en nuestro interior llenándolo todo y contaminando nuestros pensamientos, actitudes, motivaciones y, como resultado final, nuestras conductas.
La crisis del COVID 19 nos ha enseñado la importancia de la prevención; lo necesario que es cuidar adecuadamente nuestro cuerpo para no enfermar. Los pequeños hábitos que nos protegen y que debemos incorporarlos, ya para siempre a nuestras vidas. Quiera Dios que esta crisis también nos enseñe a tener una adecuada higiene de nuestro corazón, porque, al fin y al cabo, como dice la Escritura, de él nace la vida.

¿Cómo está la higiene de tu corazón?




Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.  Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (Mateo 15;18-19)

Jesús no está en contra de las leyes rituales, especialmente aquellas relacionadas con la higiene. En su sabiduría Dios las promulgó a fin de proteger la vida de los seres humanos. El Maestro está haciendo un contraste entre observar una higiene corporal -que es algo importante y necesario- y desatender la limpieza del corazón -que es, a medio y largo plazo mucho más dañina para nuestras vidas-. Podemos llevar mascarilla, lavarnos una y otra vez las manos y, sin embargo, tener el corazón lleno de suciedad, una suciedad que se va extiendo más y más en nuestro interior llenándolo todo y contaminando nuestros pensamientos, actitudes, motivaciones y, como resultado final, nuestras conductas.
La crisis del COVID 19 nos ha enseñado la importancia de la prevención; lo necesario que es cuidar adecuadamente nuestro cuerpo para no enfermar. Los pequeños hábitos que nos protegen y que debemos incorporarlos, ya para siempre a nuestras vidas. Quiera Dios que esta crisis también nos enseñe a tener una adecuada higiene de nuestro corazón, porque, al fin y al cabo, como dice la Escritura, de él nace la vida.

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