Porque el Señor ama a su pueblo. (Salmo 149)

Cuando leía este penúltimo salmo del salterio le pedía al Espíritu Santo, como lo hago cada día, que relacionara con mi vida lo que estaba leyendo. Estoy en un tiempo de mi vida de muchas demandas de todo tipo, de muchas necesidades a mi alrededor, de muchas posibilidades de ministerio, pero, también con una sensación de agobio, de no poder llegar a todo, de que no puedo abarcar y, además, que mi salud y fuerzas no siempre me acompañan. 

Por eso he relacionado mi situación con algo que leí recientemente escrito por uno de los grandes pensadores contemporáneos del cristianismo. En resumen venía a decir que mucha de nuestras tensiones e infelicidad en la vida eran consecuencia de que escuchamos demasiado al corazón, que nos bombardea con problemas, escenarios, preocupaciones, expectativas y frustraciones. Martin-Lloyd Jones proponía como contramedida, que le hablemos al corazón, que le recordemos quiénes somos, qué Dios está de nuestro lado, cuáles son sus promesas, cuál su compromiso con nosotros, cuál, en definitiva, su amor incondicional y eterno. Tiene razón; en ocasiones hay que reprender al corazón y hacerle escuchar la verdad de  Dios.

 



Porque el Señor ama a su pueblo. (Salmo 149)

Cuando leía este penúltimo salmo del salterio le pedía al Espíritu Santo, como lo hago cada día, que relacionara con mi vida lo que estaba leyendo. Estoy en un tiempo de mi vida de muchas demandas de todo tipo, de muchas necesidades a mi alrededor, de muchas posibilidades de ministerio, pero, también con una sensación de agobio, de no poder llegar a todo, de que no puedo abarcar y, además, que mi salud y fuerzas no siempre me acompañan. 

Por eso he relacionado mi situación con algo que leí recientemente escrito por uno de los grandes pensadores contemporáneos del cristianismo. En resumen venía a decir que mucha de nuestras tensiones e infelicidad en la vida eran consecuencia de que escuchamos demasiado al corazón, que nos bombardea con problemas, escenarios, preocupaciones, expectativas y frustraciones. Martin-Lloyd Jones proponía como contramedida, que le hablemos al corazón, que le recordemos quiénes somos, qué Dios está de nuestro lado, cuáles son sus promesas, cuál su compromiso con nosotros, cuál, en definitiva, su amor incondicional y eterno. Tiene razón; en ocasiones hay que reprender al corazón y hacerle escuchar la verdad de  Dios.

 



Porque el Señor ama a su pueblo. (Salmo 149)

Cuando leía este penúltimo salmo del salterio le pedía al Espíritu Santo, como lo hago cada día, que relacionara con mi vida lo que estaba leyendo. Estoy en un tiempo de mi vida de muchas demandas de todo tipo, de muchas necesidades a mi alrededor, de muchas posibilidades de ministerio, pero, también con una sensación de agobio, de no poder llegar a todo, de que no puedo abarcar y, además, que mi salud y fuerzas no siempre me acompañan. 

Por eso he relacionado mi situación con algo que leí recientemente escrito por uno de los grandes pensadores contemporáneos del cristianismo. En resumen venía a decir que mucha de nuestras tensiones e infelicidad en la vida eran consecuencia de que escuchamos demasiado al corazón, que nos bombardea con problemas, escenarios, preocupaciones, expectativas y frustraciones. Martin-Lloyd Jones proponía como contramedida, que le hablemos al corazón, que le recordemos quiénes somos, qué Dios está de nuestro lado, cuáles son sus promesas, cuál su compromiso con nosotros, cuál, en definitiva, su amor incondicional y eterno. Tiene razón; en ocasiones hay que reprender al corazón y hacerle escuchar la verdad de  Dios.