¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y que habita en vosotros? (1 Corintios 6:19)

El lenguaje es poderoso, el lenguaje crea realidad. Tal vez, por eso Dios ha decidido comunicarse a través de la Palabra. No soporto cuando llamamos "casa de Dios" a meros edificios que son tan solo facilidades, instalaciones que nos sirven para nuestros propósitos religiosos pero que carecen de todo tipo de sacralidad. Es igual que la Escritura afirme que el Señor no vive en templos hechos de manos humanas; parece ser que la tendencia del ser humano es encerrar a Dios en un espacio, de esa manera lo tenemos controlado, lo visitamos de vez en cuando y podemos vivir como nos de la gana el resto del tiempo. 

Porque "la casa del Señor" genera una realidad espiritual que reduce a Dios a ciertos lugares, ciertos días, ciertas actividades mediadas por personas "especiales". Nos anestesia de la realidad de que Dios vive en nosotros, de que 24/7 vivimos en el lugar santísimo, que allá donde vas y donde estás llevas al Señor contigo y, consecuentemente, haces la iglesia presente en los hospitales, las escuelas, los hogares, los cafés, las tienda, los transportes públicos, las oficinas del gobierno, los centros de cultura y un etcétera tan grande como quieras hacerlo.

Afirmar que el domingo vamos a la casa de Dios es más peligroso de lo que parece, genera una realidad apartada de la verdad del evangelio.



 



¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y que habita en vosotros? (1 Corintios 6:19)

El lenguaje es poderoso, el lenguaje crea realidad. Tal vez, por eso Dios ha decidido comunicarse a través de la Palabra. No soporto cuando llamamos "casa de Dios" a meros edificios que son tan solo facilidades, instalaciones que nos sirven para nuestros propósitos religiosos pero que carecen de todo tipo de sacralidad. Es igual que la Escritura afirme que el Señor no vive en templos hechos de manos humanas; parece ser que la tendencia del ser humano es encerrar a Dios en un espacio, de esa manera lo tenemos controlado, lo visitamos de vez en cuando y podemos vivir como nos de la gana el resto del tiempo. 

Porque "la casa del Señor" genera una realidad espiritual que reduce a Dios a ciertos lugares, ciertos días, ciertas actividades mediadas por personas "especiales". Nos anestesia de la realidad de que Dios vive en nosotros, de que 24/7 vivimos en el lugar santísimo, que allá donde vas y donde estás llevas al Señor contigo y, consecuentemente, haces la iglesia presente en los hospitales, las escuelas, los hogares, los cafés, las tienda, los transportes públicos, las oficinas del gobierno, los centros de cultura y un etcétera tan grande como quieras hacerlo.

Afirmar que el domingo vamos a la casa de Dios es más peligroso de lo que parece, genera una realidad apartada de la verdad del evangelio.



 



¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y que habita en vosotros? (1 Corintios 6:19)

El lenguaje es poderoso, el lenguaje crea realidad. Tal vez, por eso Dios ha decidido comunicarse a través de la Palabra. No soporto cuando llamamos "casa de Dios" a meros edificios que son tan solo facilidades, instalaciones que nos sirven para nuestros propósitos religiosos pero que carecen de todo tipo de sacralidad. Es igual que la Escritura afirme que el Señor no vive en templos hechos de manos humanas; parece ser que la tendencia del ser humano es encerrar a Dios en un espacio, de esa manera lo tenemos controlado, lo visitamos de vez en cuando y podemos vivir como nos de la gana el resto del tiempo. 

Porque "la casa del Señor" genera una realidad espiritual que reduce a Dios a ciertos lugares, ciertos días, ciertas actividades mediadas por personas "especiales". Nos anestesia de la realidad de que Dios vive en nosotros, de que 24/7 vivimos en el lugar santísimo, que allá donde vas y donde estás llevas al Señor contigo y, consecuentemente, haces la iglesia presente en los hospitales, las escuelas, los hogares, los cafés, las tienda, los transportes públicos, las oficinas del gobierno, los centros de cultura y un etcétera tan grande como quieras hacerlo.

Afirmar que el domingo vamos a la casa de Dios es más peligroso de lo que parece, genera una realidad apartada de la verdad del evangelio.