En cuanto a las divinidades de esta tierra: esos poderes que tanto me complacían , esos falsos ídolos tras los que muchos corren, yo no les ofreceré sacrificios ni pronunciaré mi nombre con sus labios. (Salmo 16:3-4)

La idolatría es algo muy sutil. Nos podemos sentir a salvo de ella porque no adoramos imágenes, totenes, esculturas, amuletos u otras cosas físicas. De forma perspicaz, Martín Lutero, el gran reformador alemán, ya afirmó que un dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús lo indicó de una manera similar al afirmar que donde está nuestro tesoro -ídolo- está nuestro corazón. Si tomamos este concepto más amplio de idolatría podemos ser más rigurosos al hacer un examen de nuestra vida. 

El salmista habla de las divinidades de esta tierra, y eso me lleva a pensar en cuáles son los ídolos, los dioses que nuestra sociedad adora, tras los que corre convencida de que por medio de ellos conseguirá seguridad, propósito, sentido o, como mínimo, algunas gotas de satisfacción por momentánea que estas sean. Hay una amplia oferta que, sin duda, varía de sociedad a sociedad, pero que en la nuestra son, entre otros, el poder, el dinero, el estatus, el placer, el trabajo, las relaciones, el reconocimiento, los likes en Instagram, Facebook o cualquier otra red social. Dioses a los que les dedicamos atención, tiempo -que no es otra cosa que vida- devoción y fidelidad.

¿Cuáles podrían ser tus ídolos? ¿Qué revela un examen profundo en compañía del Espíritu Santo?

 



En cuanto a las divinidades de esta tierra: esos poderes que tanto me complacían , esos falsos ídolos tras los que muchos corren, yo no les ofreceré sacrificios ni pronunciaré mi nombre con sus labios. (Salmo 16:3-4)

La idolatría es algo muy sutil. Nos podemos sentir a salvo de ella porque no adoramos imágenes, totenes, esculturas, amuletos u otras cosas físicas. De forma perspicaz, Martín Lutero, el gran reformador alemán, ya afirmó que un dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús lo indicó de una manera similar al afirmar que donde está nuestro tesoro -ídolo- está nuestro corazón. Si tomamos este concepto más amplio de idolatría podemos ser más rigurosos al hacer un examen de nuestra vida. 

El salmista habla de las divinidades de esta tierra, y eso me lleva a pensar en cuáles son los ídolos, los dioses que nuestra sociedad adora, tras los que corre convencida de que por medio de ellos conseguirá seguridad, propósito, sentido o, como mínimo, algunas gotas de satisfacción por momentánea que estas sean. Hay una amplia oferta que, sin duda, varía de sociedad a sociedad, pero que en la nuestra son, entre otros, el poder, el dinero, el estatus, el placer, el trabajo, las relaciones, el reconocimiento, los likes en Instagram, Facebook o cualquier otra red social. Dioses a los que les dedicamos atención, tiempo -que no es otra cosa que vida- devoción y fidelidad.

¿Cuáles podrían ser tus ídolos? ¿Qué revela un examen profundo en compañía del Espíritu Santo?

 



En cuanto a las divinidades de esta tierra: esos poderes que tanto me complacían , esos falsos ídolos tras los que muchos corren, yo no les ofreceré sacrificios ni pronunciaré mi nombre con sus labios. (Salmo 16:3-4)

La idolatría es algo muy sutil. Nos podemos sentir a salvo de ella porque no adoramos imágenes, totenes, esculturas, amuletos u otras cosas físicas. De forma perspicaz, Martín Lutero, el gran reformador alemán, ya afirmó que un dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús lo indicó de una manera similar al afirmar que donde está nuestro tesoro -ídolo- está nuestro corazón. Si tomamos este concepto más amplio de idolatría podemos ser más rigurosos al hacer un examen de nuestra vida. 

El salmista habla de las divinidades de esta tierra, y eso me lleva a pensar en cuáles son los ídolos, los dioses que nuestra sociedad adora, tras los que corre convencida de que por medio de ellos conseguirá seguridad, propósito, sentido o, como mínimo, algunas gotas de satisfacción por momentánea que estas sean. Hay una amplia oferta que, sin duda, varía de sociedad a sociedad, pero que en la nuestra son, entre otros, el poder, el dinero, el estatus, el placer, el trabajo, las relaciones, el reconocimiento, los likes en Instagram, Facebook o cualquier otra red social. Dioses a los que les dedicamos atención, tiempo -que no es otra cosa que vida- devoción y fidelidad.

¿Cuáles podrían ser tus ídolos? ¿Qué revela un examen profundo en compañía del Espíritu Santo?