Y en esto que llega una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dice: -Dame de beber... La mujer samaritana le contesta: -¡Como! ¿No res tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy samaritana? (Es que los judíos y los samaritanos no se trataban? (Juan 4: 1-26)

En este pasaje Jesús, como nos tiene tan acostumbrados, deja de lado los convencionalismos sociales, los prejuicios raciales y de genero en pos de su misión. Los samaritanos, los habitantes de Samaria ocupaban una región que dividía en dos partes la geografía del país judío. Si uno quería ir desde el norte -Galilea- hasta el sur -Judea- debía pasar por Samaria. Pero era tanto el desprecio que muchos judíos preferían hacer un gran rodeo ¡Nada más ni nada menos que por territorio gentil! a fin de evitar el paso por Samaria. Hay que decir que el desprecio era mutuo.

Por otro lado nos encontramos con el Maestro dirigiéndose a una mujer. El papel social de la mujer en la Palestina del Nuevo Testamento era similar al que continúa teniendo hoy en día en países musulmanes; pensemos, por ejemplo, Afganistán. Ningún judío se dirigía en público a una mujer y menos desconocida. Un rabino ni siquiera hablaba en público con su propia mujer. Mucho menos hablaba de cuestiones teológicas con ella ni la instruía. Para colmo, Jesús se muestra vulnerable, expresa su necesidad física y pide ayuda.

Seguir a Jesús es imitar su estilo de vida, y hemos de reconocer que, en muchas ocasiones, este es rompedor, transgresor, contracultural. Porque nosotros tenemos la misma misión que Él, buscar al que está perdido, no podemos escudarnos en ser respetables, moralmente correctos, distantes de todo lo que huela a inmoralidad y mala reputación. Si, podemos hacerlo, pero al precio de traicionar la pauta marcada por Jesús.

¿Cuáles son tus prejuicios y barreras que avergonzarían al Maestro?

 



Y en esto que llega una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dice: -Dame de beber... La mujer samaritana le contesta: -¡Como! ¿No res tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy samaritana? (Es que los judíos y los samaritanos no se trataban? (Juan 4: 1-26)

En este pasaje Jesús, como nos tiene tan acostumbrados, deja de lado los convencionalismos sociales, los prejuicios raciales y de genero en pos de su misión. Los samaritanos, los habitantes de Samaria ocupaban una región que dividía en dos partes la geografía del país judío. Si uno quería ir desde el norte -Galilea- hasta el sur -Judea- debía pasar por Samaria. Pero era tanto el desprecio que muchos judíos preferían hacer un gran rodeo ¡Nada más ni nada menos que por territorio gentil! a fin de evitar el paso por Samaria. Hay que decir que el desprecio era mutuo.

Por otro lado nos encontramos con el Maestro dirigiéndose a una mujer. El papel social de la mujer en la Palestina del Nuevo Testamento era similar al que continúa teniendo hoy en día en países musulmanes; pensemos, por ejemplo, Afganistán. Ningún judío se dirigía en público a una mujer y menos desconocida. Un rabino ni siquiera hablaba en público con su propia mujer. Mucho menos hablaba de cuestiones teológicas con ella ni la instruía. Para colmo, Jesús se muestra vulnerable, expresa su necesidad física y pide ayuda.

Seguir a Jesús es imitar su estilo de vida, y hemos de reconocer que, en muchas ocasiones, este es rompedor, transgresor, contracultural. Porque nosotros tenemos la misma misión que Él, buscar al que está perdido, no podemos escudarnos en ser respetables, moralmente correctos, distantes de todo lo que huela a inmoralidad y mala reputación. Si, podemos hacerlo, pero al precio de traicionar la pauta marcada por Jesús.

¿Cuáles son tus prejuicios y barreras que avergonzarían al Maestro?

 



Y en esto que llega una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dice: -Dame de beber... La mujer samaritana le contesta: -¡Como! ¿No res tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy samaritana? (Es que los judíos y los samaritanos no se trataban? (Juan 4: 1-26)

En este pasaje Jesús, como nos tiene tan acostumbrados, deja de lado los convencionalismos sociales, los prejuicios raciales y de genero en pos de su misión. Los samaritanos, los habitantes de Samaria ocupaban una región que dividía en dos partes la geografía del país judío. Si uno quería ir desde el norte -Galilea- hasta el sur -Judea- debía pasar por Samaria. Pero era tanto el desprecio que muchos judíos preferían hacer un gran rodeo ¡Nada más ni nada menos que por territorio gentil! a fin de evitar el paso por Samaria. Hay que decir que el desprecio era mutuo.

Por otro lado nos encontramos con el Maestro dirigiéndose a una mujer. El papel social de la mujer en la Palestina del Nuevo Testamento era similar al que continúa teniendo hoy en día en países musulmanes; pensemos, por ejemplo, Afganistán. Ningún judío se dirigía en público a una mujer y menos desconocida. Un rabino ni siquiera hablaba en público con su propia mujer. Mucho menos hablaba de cuestiones teológicas con ella ni la instruía. Para colmo, Jesús se muestra vulnerable, expresa su necesidad física y pide ayuda.

Seguir a Jesús es imitar su estilo de vida, y hemos de reconocer que, en muchas ocasiones, este es rompedor, transgresor, contracultural. Porque nosotros tenemos la misma misión que Él, buscar al que está perdido, no podemos escudarnos en ser respetables, moralmente correctos, distantes de todo lo que huela a inmoralidad y mala reputación. Si, podemos hacerlo, pero al precio de traicionar la pauta marcada por Jesús.

¿Cuáles son tus prejuicios y barreras que avergonzarían al Maestro?