Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder De Dios. (2 Corintios 2:4-5)

Tengo 66 años y llevo en el ministerio cristiano a tiempo completo desde los 18. Pero, curiosamente, a pesar de que durante todos estos años he acumulado experiencia, conocimientos, competencias y habilidades, cada día que pasa me siento más incapaz de producir ningún impacto en nadie. Junto con todo lo anteriormente descrito ha ido creciendo en mí una clara conciencia y convicción de que si el Espíritu del Señor no produce cambios en las vidas de las personas, todo mi trabajo es en vano.

Él es el único que puede producir cambios reales, sostenibles en la vida de las personas. La elocuencia, las competencias y habilidades del predicador, maestro o evangelista no puede hacerlo, y si lo consiguen, no son sostenibles a lo largo del tiempo sino flor de un día. Curiosamente, porque creo que es mi responsabilidad, sigo estudiando, formándome y aprendiendo; es una cuestión de mayordomía, pero con la libertad que da saber que el resultado final es obra de Dios por medio de su Espíritu ¡Qué descanso!

 



Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder De Dios. (2 Corintios 2:4-5)

Tengo 66 años y llevo en el ministerio cristiano a tiempo completo desde los 18. Pero, curiosamente, a pesar de que durante todos estos años he acumulado experiencia, conocimientos, competencias y habilidades, cada día que pasa me siento más incapaz de producir ningún impacto en nadie. Junto con todo lo anteriormente descrito ha ido creciendo en mí una clara conciencia y convicción de que si el Espíritu del Señor no produce cambios en las vidas de las personas, todo mi trabajo es en vano.

Él es el único que puede producir cambios reales, sostenibles en la vida de las personas. La elocuencia, las competencias y habilidades del predicador, maestro o evangelista no puede hacerlo, y si lo consiguen, no son sostenibles a lo largo del tiempo sino flor de un día. Curiosamente, porque creo que es mi responsabilidad, sigo estudiando, formándome y aprendiendo; es una cuestión de mayordomía, pero con la libertad que da saber que el resultado final es obra de Dios por medio de su Espíritu ¡Qué descanso!

 



Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder De Dios. (2 Corintios 2:4-5)

Tengo 66 años y llevo en el ministerio cristiano a tiempo completo desde los 18. Pero, curiosamente, a pesar de que durante todos estos años he acumulado experiencia, conocimientos, competencias y habilidades, cada día que pasa me siento más incapaz de producir ningún impacto en nadie. Junto con todo lo anteriormente descrito ha ido creciendo en mí una clara conciencia y convicción de que si el Espíritu del Señor no produce cambios en las vidas de las personas, todo mi trabajo es en vano.

Él es el único que puede producir cambios reales, sostenibles en la vida de las personas. La elocuencia, las competencias y habilidades del predicador, maestro o evangelista no puede hacerlo, y si lo consiguen, no son sostenibles a lo largo del tiempo sino flor de un día. Curiosamente, porque creo que es mi responsabilidad, sigo estudiando, formándome y aprendiendo; es una cuestión de mayordomía, pero con la libertad que da saber que el resultado final es obra de Dios por medio de su Espíritu ¡Qué descanso!