Solo Dios es mi descanso, de Él viene mi esperanza. Solo Él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza ¡no sucumbiré! (Salmo 62:5-6)

Tras ocho meses de pandemia, una de las consecuencias directas que ha afectado a cerca del 60% de la población europea es la denominada por la Organización Mundial de la Salud como "fatiga pandémica". Confinamiento, miedo al contagio, pérdida de seres queridos, de trabajo... El impacto de la emergencia sanitaria ha agotado a una gran cantidad de ciudadanos. En base a los resultados de encuestas realizadas en los países de la Unión Europea, la OMS ha reconocido que la fatiga es uno de los efectos de la pandemia que más se está incrementando. Pero, ¿cómo se manifiesta? Principalmente, muchos ciudadanos están experimentando sensaciones de estrés, apatía y desmotivación, tal y como asegura la organización internacional en el documento publicado al respecto.

Eso es una realidad y negarlo una insensatez. En estos momentos tan duros y difíciles ¿Qué valor añadido representa la fe? ¿Marca alguna diferencia? ¿Nos da, por decirlo de alguna manera, una ventaja sobre la población que carece de confianza en Dios? En mi opinión así debería ser; lo cual no quiere decir que así sea. En esta situación de un gran estrés pandémico la gestión de ese estrés se convierte en algo fundamental para nuestra salud física y emocional. Son muchos meses los que llevamos encima y los que todavía nos quedan.

Las afirmaciones del salmista acerca de lo que el Señor aporta a su vida no son realidades automáticas. Al menos no es lo que yo opino y creo. Más bien se trata de resultados que vienen de una gestión correcta del estrés y la fatiga que nos genera esta pandemia. Y esa gestión pasa por ponernos en contacto con nuestras emociones, lo que estamos sintiendo y experimentando, ponerle nombre y apellidos a todos esos estados anímicos y, cada vez que nos asaltan, que vienen a nuestra mente, que los experimentamos en nuestros cuerpos, dárselos al Padre, quien puede recibirlos sin que le hagan daño. Creo que a esto se refiere Jesús cuando afirma que vayamos a Él todos los que estamos experimentando fatiga pandémica y Él nos hará descansar.

Aprovecha estos momentos para llevar tu fatiga pandémica al Señor.

 



Solo Dios es mi descanso, de Él viene mi esperanza. Solo Él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza ¡no sucumbiré! (Salmo 62:5-6)

Tras ocho meses de pandemia, una de las consecuencias directas que ha afectado a cerca del 60% de la población europea es la denominada por la Organización Mundial de la Salud como "fatiga pandémica". Confinamiento, miedo al contagio, pérdida de seres queridos, de trabajo... El impacto de la emergencia sanitaria ha agotado a una gran cantidad de ciudadanos. En base a los resultados de encuestas realizadas en los países de la Unión Europea, la OMS ha reconocido que la fatiga es uno de los efectos de la pandemia que más se está incrementando. Pero, ¿cómo se manifiesta? Principalmente, muchos ciudadanos están experimentando sensaciones de estrés, apatía y desmotivación, tal y como asegura la organización internacional en el documento publicado al respecto.

Eso es una realidad y negarlo una insensatez. En estos momentos tan duros y difíciles ¿Qué valor añadido representa la fe? ¿Marca alguna diferencia? ¿Nos da, por decirlo de alguna manera, una ventaja sobre la población que carece de confianza en Dios? En mi opinión así debería ser; lo cual no quiere decir que así sea. En esta situación de un gran estrés pandémico la gestión de ese estrés se convierte en algo fundamental para nuestra salud física y emocional. Son muchos meses los que llevamos encima y los que todavía nos quedan.

Las afirmaciones del salmista acerca de lo que el Señor aporta a su vida no son realidades automáticas. Al menos no es lo que yo opino y creo. Más bien se trata de resultados que vienen de una gestión correcta del estrés y la fatiga que nos genera esta pandemia. Y esa gestión pasa por ponernos en contacto con nuestras emociones, lo que estamos sintiendo y experimentando, ponerle nombre y apellidos a todos esos estados anímicos y, cada vez que nos asaltan, que vienen a nuestra mente, que los experimentamos en nuestros cuerpos, dárselos al Padre, quien puede recibirlos sin que le hagan daño. Creo que a esto se refiere Jesús cuando afirma que vayamos a Él todos los que estamos experimentando fatiga pandémica y Él nos hará descansar.

Aprovecha estos momentos para llevar tu fatiga pandémica al Señor.

 



Solo Dios es mi descanso, de Él viene mi esperanza. Solo Él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza ¡no sucumbiré! (Salmo 62:5-6)

Tras ocho meses de pandemia, una de las consecuencias directas que ha afectado a cerca del 60% de la población europea es la denominada por la Organización Mundial de la Salud como "fatiga pandémica". Confinamiento, miedo al contagio, pérdida de seres queridos, de trabajo... El impacto de la emergencia sanitaria ha agotado a una gran cantidad de ciudadanos. En base a los resultados de encuestas realizadas en los países de la Unión Europea, la OMS ha reconocido que la fatiga es uno de los efectos de la pandemia que más se está incrementando. Pero, ¿cómo se manifiesta? Principalmente, muchos ciudadanos están experimentando sensaciones de estrés, apatía y desmotivación, tal y como asegura la organización internacional en el documento publicado al respecto.

Eso es una realidad y negarlo una insensatez. En estos momentos tan duros y difíciles ¿Qué valor añadido representa la fe? ¿Marca alguna diferencia? ¿Nos da, por decirlo de alguna manera, una ventaja sobre la población que carece de confianza en Dios? En mi opinión así debería ser; lo cual no quiere decir que así sea. En esta situación de un gran estrés pandémico la gestión de ese estrés se convierte en algo fundamental para nuestra salud física y emocional. Son muchos meses los que llevamos encima y los que todavía nos quedan.

Las afirmaciones del salmista acerca de lo que el Señor aporta a su vida no son realidades automáticas. Al menos no es lo que yo opino y creo. Más bien se trata de resultados que vienen de una gestión correcta del estrés y la fatiga que nos genera esta pandemia. Y esa gestión pasa por ponernos en contacto con nuestras emociones, lo que estamos sintiendo y experimentando, ponerle nombre y apellidos a todos esos estados anímicos y, cada vez que nos asaltan, que vienen a nuestra mente, que los experimentamos en nuestros cuerpos, dárselos al Padre, quien puede recibirlos sin que le hagan daño. Creo que a esto se refiere Jesús cuando afirma que vayamos a Él todos los que estamos experimentando fatiga pandémica y Él nos hará descansar.

Aprovecha estos momentos para llevar tu fatiga pandémica al Señor.