Muéstrame, Señor,, el camino de tus normas, que yo las guardaré hasta el fin. (Salmo 119:33)


Al pensar en este pasaje vino, de forma inmediata, a mi mente la idea de la danza, el movimiento acompasado entre dos bailarines. Porque en esta enseñanza de la Palabra veo claramente una danza en tres movimientos; los cuales, todos ellos, han de darse para crear la belleza. 

El primer movimiento es un acercamiento por nuestra parte hacia Dios en busca de conocer y comprender sus normas, principios o preceptos para poder vivir nuestra vida de acuerdo con su sabiduría. Es un movimiento intencional, pro-activo por nuestra parte, que nace de nuestra voluntad. Este primer paso es fundamental y sin él la danza no puede suceder. 

El segundo movimiento es la respuesta de Dios. Es el Padre respondiendo graciosamente a nuestro acercamiento. Consiste en mostrarnos cómo vivir. Lo hace por medio de su Palabra escrita, el ejemplo eterno de Jesús y el trabajo singular y único del Espíritu Santo en la vida de cada uno de nosotros.

El tercer movimiento nos corresponde nuevamente a nosotros. Recibimos y aplicamos aquello que el Padre nos da. Lo integramos en nuestra vida personal y esta cambia.

Estos movimientos, al principio son rígidos, incluso mecánicos pero, la práctica hace al artista y conforme vamos practicando esos tres pasos nuestra soltura crece y ganamos en belleza y gracia.

¿Danzamos?

 





Muéstrame, Señor,, el camino de tus normas, que yo las guardaré hasta el fin. (Salmo 119:33)


Al pensar en este pasaje vino, de forma inmediata, a mi mente la idea de la danza, el movimiento acompasado entre dos bailarines. Porque en esta enseñanza de la Palabra veo claramente una danza en tres movimientos; los cuales, todos ellos, han de darse para crear la belleza. 

El primer movimiento es un acercamiento por nuestra parte hacia Dios en busca de conocer y comprender sus normas, principios o preceptos para poder vivir nuestra vida de acuerdo con su sabiduría. Es un movimiento intencional, pro-activo por nuestra parte, que nace de nuestra voluntad. Este primer paso es fundamental y sin él la danza no puede suceder. 

El segundo movimiento es la respuesta de Dios. Es el Padre respondiendo graciosamente a nuestro acercamiento. Consiste en mostrarnos cómo vivir. Lo hace por medio de su Palabra escrita, el ejemplo eterno de Jesús y el trabajo singular y único del Espíritu Santo en la vida de cada uno de nosotros.

El tercer movimiento nos corresponde nuevamente a nosotros. Recibimos y aplicamos aquello que el Padre nos da. Lo integramos en nuestra vida personal y esta cambia.

Estos movimientos, al principio son rígidos, incluso mecánicos pero, la práctica hace al artista y conforme vamos practicando esos tres pasos nuestra soltura crece y ganamos en belleza y gracia.

¿Danzamos?

 





Muéstrame, Señor,, el camino de tus normas, que yo las guardaré hasta el fin. (Salmo 119:33)


Al pensar en este pasaje vino, de forma inmediata, a mi mente la idea de la danza, el movimiento acompasado entre dos bailarines. Porque en esta enseñanza de la Palabra veo claramente una danza en tres movimientos; los cuales, todos ellos, han de darse para crear la belleza. 

El primer movimiento es un acercamiento por nuestra parte hacia Dios en busca de conocer y comprender sus normas, principios o preceptos para poder vivir nuestra vida de acuerdo con su sabiduría. Es un movimiento intencional, pro-activo por nuestra parte, que nace de nuestra voluntad. Este primer paso es fundamental y sin él la danza no puede suceder. 

El segundo movimiento es la respuesta de Dios. Es el Padre respondiendo graciosamente a nuestro acercamiento. Consiste en mostrarnos cómo vivir. Lo hace por medio de su Palabra escrita, el ejemplo eterno de Jesús y el trabajo singular y único del Espíritu Santo en la vida de cada uno de nosotros.

El tercer movimiento nos corresponde nuevamente a nosotros. Recibimos y aplicamos aquello que el Padre nos da. Lo integramos en nuestra vida personal y esta cambia.

Estos movimientos, al principio son rígidos, incluso mecánicos pero, la práctica hace al artista y conforme vamos practicando esos tres pasos nuestra soltura crece y ganamos en belleza y gracia.

¿Danzamos?