Recuerda mi pena amarga que es ajenjo envenenado. Me acuerdo constantemente y se me derrumba el ánimo. Pero algo viene a mi mente
que me llena de esperanza:  que tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota; ¡se renuevan cada día por tu gran fidelidad! Tú eres mi herencia, Señor, por eso confío en ti. (Lamentaciones 3:19-24)


Jeremías, el profeta, escribió estas palabras en el contexto de una catástrofe nacional. El reino de Judá dejaba de existir como nación independiente, Jerusalén era destruida y la mayoría de sus compatriotas eran enviados a la cautividad de Babilonia. Ante esta situación, el profeta nos comunica una mezcla de estados de ánimo; por un lado, reconoce que la situación le supera, le desborda emocionalmente (invito a leer completo el capítulo tres para verlo con más intensidad) que experimenta una pena profunda y se le derrumba, literalmente, el ánimo. Jeremías es muy consciente de la realidad, ni la frivolidad, ni minimiza, ni le quita importancia. Al contrario, la ve con toda su crudeza y reconoce el impacto que causa sobre él. Pero por otro lado, reconoce que hay una realidad paralela que ni puede, ni debe, ni quiere olvidar. Por eso trae a su mente el carácter de Dios, compasivo y fiel, que renueva día tras día su fidelidad; un día tras otro. Por eso, al final, el profeta puede declarar: Confío en Ti.

Escribo esto al entrar en la tercera semana de confinamiento forzoso. No sabemos cuánto más va a durar, como mínimo dos semanas más. Es evidente que el cansancio y el desánimo comenzarán a hacer mella en nuestras mentes y corazones. Que la pena y la amargura se pueden ir haciendo más y más presentes. Que conforme pase la pandemia ¡Qué pasará! comenzaremos  a preocuparnos por otros temas económicos y sociales. Por eso, como hizo el profeta, cuando la realidad nos abrume, no olvidemos que existe otra realidad, la realidad del Dios compasivo, misericordioso y fiel, que día tras día nos va a renovar su fidelidad, y el meditar en esa misma realidad nos lleve a exclamar. Confío en Ti.

¿Qué necesitas hoy para confiar en Él?


Recuerda mi pena amarga que es ajenjo envenenado. Me acuerdo constantemente y se me derrumba el ánimo. Pero algo viene a mi mente
que me llena de esperanza:  que tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota; ¡se renuevan cada día por tu gran fidelidad! Tú eres mi herencia, Señor, por eso confío en ti. (Lamentaciones 3:19-24)


Jeremías, el profeta, escribió estas palabras en el contexto de una catástrofe nacional. El reino de Judá dejaba de existir como nación independiente, Jerusalén era destruida y la mayoría de sus compatriotas eran enviados a la cautividad de Babilonia. Ante esta situación, el profeta nos comunica una mezcla de estados de ánimo; por un lado, reconoce que la situación le supera, le desborda emocionalmente (invito a leer completo el capítulo tres para verlo con más intensidad) que experimenta una pena profunda y se le derrumba, literalmente, el ánimo. Jeremías es muy consciente de la realidad, ni la frivolidad, ni minimiza, ni le quita importancia. Al contrario, la ve con toda su crudeza y reconoce el impacto que causa sobre él. Pero por otro lado, reconoce que hay una realidad paralela que ni puede, ni debe, ni quiere olvidar. Por eso trae a su mente el carácter de Dios, compasivo y fiel, que renueva día tras día su fidelidad; un día tras otro. Por eso, al final, el profeta puede declarar: Confío en Ti.

Escribo esto al entrar en la tercera semana de confinamiento forzoso. No sabemos cuánto más va a durar, como mínimo dos semanas más. Es evidente que el cansancio y el desánimo comenzarán a hacer mella en nuestras mentes y corazones. Que la pena y la amargura se pueden ir haciendo más y más presentes. Que conforme pase la pandemia ¡Qué pasará! comenzaremos  a preocuparnos por otros temas económicos y sociales. Por eso, como hizo el profeta, cuando la realidad nos abrume, no olvidemos que existe otra realidad, la realidad del Dios compasivo, misericordioso y fiel, que día tras día nos va a renovar su fidelidad, y el meditar en esa misma realidad nos lleve a exclamar. Confío en Ti.

¿Qué necesitas hoy para confiar en Él?


Recuerda mi pena amarga que es ajenjo envenenado. Me acuerdo constantemente y se me derrumba el ánimo. Pero algo viene a mi mente
que me llena de esperanza:  que tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota; ¡se renuevan cada día por tu gran fidelidad! Tú eres mi herencia, Señor, por eso confío en ti. (Lamentaciones 3:19-24)


Jeremías, el profeta, escribió estas palabras en el contexto de una catástrofe nacional. El reino de Judá dejaba de existir como nación independiente, Jerusalén era destruida y la mayoría de sus compatriotas eran enviados a la cautividad de Babilonia. Ante esta situación, el profeta nos comunica una mezcla de estados de ánimo; por un lado, reconoce que la situación le supera, le desborda emocionalmente (invito a leer completo el capítulo tres para verlo con más intensidad) que experimenta una pena profunda y se le derrumba, literalmente, el ánimo. Jeremías es muy consciente de la realidad, ni la frivolidad, ni minimiza, ni le quita importancia. Al contrario, la ve con toda su crudeza y reconoce el impacto que causa sobre él. Pero por otro lado, reconoce que hay una realidad paralela que ni puede, ni debe, ni quiere olvidar. Por eso trae a su mente el carácter de Dios, compasivo y fiel, que renueva día tras día su fidelidad; un día tras otro. Por eso, al final, el profeta puede declarar: Confío en Ti.

Escribo esto al entrar en la tercera semana de confinamiento forzoso. No sabemos cuánto más va a durar, como mínimo dos semanas más. Es evidente que el cansancio y el desánimo comenzarán a hacer mella en nuestras mentes y corazones. Que la pena y la amargura se pueden ir haciendo más y más presentes. Que conforme pase la pandemia ¡Qué pasará! comenzaremos  a preocuparnos por otros temas económicos y sociales. Por eso, como hizo el profeta, cuando la realidad nos abrume, no olvidemos que existe otra realidad, la realidad del Dios compasivo, misericordioso y fiel, que día tras día nos va a renovar su fidelidad, y el meditar en esa misma realidad nos lleve a exclamar. Confío en Ti.

¿Qué necesitas hoy para confiar en Él?