Has perdonado la falta de tu pueblo, has ocultado todos sus pecados. (Salmo 85:2)


Hay una gran diferencia entre un indulto y una amnistía. En ambas situaciones los presos son liberados de la cárcel. Pero en la primera, el indulto, los antecedentes penales de la persona permanecen intactos, no son eliminados, los registros de sus crímenes permanecen en su expediente y, en caso de reincidencia, podría tener consecuencias para el sujeto. 

La amnistía es completamente diferente; la persona es igualmente liberada, pero sus antecedentes penales son totalmente borrados, ya no queda el más mínimo rastro legal de sus delitos, fueran aquellos lo que fueran. En definitiva, es como si esa persona nunca hubiera delinquido, como si nunca hubiera cometido la más mínima falta.

Cuando la Biblia habla del perdón del Señor no está hablando de amnistía. No es simplemente un perdón puntual, es una eliminación total de nuestro expediente. Dicho de otra manera, es como si nunca antes hubiéramos pecado. El Señor se olvida total y completamente de nuestros pecados que han sido cubiertos por la muerte de Jesús.

Por eso, cuando hay confesión hay perdón. Cuando hay confesión no debe de haber culpa porque el Señor ya no recuerda nuestro pecado y, consecuentemente, nosotros debemos de dejarlo atrás y no vivir prisioneros de la culpa. Esta, cuando aparece después de haber sido confesado el pecado, no proviene de Dios, sino de Satanás, el padre de todas las mentiras, que intentará que no olvidemos aquello que el Señor ya olvidó, y que sintamos culpa por aquello que Él ya perdonó.


¿Qué pecados debería dejar atrás?

 



Has perdonado la falta de tu pueblo, has ocultado todos sus pecados. (Salmo 85:2)


Hay una gran diferencia entre un indulto y una amnistía. En ambas situaciones los presos son liberados de la cárcel. Pero en la primera, el indulto, los antecedentes penales de la persona permanecen intactos, no son eliminados, los registros de sus crímenes permanecen en su expediente y, en caso de reincidencia, podría tener consecuencias para el sujeto. 

La amnistía es completamente diferente; la persona es igualmente liberada, pero sus antecedentes penales son totalmente borrados, ya no queda el más mínimo rastro legal de sus delitos, fueran aquellos lo que fueran. En definitiva, es como si esa persona nunca hubiera delinquido, como si nunca hubiera cometido la más mínima falta.

Cuando la Biblia habla del perdón del Señor no está hablando de amnistía. No es simplemente un perdón puntual, es una eliminación total de nuestro expediente. Dicho de otra manera, es como si nunca antes hubiéramos pecado. El Señor se olvida total y completamente de nuestros pecados que han sido cubiertos por la muerte de Jesús.

Por eso, cuando hay confesión hay perdón. Cuando hay confesión no debe de haber culpa porque el Señor ya no recuerda nuestro pecado y, consecuentemente, nosotros debemos de dejarlo atrás y no vivir prisioneros de la culpa. Esta, cuando aparece después de haber sido confesado el pecado, no proviene de Dios, sino de Satanás, el padre de todas las mentiras, que intentará que no olvidemos aquello que el Señor ya olvidó, y que sintamos culpa por aquello que Él ya perdonó.


¿Qué pecados debería dejar atrás?

 



Has perdonado la falta de tu pueblo, has ocultado todos sus pecados. (Salmo 85:2)


Hay una gran diferencia entre un indulto y una amnistía. En ambas situaciones los presos son liberados de la cárcel. Pero en la primera, el indulto, los antecedentes penales de la persona permanecen intactos, no son eliminados, los registros de sus crímenes permanecen en su expediente y, en caso de reincidencia, podría tener consecuencias para el sujeto. 

La amnistía es completamente diferente; la persona es igualmente liberada, pero sus antecedentes penales son totalmente borrados, ya no queda el más mínimo rastro legal de sus delitos, fueran aquellos lo que fueran. En definitiva, es como si esa persona nunca hubiera delinquido, como si nunca hubiera cometido la más mínima falta.

Cuando la Biblia habla del perdón del Señor no está hablando de amnistía. No es simplemente un perdón puntual, es una eliminación total de nuestro expediente. Dicho de otra manera, es como si nunca antes hubiéramos pecado. El Señor se olvida total y completamente de nuestros pecados que han sido cubiertos por la muerte de Jesús.

Por eso, cuando hay confesión hay perdón. Cuando hay confesión no debe de haber culpa porque el Señor ya no recuerda nuestro pecado y, consecuentemente, nosotros debemos de dejarlo atrás y no vivir prisioneros de la culpa. Esta, cuando aparece después de haber sido confesado el pecado, no proviene de Dios, sino de Satanás, el padre de todas las mentiras, que intentará que no olvidemos aquello que el Señor ya olvidó, y que sintamos culpa por aquello que Él ya perdonó.


¿Qué pecados debería dejar atrás?