Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu inteligencia. Este es el primer mandamiento y el más importante. Pero hay un segundo mandamiento que es parecido a este: Amarás a tu prójimo como tu a ti mismo. (Mateo 22:37 y 38)


¿Cuán difícil es el seguimiento de Jesús? En un sentido, la comprensión a nivel intelectual de lo que implica no es muy complicado, Jesús lo resume en dos frases, amar a Dios y amar a tu prójimo. En principio no parece que sea necesario tener un doctorado en teología para poderlo entender. Otra cosa sería el desplegar ambas verdades y tratar de entender qué significa vivirlas en la práctica.

Voy a obviar el primero de los mandamientos, el de amar a Dios, pues entiendo que como seguidores de Jesús es algo que asumimos y, mejor o peor, tratamos que sea una realidad en nuestra vida cotidiana. Prefiero centrarme en esta reflexión en el amor al prójimo.

Tal vez hay que comenzar por definir el significado de amor. La palabra griega utilizada es agape, un amor que se caracteriza por no ser nada emocional sino nacer de la voluntad, ser pro activo, intencional y, además, plasmarse en hechos y no palabras, ser incondicional, indiscriminado y, muchísimas ocasiones costoso. A mí, personalmente, me gusta definirlo como el acto de la voluntad de buscar el bien de la persona objeto del amor, sin consideraciones acerca de si es digno o no de recibirlo.

Esta es la manera en que nos ama Dios y la que nos pide que nosotros amemos a otros. Al nacer de la voluntad y no de la emoción, al buscar el bien por medio de acciones y no experimentar emociones positivas hacia el otro, esto explica que Jesús nos pueda llegar a pedir que incluso amemos a nuestros enemigos, les hagamos bien incluso a aquellos que nos quieren o nos hacen mal.

Eso no es fácil, estamos de acuerdo. Hay dos obstáculos que nos pueden impedir amar a nuestro prójimo. En algunos casos el daño que nos han producido, sea a nivel físico, emocional, espiritual, social o incluso una combinación de ambos. Esto se alza como una barrera que nos puede impedir amar desde el punto bíblico antes mencionado. Necesita que, además, ejercitemos el perdón junto con el amor, o bien veamos el perdón como una expresión de amor.

En otros casos, probablemente lo más extendidos, la indiferencia es la que nos impide buscar el bien del otro. Indiferencia significa que aunque somos conscientes de la necesidad del prójimo no sentimos que sea nuestra responsabilidad el atenderla. Sin duda pensamos que es serio e importante lo que le pasa, sin embargo, en nuestra mente alguien más debe ser el responsable de ello. Caín lo expresó muy bien con la respuesta que le dio al Señor, ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano?

Aquí tenemos pues dos sencillos retos que nos pueden impedir cumplir el mandamiento de Jesús, el dolor y la indiferencia. Superarlos es fundamental para poder seguir al Maestro en sus término y no en los nuestros.


¿Qué te impide a ti amar al prójimo el dolor o la indiferencia?