¿Qué os parece? Ellos contestaron: -¡Qué merece la muerte! (Mateo 26:66)


A lo largo de su ministerio Jesús siempre polarizó a la gente alrededor de Él, lo amaban, lo utilizaban, lo odiaban pero no dejaba a nadie indiferente, absolutamente a nadie. Es algo que el Maestro produce en las personas, su propia personalidad, sus pretensiones, sus afirmaciones de exclusividad y deidad fuerzan a las personas a tenerse que decantar a favor o en contra de Él. 

El Sanedrín, el consejo de gobierno judío bajo la tutela del poder romano, ya hacía tiempo que le tenía tomada la medida a Jesús y esperaban la oportunidad para plasmar de forma práctica su ira, enojo y confrontación. Judas, como ya sabemos, les proporcionó la oportunidad que buscaban y ellos se decantaron por matarle.

Esta reflexión nos lleva a nosotros mismos, los seguidores de Jesús, y qué actitud tomamos con respecto al Maestro. Jesús polarizaba a las personas, les obligaba a posicionarse con respecto a Él, a aceptarlo o a rechazarlo, pero no provocaba, en absoluto, indiferencia. Esta indiferencia es, precisamente, la que más me preocupa con respecto a los discípulos contemporáneos del Maestro, lo reconocemos como tal, aceptamos su divinidad, pero eso no afecta necesariamente nuestro diario vivir, la forma en que pensamos, sentimos, priorizamos, establecemos valores, etc., etc. 

Creo que Jesús entiende más el rechazo que la indiferencia que recubre nuestro aparente seguimiento del Maestro. Afirmaría que prefiere que le digamos que no abierta y claramente y no juguemos con esa ambigüedad del si pero no que caracteriza mucho de nuestras vidas. En definitiva, recházalo o síguelo con todas sus consecuencias, pero no juegues a la ambigüedad calculada de la religiosidad.


Ubícate ¿Rechazo, seguimiento comprometido o ambigüedad calculada?